Las instituciones del poder político en España durante el reinado de Isabel II
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2. Las instituciones del poder político
2.1 La corona:
Las tres principales fuerzas internas de poder liberal en la España de Isabel II eran la corona, el ejército y los partidos. Estas fuerzas se mostraron unidas frente a las amenazas externas, como los carlistas, los republicanos y las nacientes asociaciones obreras. Sin embargo, en diversos momentos, dos de estas fuerzas conspiraron contra la otra.
En el origen de cada uno de los periodos políticos se encuentra una situación anómala: un general apoyado por un sector del ejército pasa a ser dirigente de un partido de la voluntad popular a través del pronunciamiento, apoyado por revueltas callejeras. Las juntas locales darán un carácter civil al golpe que en dos ocasiones se convierte en revolución. La inestabilidad gubernamental, el cambio constante que sufren los ministerios, no tiene causa aparente. La explicación está en la constante conspiración de los políticos, unida a la debilidad de la reina y a la camarilla o los consejeros de turno que promueven a sus amigos y a ellos mismos.
La corona en los años de Isabel II partía de una debilidad de la persona de la reina, al principio por su edad y después por su carácter y por su ignorancia y falta de formación. La reina se hace caprichosa, su mayor defecto fue la falta de voluntad, casi nunca mostró una actitud decidida, la influían mucho sus decisiones y actuaciones fueron erráticas. Se cambiaban los gobiernos por intrigas palaciegas o de los políticos de turno. La camarilla o camarillas estaban constantemente intrigando. Hay también una tendencia de la corona común a María Cristina y a Isabel durante todo el reinado, que es su simpatía por los moderados y por la Unión Liberal de O'Donnell frente a los progresistas, a los que cuando no tuvieron más remedio cedieron el poder forzadas por la revolución o el miedo a perder el trono. El convencimiento por parte de los progresistas de la imposibilidad de llegar al poder pacíficamente fue una de las principales razones de la revolución de 1868 que destronó a la reina.
2.2 El poder ejecutivo y legislativo:
El poder ejecutivo (gobierno) se componía de una serie de secretarías. Todos los ministros formaban el consejo de Ministros, cuyo presidente era quien designara la corona. Es el presidente quien elige ministros. Entre 1833 y 1868 hubo más de cincuenta gobiernos, con una duración media de un gobierno cada siete meses. Los cambios de gobierno no se llevaban a cabo a través de unas elecciones, sino por la decisión de la corona, forzada en muchas ocasiones por los grupos políticos con la presión de las armas, logrando el encargo de formar gobierno, lo que llevaba consigo manejar las siguientes elecciones. El poder legislativo estaba compuesto por dos cámaras: Congreso y Senado. Las elecciones no se perdían nunca porque siempre se controlaban. Los presidentes de gobierno continuaron como presidentes de gobierno con mayoría parlamentaria hasta que la reina nombraba a otro presidente que volvía a convocar elecciones.
2.3 El sistema judicial:
El poder judicial no existió en España hasta que la Constitución de 1812 introdujo el principio de la separación de poderes. Se pretendió la autonomía y responsabilidad de los jueces respecto al poder ejecutivo. Se trataba de instaurar el principio de igualdad ante la ley, vinculado al sistema liberal. Quedó sancionada la unidad de fueros, aunque la primera guerra carlista dejó abierta la posibilidad de conservar los fueros hasta nuestros días. La falta de independencia de los jueces con respecto al poder político fue la norma general en el reinado de Isabel II. La interferencia de los gobiernos en la justicia y la constante movilidad de los magistrados desde la justicia a la política y al revés hicieron que ambos poderes se equivocaran con frecuencia.
2.4 La política provincial y local:
El Estado liberal llevó a cabo una división administrativa uniforme organizada por Javier de Burgos. Esta administración se fue organizando despacio:
- Los territorios provinciales.
- La diputación era el órgano de gobierno de la provincia.
- Las provincias se dividieron en partidos judiciales que corresponden a las comarcas naturales. Su función oficial fue la administración de justicia a través de los juzgados y otras instituciones.
2.5 Los líderes y los partidos políticos hasta 1856:
Tras la muerte de Fernando VII, los liberales se aliaron junto a los afrancesados en torno a María Cristina frente al levantamiento carlista. Desde 1834, los liberales aceptan la división partidista entre ellos. Se fraguan los dos partidos (moderado y progresista), aunque podemos hablar de partidos sin organización y con una escasa disciplina entre ellos. En el caso de los moderados, se mezclaban los liberales de las Cortes de Cádiz que el tiempo había templado, muchos de los afrancesados y colaboradores de Fernando VII. El liderazgo natural de todos ellos lo ostentó Martínez de la Rosa. Los moderados adoptaron un nuevo pensamiento político jurídico, su cuerpo de ideas era conocido como la doctrina. Sus principios están basados en el liberalismo clásico, que parte de los derechos individuales, la división del poder político entre la corona y las cortes. El congreso representa la soberanía popular. A partir de 1844, Narváez se convertirá en el líder y espadón moderado, agrupa las diversas corrientes del partido. Desde 1854 surge otra figura, O'Donnell, que aglutina a muchos de los antiguos moderados en un partido, Unión Liberal. Los exaltados se unen después de su vuelta del exilio en torno a algunos personajes, Mendizábal y luego Espartero. En las ciudades, los progresistas contaban con el apoyo de una buena parte de la población, lo que significaba que dominaban la Milicia Nacional, fuerza a la que se sumó una parte considerable del ejército que controlaba el propio Espartero. Los progresistas siempre estuvieron ligados a los recortes del poder del rey y de la Iglesia, al aumento de las libertades y derechos individuales, y al aumento del sufragio, que seguía siendo censitario pero más amplio.