Industrialización en España y Galicia: Desarrollo, Consecuencias y Pensamiento Económico Clásico
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La Industrialización Española y Gallega
España se incorporó a la primera Revolución Industrial con retraso debido a varias causas:
- Mala dotación de materias primas (como el algodón) y productos energéticos básicos (como el carbón).
- Poco capital disponible para la creación de industrias.
- Atraso tecnológico.
- Demanda limitada de productos.
En el siglo XIX se crearon algunas industrias en España con las siguientes características:
- Predominio de las industrias siderometalúrgica y textil.
- Tecnología atrasada.
- Dependencia del capital extranjero.
- Predominio de industrias pequeñas, con poca inversión y tecnología simple.
El resultado fue que España siguió siendo un país predominantemente agrario.
Galicia continuaba siendo una zona sin industrializar, aunque hubo algunos desarrollos:
- La industria conservera.
- La construcción naval (Ferrol y Vigo).
- El ferrocarril llegó tarde a Galicia.
- La producción hidroeléctrica.
- La Banca incrementó sus actividades, destacando el Banco Pastor.
Cambios Debidos a la Revolución Industrial
Consecuencias Económicas
- Aparece el empresario capitalista.
- El trabajo se especializa más y las relaciones laborales entre dueño y asalariado se despersonalizan.
- Tendencia a la concentración empresarial para controlar producción y precios.
- Desarrollo del comercio.
- Progresiva importancia de los sistemas bancarios y las sociedades de capital.
- Surge un sistema de división del trabajo.
Consecuencias Demográficas y Sociales
- Movimiento de la gente del campo a las ciudades.
- Emigración transoceánica: entre 1821 y 1924 salieron de Europa 55 millones de personas, principalmente hacia América.
Consecuencias Políticas
- Las revoluciones industriales consolidaron el liberalismo político.
- El crecimiento de la producción enfrentó a los países ricos por el dominio de territorios donde invertir, obtener materias primas y crear mercados.
El Liberalismo Económico
La escuela económica clásica nace con la publicación de La Riqueza de las Naciones por Adam Smith en 1776. El libro identifica la tierra, el trabajo y el capital.
Según Adam Smith, la estructura económica ideal es un sistema de mercado que satisface las necesidades económicas de la población. La "mano invisible" es el término con el que expresó esta capacidad del libre mercado. Smith argumentaba que la mano invisible actúa en una economía de mercado cuando el individuo, buscando su propio beneficio, acaba beneficiando a la sociedad en su conjunto. Consideraba que la agricultura era el único sector verdaderamente productivo. Smith defendió que los mercados competitivos tienden a promover los intereses sociales.
Este enfoque iniciado por Adam Smith se denominó economía política y posteriormente economía clásica.
Thomas Robert Malthus publicó el Ensayo sobre el principio de la población en 1789, enunciando la teoría del crecimiento demográfico. Según Malthus, las personas se reproducen más rápido que los alimentos: la población aumenta en progresión geométrica (2, 4, 8…), mientras que los alimentos solo pueden aumentar en progresión aritmética (1, 2, 3, 4…). Esto llevaría a un punto en el que los alimentos no serían suficientes para todos. Para evitar esta situación, Malthus sugería que las personas se casasen lo más tarde posible.
David Ricardo publicó Principios de economía política y tributación en 1817. Este libro contiene la formulación del pensamiento económico clásico. Desarrolló la teoría del comercio internacional, defendiendo las ventajas de la especialización en aquellos bienes con ventaja comparativa. Argumentó a favor del librecambismo y propició la abolición de las Corn Laws (leyes de granos). También formuló la teoría del valor-trabajo, afirmando que los precios relativos de la mayoría de los bienes se determinan por la cantidad de trabajo utilizada en su producción.
John Stuart Mill es considerado el último gran economista clásico. Su principal obra económica es Principios de economía política con algunas de sus aplicaciones a la filosofía social (1848). Mill sostenía que el mercado puede ser eficiente en la asignación de recursos, pero no en la distribución de ingresos, por lo que es necesaria la intervención de la sociedad.