La Ilustración y Rousseau: Crítica a la Ciencia y Propuesta de una Nueva Ética
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La Ilustración y Rousseau
La mayoría de los ilustrados defendían la ecuación saber/virtud/felicidad; es decir, pensaban que cambiando la forma común de pensar y divulgar saber era cambiar la moral de la sociedad. Por lo tanto, rechazaba esta ecuación, pero no impugnaba la ciencia, sino que defendía la virtud. Criticaba a la sociedad por llevar "disfraces", por perseguir el bienestar de tal forma que todo lo convertían en apariencias. Los lujos eran sinónimos de la felicidad; todo se hacía pensando en "¿qué dirán?". Era la razón práctica y criticaba el fracaso del estado en el ámbito ético y moral, ya que se trataba de ocultar las cosas como los esclavos y creando nuevas necesidades. Pretendía el fundamento de las cuestiones morales y no confundir la cultura con los costumbres.
Rousseau y el Progreso
Para Rousseau, el progreso no se mide en el ámbito de las ciencias empíricas, sino en el de la razón práctica entendida como libertad y autonomía. Rousseau representa, por consiguiente, la ilustración idealista frente a los demás ilustrados que defendían la empirista.
Su propuesta aboga por la limitación de los valores de la técnica desde la perspectiva de los valores morales: la razón práctica, la moral y la política deben determinar los fines, los auténticos fines que deben guiar la conducta humana, y la razón teórica, la razón instrumental, pondrá al servicio de aquellos los medios para la consecución de dichos fines. Solo así lograremos dejar de perseguir vanos y artificiosos objetivos que nos someten a cadenas sin fin, haciéndonos dependientes de falsas necesidades, alienados e insatisfechos. Mientras esto no suceda, confundiremos lo que solo deben ser medios instrumentales (posesiones, riquezas...) con lo que deberían ser los auténticos fines, ignorando la distinción fundamental que existe entre ser y tener.
Defensa de la Virtud
Por consiguiente, no es que impugne la ciencia, sino que defendiendo la virtud, afirma (DAC, pág. 8). Realmente hay una razón de las tesis de los ilustrados empiristas, ya sabemos desde qué parámetros. Todo cuanto se nos dice acerca de la ciencia se afirma desde la óptica de la virtud, desde parámetros valorativos (cuestiones éticas), tales como: el estado de naturaleza y la libertad original. Por lo tanto, nos encontramos, fundamentalmente, ante la sociología de la ciencia, un análisis sociológico que tampoco es descriptivo sino valorativo: plantea la crítica de la misma desde parámetros valorativos (DAC, pág. 7).
Interpretación de Rousseau
Sergio Sviya sugiere que interpretemos a Rousseau como aquel pensador que propone la concepción de la modernidad filosófica en la que se supera el conflicto entre el fanatismo, el escepticismo y el positivismo. Y por ello se propuso:
- En primer lugar, la crítica de la filosofía instituida, que le permitió distinguir entre saber/sudo-saber, entre filósofos y auténticos filósofos.
- En segundo lugar, el giro práctico: una propuesta muy concreta acerca de las cuestiones propias de la filosofía y de cómo debemos abordarlas: el asunto primordial de la filosofía son las cuestiones relativas a la naturaleza humana -ética, política...-. ¿Y cómo deben abordarse? "No es cierto que para aprender a obrar bien sea indispensable saber de cuántas maneras se puede obrar mal. Tenemos un guía interior mucho más infalible que todos los libros y que no nos abandona nunca en la necesidad" ("Respuesta al Rey de Polonia", pág. 55-56). ¿Qué guía? "Escuchar la voz de la conciencia en el silencio de las pasiones" (DAC, pág. 32): para ello el pensador debe recogerse en sí mismo, ya que los principios morales se descubren en el corazón; es el sentimiento, a través de una especie de intuición emocional, el que nos haría aprender los principios inscritos en la naturaleza humana -libertad, igualdad, piedad, religiosidad-.
Ahora bien, la razón también debe colaborar en la tarea de asentar los principios morales, ya que aunque no aporta los materiales para su propia actividad, puesto que estos principios se descubren en el corazón, es necesaria para lograr comprensión y claridad, puesto que gracias al razonamiento lógico extraemos de esos principios sus conclusiones, sus consecuencias prácticas y su significado último. Todas las capacidades humanas deben trabajar en colaboración, es decir, los sentimientos deben ser cultivados para ofrecer la verdad de las cosas.
Restaurar la Unidad Original
Lo que Rousseau está proponiendo es un ser humano no escindido, restaurar la unidad original apostando por una razón natural, simple, universal, la sana razón, común a todos, que no debe operar aislada. Solo así obtendremos adecuadas comprensiones de los problemas, ya que la sola coherencia intelectual, al margen de los sentimientos, no es suficiente para probar la validez de un sistema filosófico. Y solo así captaremos cuáles son las verdaderas necesidades humanas, las internas, absolutas y últimas, y no las externas, artificiales, falseadas y adquiridas, a cuyo servicio debe quedar la razón instrumental -la razón teórica y la técnica- para que no perdamos de vista los auténticos fines de la humanidad.
Preeminencia, por consiguiente, de la razón práctica -tal y como él la fundamenta- que debe determinar las auténticas necesidades humanas, a cuya consecución se debe de replegar la técnica y la razón teórica, y no al revés. Destruyendo así la oposición ser/parecer, plaga de las sociedades corruptas en las que se hace un mal uso social de la ciencia debido a vicios sociales -cuya razón de ser desgranará en el segundo Discurso-.
Resumiendo
La crítica fundamental de Rousseau incide en el uso social que del conocimiento se hace, más que en la validez teórica del mismo, aún cuando también la analiza y critica. El asunto es la corrupción de la razón propiciada por sociedades corruptas. En este contexto habrá que determinar cuáles son las cuestiones propias de la filosofía y la manera de tratarlas.
¿Qué Hacer?
Para acabar con las sociedades corruptas, caracterizadas por la ausencia de la 6 libertad y la felicidad, y la pérdida de vista de los auténticos fines a perseguir, hay que actuar en dos frentes, ambos imprescindibles: por un lado, la reforma política y, por otro, la reforma educativo-moral.