El Estado y la Gran Empresa en la Industrialización del Siglo XX

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Países de Industrialización Reciente en el Este de Asia

El Estado ha sido crucial en el desarrollo económico de los países de industrialización reciente. Corea del Sur es el caso de mayor convergencia con los países desarrollados, con un capitalismo empresarial estatal y la importancia de las grandes empresas llamadas chaebol. Estos grupos empresariales familiares abarcan negocios muy diversificados y controlaban más del 50% del capital, directamente o a través de filiales. Las empresas pertenecientes a un chaebol son independientes, cotizan en bolsa y su capital es gestionado por el grupo familiar, directamente o por las empresas del grupo. La familia disponía de una oficina corporativa dividida en departamentos funcionales para dirigir sus negocios. Los fundadores y herederos ejercen la autoridad última en la dirección de las empresas.

La diversificación fue tanto relacionada como no relacionada. Las razones de la diversificación son:

  • En actividades relacionadas, debido a la inexistencia de proveedores por lo novedoso del sector o por falta de capital de los existentes.
  • En las no relacionadas, por la posibilidad de capturar los beneficios de los sectores nuevos. Además, los chaebol disponían de recursos y capacidades directivas.

También influyó la naturaleza del mercado de capitales, muy intervenido por el Estado. Los chaebol no disponían de sus propios bancos. La política de desarrollo económico llevada a cabo por el Estado protegió el mercado interior, pero obligó a las empresas a desarrollar una estrategia exportadora, premiándola con incentivos crediticios y fiscales. Aplicó una política laboral favorable a las empresas, pero obligó a llevar a cabo planes de formación de la mano de obra. Permitió y favoreció la importación de tecnología extranjera, pero limitó la inversión directa de multinacionales en el país e incentivó la tecnología propia. Tras la crisis del 97, el Estado impulsó la reestructuración de los chaebol, reduciendo la diversificación.

Desregulación, Privatización y Re-regulación en los Países Desarrollados

Hasta mediados de los 90, lo más relevante es el proceso de privatización, tanto en América Latina como en Europa. En Japón se centró en transportes y comunicaciones. En Europa Occidental afectó principalmente a las telecomunicaciones, petróleo, gas, electricidad y banca. La privatización no respondía a políticas y objetivos preconcebidos y aplicados sistemáticamente. Los argumentos manejados son: mejora de eficiencia en la economía, reducción del déficit público, debilitamiento del poder sindical, reducción del papel del Estado en la empresa.

El argumento más extendido trata sobre la eficiencia económica y los resultados, aunque dependen más del sector donde operan y de su competencia. Hay cuatro conclusiones:

  • En actividades similares, el sector privado suele producir beneficios más elevados.
  • En sectores competitivos, los resultados favorecen a las empresas privadas.
  • En sectores no competitivos, las empresas públicas obtienen resultados similares o mejores en monopolios o duopolios regulados.
  • La competencia mejora el resultado empresarial, pero la privatización no implica mayor productividad.

También hay que considerar aspectos políticos y sociales. El problema de las empresas públicas es que tenían unos objetivos distintos a la eficiencia y rentabilidad.

La Gran Empresa Francesa, Italiana y Española

Francia: Más pequeña y menos numerosa que la inglesa o la alemana, la mayoría mantuvo un carácter familiar, una razón jurídica no anónima, una estrecha conexión entre propiedad y dirección y una estructura administrativa simple. Se caracterizaron por tener buenas capacidades organizativas en producción pero menos desarrolladas en marketing, dirección e investigación. La integración de la producción y la distribución a gran escala no se inició hasta el período de entreguerras. Desarrollaron una estrategia de apertura de nuevos mercados en el exterior, aunque no construyeron estructuras de gobierno multidivisionales. No hay estructuras funcionales antes de 1914, la difusión de la empresa multidivisional se producirá a partir de 1950. El menor tamaño de la empresa tiene que ver con el recurso a fórmulas de cooperación interempresarial, como el cartel, cuyo objetivo no fue tanto la regulación de la producción como la promoción de las ventas o la creación de grupos empresariales. El holding actuó como una especie de capital interno. Las fusiones adquirieron importancia en el decenio de 1920.

