La industrialización española y la era del ferrocarril

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La industrialización española:

La industrialización española del siglo XIX fue tardía e incompleta. Las causas fueron:

  • a) La industrialización inglesa se apoyó en el uso del carbón. En Asturias, el carbón era caro, de difícil extracción y de escaso poder calorífico, lo cual colocó a España en condiciones de inferioridad.
  • b) La industrialización inglesa empleó la máquina de vapor en la fabricación porque existía una elevada demanda generada por una población en rápido crecimiento. La población española creció menos y su poder adquisitivo era bastante reducido. Constituyó otro freno la dependencia del extranjero en utillaje e innovaciones técnicas.
  • c) La falta de capital obligó a dar facilidades a los inversores extranjeros.

El sector textil y siderúrgico caracterizaron la revolución industrial. El primero tuvo su centro en Cataluña; el segundo en el País Vasco. El algodón más barato y más dúctil desplazó a los otros tejidos. En 1833 una fábrica de Barcelona (El vapor de los Bonaplata) introdujo la máquina de vapor. Desde 1861 tuvo lugar en Cataluña una etapa de escasez de materia prima, llamada del 'hambre de algodón' provocada por la guerra de Secesión de Estados Unidos. Pero la industria catalana se recuperó, ayudada por una política proteccionista. Los años 80 fueron de euforia, cuando el mercado de Cuba y Puerto Rico amplió la demanda. Al tiempo que Barcelona se erigía en capital del algodón, Sabadell y Tarrasa se convirtieron en los centros de la industria lanera.

La industria siderúrgica tuvo sus primeros ensayos en Málaga. Arruinado este intento por la lejanía del carbón, Vizcaya, que disponía del capital de los astilleros, se impuso a Asturias. Así, las fábricas se instalarían en la cuenca del Nervión. Por otra parte, el carbón británico llegaba más barato al puerto de Bilbao, en las mismas barcas que transportaban mineral de hierro vasco a Inglaterra y a Bélgica, donde se habían formado grandes empresas extractoras. Pronto aparecería una saga de empresarios, inaugurada por la familia Ibarra. Con la fusión de tres grandes empresas nació en 1902 la sociedad Altos Hornos de Vizcaya.

La era del ferrocarril:

La Península Ibérica posee un relieve abrupto y sus ríos no ofrecen caudal suficiente para el tráfico fluvial. Los medios de transporte de tracción animal, calesas, galeras, carros, suponían viajes incómodos para los pasajeros y caros para las mercancías. Fue decisiva la construcción de la red ferroviaria. El tren era la máxima innovación de la centuria. La primera línea, entre Barcelona y Mataró se inauguró en 1848. La segunda unió Madrid con Aranjuez en 1851. Se trataba de trayectos cortos. Sólo con la llegada de los progresistas al gobierno promulgaría la Ley de ferrocarriles de 1855, que promovió la construcción de tramos largos, con el propósito de unir las grandes ciudades y el interior con la costa. A partir de 1875, se completó la trama peninsular, pero se cometió un error nefasto en el diseño de la red española: el ancho de vía (1,67 m) que era superior al europeo; resultó muy negativo para las comunicaciones españolas con Europa. Las consecuencias de la introducción del ferrocarril fueron notables. Acortó distancias y abarató costes. El abastecimiento a las ciudades fue más fluido y se mitigaron las hambres cíclicas de los años secos, porque el tren facilitaba la importación de alimentos. Capitales, materiales y mano de obra se orientaron hacia la expansión de este medio de transporte innovador.

A principios del siglo XIX, el comercio en España se reducía a mercados comarcales, apenas comunicados entre sí y aislados del exterior. Las Cortes de Cádiz proclamaron la libertad de comercio. Pero hasta su abolición en 1834, los gremios obstaculizaban la libertad de trabajo y encarecían las mercancías. Dos efectos han de destacarse en la carencia de un mercado interior: escasez y carestía. Esta situación fue corregida con la unificación del sistema de pesos y medidas, con la introducción del sistema métrico decimal y con la unificación de la moneda, al crear el gobierno provisional de la Revolución de 1868, con un decreto firmado por Figuerola, la peseta como moneda oficial. La mejora en la red de comunicaciones provocó la intensificación del tráfico viario, por las carreteras ahora remozadas, la del tráfico de cabotaje. Aunque esta articulación del mercado no llegó a ser completa durante el siglo XIX, sus beneficios fueron evidentes y se crearon las bases del mercado nacional.

El desarrollo industrial necesitaba un sistema financiero estable, sin embargo, la mayor preocupación del Estado fue obtener ingresos para las arcas públicas; por ello ejerció un fuerte dirigismo estatal sobre el sector bancario. La legislación del Bienio progresista permitió la creación en 1856 de bancos de emisión y de sociedades de crédito. Entre ellos estaban los siguientes: Banco de Barcelona, Banco de Santander y Banco de Bilbao. A partir de 1874, el Banco de España obtuvo el monopolio de emisión de moneda, por lo que todas estas entidades pasaron a ser sociedades de crédito comercial y financiación industrial. La banca estatal, por su parte, fue decisiva en la economía española: el Banco de San Fernando convertido en 1856 en Banco de España, tenía como objetivo inicial atender las necesidades de financiación del Estado; más tarde, obtuvo el monopolio de emisión de billetes.

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