Historia de Al-Ándalus y la Hispania Romana: Dinastías, Reinos de Taifas, Reconquista y Administración
Al-Ándalus: Dinastías, Reinos de Taifas y el Reino Nazarí de Granada
Abderramán I, Hisham I y Al-Hakam I, Abderramán II, Abderramán III. Los poderes del califa abarcaban la jefatura del ejército y de la administración del estado, la dirección de la política exterior y el control de los recursos estatales. Abderramán III, Al-Hakam II, Hisham II, Almanzor, Hisham III.
Reinos de Taifas
- Las disputas entre los varios reinos de taifas eran muy frecuentes. Taifa significa facción.
- Su elevado número disminuyó al unirse los pequeños con los mayores.
- Tenían que pagar parias para sobrevivir a la superioridad cristiana.
- No tuvieron crisis económica ni cultural.
En el siglo XI, los reinos cristianos empezaron la Reconquista, lo que obligó a los reinos de taifas a solicitar la ayuda de los almorávides (tras la conquista de Toledo por Alfonso VI). Los almohades fueron derrotados en la batalla de las Navas de Tolosa, y posteriormente los benimerines.
El Reino Nazarí de Granada
El Reino de Granada fue el último reino que quedó tras la Reconquista en los siglos XI y XIII. Estaba bajo la dinastía de los nazaríes, hasta su incorporación a Castilla por los Reyes Católicos. Su supervivencia se debió a que era un reino vasallo del rey castellano, se utilizaba como refugio de población musulmana, el carácter montañoso, el apoyo norteafricano, la crisis castellana bajomedieval y la indiferencia aragonesa. Además, la homogeneidad tanto cultural como religiosa unió muchísimo al estado granadino. Desapareció a finales del siglo XV por la construcción de un estado moderno llevado a cabo por los Reyes Católicos para unificar el territorio y el reforzamiento de la soberanía de la corona.
Hispania Romana: Comercio y Administración
Comercio en la Hispania Romana
La política de libertad de comercio, adoptada por el estado, contribuyó al desarrollo del comercio en las diversas provincias del estado. Por otro lado, la construcción de calzadas favoreció el sistema de transportes que unía Roma con los lugares más importantes del imperio, también unía regiones ricas en materias primas con las ciudades comerciales, con la costa y todo el imperio. El comercio interior a nivel comarcal o provincial fue más importante. En el mercado del Imperio Romano, Hispania era conocida por su aceite y metales. Se importaban objetos manufacturados y de lujo. Había mucho tráfico marítimo y también unidad monetaria por la implantación del denario de plata romano. Las ciudades hispanas acuñaron monedas de las mismas características que la romana. La industria y el comercio estuvieron en manos de la burguesía urbana que formaba asociaciones de artesanos o navieros. La unificación político-cultural que Hispania representaba para los romanos se extendía desde los Pirineos hasta el estrecho de Gibraltar.
Administración Romana en Hispania
El número de provincias de Hispania no fue el mismo, sino que cambió con el tiempo. Durante la Reconquista eran dos provincias: Ulterior y Citerior. Con Augusto aumentó a tres (Bética, Lusitania y Cartaginense) cuando casi toda la península estaba ya conquistada. La reforma administrativa de Augusto estableció dos tipos de provincia:
- Las plenamente pacificadas y que no necesitaban legiones, eran provincias senatoriales bajo la administración del Senado de Roma.
- En cambio, las de más reciente conquista tenían legiones y quedaban bajo control del emperador, en calidad de jefe supremo del ejército, eran provincias imperiales.
Cada provincia estaba dividida en conventos jurídicos, que se originaron en las reuniones dentro de cada provincia para que el gobernador provincial impusiera justicia. Adquirieron carácter permanente en el imperio y se transformaron en distritos provinciales para impartir justicia con capitales fijas. Las células básicas y fundamentales de la administración territorial eran las civitates. La ciudad romana tenía un territorio rural grande, regido por un núcleo urbano que actuaba como centro económico, político, religioso y de ocio. La autonomía de cada ciudad dependía de su grado de integración y aceptación de la dominación romana: cuanto más romanización, mayor autonomía y privilegios.