Italia: Se concentraban en los ferrocarriles y en la producción y distribución de energía eléctrica. Las first movers en cada uno de los sectores se mantuvieron líderes en las épocas siguientes, siendo empresas con estructuras administrativas simples, en las que las familias o personas desempeñaban un papel predominante. El sistema era dual: un pequeño grupo de grandes empresas, apoyadas por el Estado, o un gran número de empresas pequeñas relacionadas con las primeras mediante la subcontratación u otros mecanismos.

España: A comienzos del siglo XX, las mayores empresas son ferroviarias, eléctricas, mineras o bancos, seguidas por las industrias. Factores que explican la debilidad de la gran empresa: la excesiva concentración de la industria en sectores de la primera revolución industrial, el bajo nivel de I+D, la profusión de carteles y otros acuerdos colusorios, reforzados por la protección arancelaria del mercado interior, la proliferación de grupos empresariales y la abundancia de industrias formadas por empresas pequeñas. A lo largo del período se acometió la inversión en producción y en marketing, pero sus estructuras administrativas permanecieron sin grandes cambios.

Organización del Trabajo y Relaciones Laborales (1945-1973)

En este período, la afiliación a los sindicatos fue en aumento, así como la generalización de un sistema de seguridad social. También se incrementaron los salarios reales y su participación en la renta nacional. Los fenómenos más destacables en los Estados Unidos de estas décadas son el avance de la producción en serie y sus repercusiones sobre la organización y el control del proceso de trabajo, así como también la expansión de un modelo de relaciones laborales basado en la negociación colectiva entre sindicatos y empresarios. También la continuación del proceso de sustitución de trabajadores cualificados por semicualificados, permitiendo a la dirección de la empresa aumentar su control sobre todo el proceso de trabajo. La producción en masa se intensificó por la mecanización, especialmente en algunos sectores, como el refino del petróleo. La automatización fue un elemento fundamental para la integración vertical y la planificación productiva. El sistema se colapsó durante los años 70 frente al auge del modelo japonés de producción ajustada. Los sistemas de automatización no se flexibilizaron puesto que los gerentes se negaron a tomar medidas dado que estaban protegidos por una fuerte demanda interna y porque eso hubiera supuesto una mayor participación de los trabajadores en las decisiones de la empresa.

En el caso inglés, los trabajadores seguían controlando el proceso de trabajo. Ese mismo control que ejercían los trabajadores y sus sindicatos fue el responsable de la pérdida de competitividad en sectores como el automóvil o la construcción naval. La organización laboral no se alteró demasiado: las compañías inglesas seguían una estrategia de especialización flexible y establecieron un sistema de pago por resultados para incentivar la producción. Los problemas, no obstante, fueron similares en cualquier tipo de sistema de producción durante los años 60-70: el sector naval perdió mercados tanto exteriores como interiores, debido en gran medida por la falta de inversión en tecnología, distribución y marketing. También debemos señalar el declive del aprendizaje, así como el deterioro de la cualificación de la mano de obra.

En Francia fueron tanto los empresarios como el gobierno quienes montaron el nuevo sistema de relaciones laborales, con unos sindicatos que actuaron de comparsas. Las tasas de afiliación, que en los años 50 eran de las más bajas de Europa, aumentaron desde 1970. El salario era controlado por el Estado de dos formas: un salario mínimo (relacionado con el coste de la vida desde los años 50) y con los convenios colectivos en las empresas públicas y que eran aplicables al resto de empresas. El sistema de producción en serie, impulsado por el Estado, disminuyó los trabajadores cualificados, dejando el control en manos de las empresas. El sistema de producción de la industria automovilística sacrificó calidad por productividad.

En Italia también gobierno y empresas fijaron las condiciones laborales tras la II Guerra Mundial, expandiendo los métodos fordistas y de gran empresa a costa de la producción artesanal y los trabajadores cualificados. A finales de los años 60, los sindicatos controlan el proceso de trabajo y los empresarios descentralizaron la producción subcontratando con pymes formadas por antiguos trabajadores cualificados y directivos de tipo medio. A fines de los 60, como en toda Europa, la conflictividad aumentó y las empresas quisieron paliarlo introduciendo el sistema de relaciones humanas y nuevas técnicas de dirección de personal.

