Humanismo y Reforma en la Europa de los Siglos XV y XVI: De la Imprenta a la División Religiosa
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El Humanismo: La Nueva Europa de los Siglos XV y XVI
En la Europa de los siglos XV y XVI, que recuperaba la actividad económica y el comercio, el dinamismo social estaba representado por la burguesía. Los intelectuales de esta época, conocidos como humanistas, se reunían en las ciudades y estudiaban los textos griegos y latinos. Creían que esos tiempos antiguos representaban la Edad de Oro, y propusieron recuperar su espíritu y filosofía. Quisieron aplicar la ciencia al estudio de las sociedades humanas. Todo les interesaba y todo movía su curiosidad. El valenciano Luis Vives exponía en sus obras cómo educar con criterios humanistas. Consideraba que una nueva educación permitiría a los individuos desarrollarse plenamente y a los soberanos gobernar con justicia. A los humanistas les gustaba la mitología clásica, y sus estudios se centraron más en el ser humano que en las cuestiones divinas. Además, escribían en sus propias lenguas, como ya se había hecho en Italia con anterioridad.
Los humanistas intentaron explicar racionalmente la naturaleza, y así nació el método científico. Nicolás Copérnico descubrió que la Tierra giraba en torno al Sol, lo que implicaba que la Tierra dejaba de ser el centro del universo. Un invento revolucionario, la imprenta, creada por Gutenberg, permitió hacer numerosas copias de un mismo libro con bajos costes. El humanismo se desarrolló en primer lugar en Italia, en el siglo XV, en las prósperas ciudades del norte.
La División de la Cristiandad: Lutero y la Reforma Protestante
Martín Lutero inició la Reforma Protestante con el objetivo de renovar la Iglesia. El agustino alemán Martín Lutero comenzó en 1517 una reforma religiosa. Defendía la relación directa del hombre con Dios y la lectura y libre interpretación de la Biblia, sin intermediaciones religiosas. Quería una iglesia sencilla, sin riquezas ni imágenes, sin Papa ni obispos, con una liturgia expresada en la lengua del pueblo y no en latín. Sostenía que la salvación del hombre dependía de la fe en Dios y no de las buenas obras.
Las propuestas de Lutero fueron rechazadas por el Papa, pero tuvieron el apoyo de algunos nobles alemanes y de amplios sectores del pueblo. Los nobles protestantes impusieron esta religión a sus súbditos, y en Europa se desató un auténtico clima de intolerancia. Los protestantes se dividieron en distintos grupos. En Inglaterra, Enrique VIII se separó de Roma e hizo su propia iglesia, denominada Anglicana. En Ginebra surgió el Calvinismo, fundado por Juan Calvino. Esta corriente protestante se extendió por los Países Bajos, Inglaterra y Francia, donde sus seguidores se llamaron hugonotes.
La Iglesia Católica convocó un concilio en la ciudad de Trento en 1545. En este se reafirmaron los principios que separaban a la Iglesia Católica de las protestantes: la importancia de los sacerdotes y los sacramentos, y el valor de las buenas acciones. Surgió la Compañía de Jesús, que difundió el catolicismo tanto en Europa, frente al protestantismo, como en América y Asia.
La Europa de Carlos V
A comienzos del siglo XVI, Carlos I de Habsburgo, nieto de los Reyes Católicos, consiguió forjar un gran imperio en Europa. Los territorios que heredó abarcaban las posesiones centroeuropeas de la Casa de Austria, los Países Bajos y Borgoña, y las coronas de Castilla y Aragón. También fue elegido emperador de Alemania con el nombre de Carlos V. El monarca gestionaba los asuntos asesorado por los Consejos, organismos que podían ser generales, si se encargaban de asuntos que concernían a todo el imperio. Cada reino tenía un virrey.
Frente a los proyectos imperiales de Carlos I se produjeron rebeliones en Castilla y en Valencia. La revuelta de las Comunidades de Castilla estalló en 1520 y fue protagonizada por la pequeña nobleza y la burguesía de las ciudades castellanas. Las causas fueron la prolongada ausencia del monarca y la exclusión de los nobles castellanos del gobierno. Vencidos los comuneros en Villalar, en Valencia los gremios artesanales urbanos se rebelaron contra los abusivos privilegios de la nobleza. La alianza del emperador con los nobles significó la derrota de las Germanías y el reforzamiento del poder real.
La Monarquía Hispánica de los Austrias: El Reinado de Felipe II
Felipe II heredó de su padre un inmenso imperio, al que en 1580 se incorporó Portugal con sus posesiones ultramarinas. Decidió establecer su capital en Madrid, y su imperio se hispanizó. Gobernó desde El Escorial. Los principales problemas de Felipe II fueron evitar la difusión de las ideas de la Reforma Protestante, para lo cual prohibió que los castellanos estudiaran en universidades extranjeras, y las autoridades religiosas controlaron la propaganda de ideas protestantes.
Surgió el problema de los moriscos andaluces, a quienes se había obligado a convertirse al catolicismo y que se rebelaron en las Alpujarras, aunque no fueron expulsados de la Península. Su política exterior estuvo en gran parte marcada por la herencia de su padre, viéndose obligado a continuar las luchas con Francia hasta derrotarla en 1557. También tuvo que luchar contra el Imperio Otomano, para lo cual se alió con el Papado y con Venecia, logrando la victoria en la batalla de Lepanto. De forma paralela, se produjo la rebelión de los Países Bajos. Este largo conflicto agotó los recursos económicos y militares de la monarquía, pero no pudo ser solucionado por Felipe II, que vio cómo iba perdiendo territorios. También luchó contra los ingleses con la Armada Invencible, pero fue un fracaso. Cuando murió Felipe II, el país estaba en bancarrota.