Impresionismo: La luz y el color en el arte

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La noche estrellada y la expresión del alma

Vincent van Gogh - 1889

Pintada durante su estancia en el hospital psiquiátrico de Saint-Rémy de Provence, La noche estrellada es una obra maestra de la etapa final de Van Gogh. El cielo nocturno, tema central de la obra, se presenta como un mar de líneas ondulantes, iluminado por once estrellas y un enigmático sol-luna. Dos cipreses se alzan en primer plano, marcando un fuerte impulso ascensional junto al campanario de la iglesia. Las casas del pueblo, trazadas con líneas rectas y formas geométricas, contrastan con la sinuosidad del cielo y los árboles.

El color azul dominante se ve realzado por el amarillo de las luces celestes y las ventanas, y el verde de los cipreses. La pincelada gruesa y expresiva sigue las formas de los objetos, creando una sensación de movimiento y dinamismo. La obra transmite una intensa inquietud y desasosiego espiritual, reflejando el alma atormentada del artista.

Impresión, sol naciente: El nacimiento del Impresionismo

Claude Monet - 1872

Impresión, sol naciente, una pequeña obra que encierra las claves del Impresionismo, captura una escena del puerto de Le Havre al amanecer. Monet pinta lo que ve, no lo que sabe, plasmando la vibración de la atmósfera y la indistinctas masas al salir el sol. El sol y su reflejo en el agua, los mástiles de los barcos, la línea del muelle y la diagonal de los botes de remos componen una estructura simple sobre la que el color y la luz se convierten en protagonistas.

La pincelada fragmentada y rápida exalta el momento fugaz, mientras que la imagen reflejada en el agua ocupa gran parte del plano. La fascinación de Monet por la luz y sus efectos se hace patente, capturando la luz de una hora y un momento determinados. El cuadro revela el carácter provisional de la apariencia.

Claude Monet y el Impresionismo

Claude Monet, figura clave del Impresionismo, se caracterizó por su predilección por los paisajes puros y su técnica rápida para captar la luz y el color. Su obsesión por la luz lo llevó a pintar series del mismo tema bajo diferentes condiciones atmosféricas, como La estación de San Lázaro, La catedral de Rouen y Las Ninfeas de su jardín en Giverny. Estas series, con su explosión de color y luz, acercan su pintura a la abstracción.

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