Alemania creó los consejos de trabajo para poner en coordinación entre trabajadores y directivos, así como los trabajadores estaban representados en los consejos de administración y su participación en los beneficios empresariales. La intervención del trabajador en el proceso de trabajo era mayor que en otros países, pero también lo era su compromiso con la empresa. Los métodos fordistas, sin embargo, no supusieron un control total del trabajo por parte de la dirección y su ejemplo más claro fue Volkswagen, si bien recurrió a una red de proveedores muy dependientes de sus pedidos y desarrollando una red de ventas y distribución muy competitiva no solo internamente sino en el mercado mundial. En 1956, Alemania Federal era ya el segundo fabricante mundial de coches, por detrás solo de Estados Unidos. El éxito de Volkswagen se debió también a su especial relación con los sindicatos, con los que creó una cultura corporativa con participación de los trabajadores hasta en los beneficios de la empresa.

Japón se mantenía el sistema de grupos de trabajo que requería un trabajador polivalente, capaz de operar en varios tipos de máquina. La formación se realizaba dentro de la empresa y el salario no se fijaba por el nivel del puesto o la función realizada sino por la antigüedad. El empleo se mantenía de por vida. Cada empresa poseía su propio sindicato, siendo muy estrecha la colaboración entre trabajadores y directivos. En el sector del automóvil se dio una combinación de éxito: sistemas de grupo de trabajo, especialización flexible y algunos principios de estandarización propios de la producción en masa.

Del Trabajador Autómata al Trabajo Humanizado: La Difusión del Modelo de Relaciones Humanas (1945-1973)

El taylorismo concebía la empresa como el resultado de las relaciones entre patronos y obreros y ponía el acento en aspectos técnicos, frente a lo que se situaba la escuela de relaciones humanas, que se centraba en aspectos sociales y psicológicos. Así, el trabajador no era un individuo que solo vendía su trabajo como una mercancía más, sino una persona que se identificaba con la empresa y creaba vínculos emocionales. Ya a fines de los años 40, sobre un 65% de las empresas y un 90% de las compañías tenían ya, en Estados Unidos, un departamento de personal, que entrevistaba a los trabajadores, creaba grupos de discusión, fomentaba la dinámica de grupo y la participación de los trabajadores en la mejora de la empresa. Los sindicatos apoyaron en principio el modelo de relaciones humanas, pero cambiaron de forma de pensar cuando se sintieron traicionados por los patronos, ya que estos utilizaron estos aspectos y relaciones para manipular la opinión del obrero. Por otro lado, los sindicatos se mostraron totalmente contrarios a la opción de organización empresarial científica, que consideraban desde el principio como mucho más fría y deshumanizada. Los directivos y empresarios americanos comprendían que las relaciones humanas no solo humanizaban las condiciones de trabajo en la industria de la producción en masa, sino que relajaba la conflictividad laboral e, incluso, podían ser una barrera para frenar la expansión del socialismo y el comunismo.

En Gran Bretaña se desarrolló la organización científica del trabajo a la par que el modelo de relaciones humanas, es decir, en la posguerra. Los sindicatos colaboraron con su implantación en un principio, consiguiendo que triunfara realmente el modelo de relaciones humanas, acogido por todos los sectores de la población. Su puesta en práctica se realizó mediante las consultoras especializadas.

En Alemania se siguió muy apegado al sistema de organización científica, pero los comités de empresa y la representación de los trabajadores en el consejo de administración mediaban entre los patronos y los operarios, lo que favoreció un bajo nivel de conflictividad en los años 40-50.

El caso español es algo más tardío, pues hasta los años 60 no se desarrolla el modelo de relaciones humanas. Se habían empezado a establecer sistemas científicos por el Estado a través del INI como forma de incrementar la producción y la mentalidad productiva y que encajaba perfectamente con la mentalidad militarista instaurada tras la Guerra Civil. El Estado, por otra parte, suprimió los sindicatos libres, reprimiendo cualquier tipo de reivindicación o conflictividad laboral, aunque esta empezó a aparecer en los años 50 débilmente para irse afianzando a lo largo de los años 60.

Japón no tiene un modelo de relaciones humanas propiamente dicho, quizás debido a que los conflictos laborales eran menores, en parte explicado porque la mayoría de grandes empresas estableció su modelo en el período de entreguerras: cultura empresarial compartida por obreros y directivos, colaboración de estos dos mundos en variadas facetas del proceso productivo y provisión por parte de la empresa de gran parte de los servicios sociales reclamados por los trabajadores. Los sindicatos japoneses de aquella época no contemplaban la huelga general como instrumento para subvertir el orden social capitalista o acceder por la fuerza al control directivo de las empresas.

