La Guerra de la Independencia Española (1808-1814): Causas, Desarrollo y Consecuencias
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La Guerra de la Independencia Española (1808-1814)
Antecedentes
Carlos IV ascendió al trono español en 1788. Ante el temor de movimientos revolucionarios similares a la Revolución Francesa, apartó a los ministros ilustrados del poder. En 1792, otorgó el poder a Manuel Godoy, un militar de origen humilde, buscando un líder confiable frente a la desleal nobleza.
El miedo a la expansión de las ideas revolucionarias llevó al bloqueo cultural, censurando publicaciones, restringiendo la salida de estudiantes y la enseñanza del francés. Tras la ejecución de Luis XVI, España se alió con otras monarquías absolutas contra Francia (1793-1795). Sin embargo, las tropas francesas vencieron a las españolas, lo que forzó la firma del Tratado de Basilea (1795), subordinando España a los intereses franceses.
Tras el ascenso de Napoleón al poder (1799), España intentó pactar con Francia para su seguridad. Esta alianza llevó al conflicto con Inglaterra, que se desarrolló en dos etapas (1795-1801) y (1804-1808). La batalla más importante fue la de Trafalgar, donde la armada franco-española fue destruida.
La derrota de Trafalgar tuvo graves repercusiones. La pérdida de gran parte de la flota impidió el comercio colonial, lo que, junto con la ineficiencia del mercado interior, provocó una crisis. Las medidas de Godoy, como el endeudamiento, el aumento de las contribuciones, la desamortización de tierras eclesiásticas y la subida de impuestos, resultaron ineficaces y encontraron oposición de la nobleza, el clero y la población. Esto provocó motines y revueltas.
La Invasión Francesa
En 1807, se firmó el Tratado de Fontainebleau, que permitía a los ejércitos napoleónicos cruzar la península para invadir Portugal. Tras la conquista, Portugal se dividiría entre Francia, España y Godoy. En 1808, las tropas francesas entraron en España con la aceptación de las autoridades, pero con la incomodidad del pueblo, estableciéndose en puntos estratégicos como Vitoria, Madrid y Barcelona.
Godoy aconsejó a los reyes retirarse a Aranjuez. En 1808, se inició el Motín de Aranjuez, con participación popular pero dirigido por el clero y la nobleza. Su objetivo era la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII. El motín tuvo éxito y Carlos IV pidió ayuda a Napoleón, quien, aprovechando la crisis, invadió España, ocupando el trono y anexionando el territorio a su imperio.
Carlos IV y Fernando VII fueron llamados a Bayona, donde abdicaron en Napoleón. Este convocó a las Cortes para firmar el Estatuto de Bayona, que establecía la igualdad de los españoles ante la ley, los impuestos y el acceso a cargos públicos. Napoleón cedió el trono a su hermano José I.
El Reinado de José I y la Resistencia Española
José I ofreció una constitución de carácter autoritario. No establecía la separación de poderes, el Estado era confesional, las Cortes tenían elección indirecta y voto por estamento. Incluía una declaración de derechos y reformas liberales. José I ejerció un gobierno reformista para acabar con el Antiguo Régimen, con medidas como la abolición del régimen señorial, la desamortización de tierras de la Iglesia y la desvinculación de tierras en manos muertas.
Sin embargo, no tuvo apoyo en estas medidas y se enfrentó a la oposición de la población, que lo consideraba ilegítimo. En 1808, una multitud se concentró frente al Palacio Real de Madrid para evitar la salida de la familia real hacia Bayona. Esta concentración derivó en una rebelión espontánea contra el poder francés, reprimida por el general Murat, lo que provocó un levantamiento nacional.
Surgieron Juntas de armamento y defensa locales, dirigidas por partidarios de Fernando VII, para canalizar la agitación popular. Se formaron Juntas provinciales que tomaron el poder en ausencia del rey, con apoyo inglés. En 1808, se estableció la Junta Suprema Central en Madrid, con figuras como Floridablanca y Jovellanos, que consideraba a Fernando VII el rey legítimo. Esta Junta representó una nueva forma de poder provisional. Ante el avance francés, se retiró a Sevilla y luego a Cádiz.
Desarrollo de la Guerra
La guerra tuvo varias etapas. Inicialmente, hubo una gran resistencia en ciudades como Girona, Zaragoza y Tarragona. Las victorias sobre los franceses en Bruc y Bailén obligaron a José I a abandonar Madrid y a las tropas imperiales a replegarse al norte del Ebro.
Napoleón lanzó una contraofensiva con 250.000 hombres, que avanzó hasta que José I regresó a Madrid en 1809. Casi todo el territorio español fue conquistado. En 1808, surgió el sistema de guerrillas, grupos heterogéneos de hombres de clases medias y bajas, liderados por clérigos y militares, que mediante acciones de sabotaje desgastaban a las tropas francesas.
En 1812, Napoleón retiró tropas de España para el frente ruso. Esto permitió a las guerrillas, apoyadas por el ejército inglés del general Wellington, reconquistar el territorio. La victoria de Arapiles en 1812 y el Tratado de Valençay, que permitía el regreso de Fernando VII a España, marcaron un punto de inflexión. José I abandonó España y en 1813 lo hicieron las tropas francesas.
Posiciones Ideológicas durante la Guerra
Durante la ocupación francesa, surgieron distintas posiciones en España. Los afrancesados, partidarios de las reformas ilustradas francesas, incluían altos funcionarios, intelectuales y parte de la nobleza. Tras el regreso de Fernando VII, se exiliaron.
El frente patriótico era heterogéneo. El clero y la nobleza defendían la tradición y la restauración del Antiguo Régimen. Los ilustrados veían una oportunidad para un despotismo ilustrado con Fernando VII e introducir reformas. Los liberales buscaban un sistema político basado en una constitución que asegurara la soberanía nacional, la división de poderes y la abolición de los privilegios, estableciendo las bases del capitalismo.
El pueblo afrontó la guerra como una defensa contra el invasor francés. Aunque apoyaban el Antiguo Régimen, surgieron posiciones potencialmente revolucionarias.