La Formación de los Ejecutivos y Directivos Profesionales (1945-1973)

El número y el porcentaje de directivos con una formación universitaria creció, pero el grado de especialización no fue similar en todos los países. Los directivos siguieron procediendo de las facultades de ciencias e ingeniería, seguidos a cierta distancia por otras disciplinas como derecho. El alto directivo empezó a ser reclutado fuera de la empresa y era, por lo general, alguien no necesariamente especializado en un sector concreto, capaz de dirigir cualquier tipo de empresa aplicando controles financieros, una planificación adecuada de la cartera de inversores y una estrategia orientada al mercado.

En el Reino Unido aumentaron los universitarios en la dirección y los consejos de las grandes empresas, aunque con niveles más bajos que otros países. Inglaterra tenía más baja proporción de licenciados en ciencia, ingeniería o administración de empresas que en Alemania o Francia. Las primeras escuelas de negocios se crearon en los 60, en Manchester y Londres, si bien no tuvieron demasiado éxito. La diferencia en licenciaturas con respecto de otros países fue suplida por los auditores, quienes estaban formados por las propias empresas. A pesar del avance de los estudios universitarios, en Inglaterra primaba el aprendizaje práctico sobre el teórico.

En Alemania, las facultades de ciencias e ingeniería y la institución equivalente a la escuela de negocios americana, las facultades de Business Economics, eran las que formaban a empresarios y directivos. La enseñanza académica se completaba con la formación de tipo práctico dentro de las empresas.

Por su nivel de educación, los empresarios franceses eran los de mayor nivel en toda Europa: más del 90% eran titulados superiores en esta época. Hubo, sin embargo, desde los años sesenta, un incremento de directivos formados en escuelas de tipo americano, especialmente en la Escuela de Altos Estudios Comerciales.

Los esfuerzos italianos de formación a través del Comité Nacional para la Productividad no se coronaron con el éxito de la introducción de las escuelas de negocios dentro de la universidad.

En España, la tercera parte de los empresarios de la industria en los años sesenta tenía estudios universitarios, destacando los de ingeniería.

Japón tenía un nivel similar al de los franceses. Tras la II Guerra Mundial y hasta final de los años 50, Japón transplantó los sistemas americanos de formación, en especial las escuelas de negocios. Los estudios universitarios fue más bien un requisito formal, pues el aprendizaje auténtico se hacía internamente en las empresas: aprendizaje de nuevas técnicas, cursos de formación específica, etc. Así, además, se facilitaba la inserción de los directivos y empleados dentro de la empresa, creando lazos no solo de amistad sino de identificación con la cultura y la imagen de la empresa.

La Industrialización Sustitutiva de Importaciones en América Latina: El Estado y los Grupos Económicos (1945-1973)

El problema de América Latina durante la II Guerra Mundial fue el desabastecimiento de bienes de equipo europeos y estadounidenses, por lo que tuvo que desarrollar una industria metalmecánica copiando las máquinas instaladas antes de la guerra. La organización empresarial más extendida en estos años es el llamado grupo económico, que obtuvieron determinadas ventajas de los gobiernos respecto al resto de los competidores y que gozaron de un gran poder de mercado y de recursos financieros propios a través de la posesión de bancos, que actuaron como intermediarios financieros. Están formados por empresas jurídicamente independientes que operan sobre distintos sectores industriales, pero bajo el control empresarial y financiero de un grupo de familias relacionadas entre sí por lazos de confianza. Su estrategia de crecimiento se basa en la integración vertical y la diversificación (relacionada o no), lo que les permite reducir los elevados costes de transacción existentes en mercados donde el riesgo y la incertidumbre económica y política eran muy altos. El objetivo de estos grupos era satisfacer la demanda del mercado interior, aunque esta no fuera demasiado elevada como para obtener economías de escala.

En toda América Latina existió una estrecha alianza entre los grupos económicos y el Estado. Pero esta alianza no tuvo buenos resultados:

  • El gasto público en educación e investigación fue muy reducido, provocando una dependencia tecnológica del exterior.
  • El alto grado de integración vertical impidió la aparición de subcontratistas especializados capaces de exportar y de atraer inversiones exteriores.
  • El elevado proteccionismo arancelario aisló a la industria de la competencia exterior y reforzó el poder de mercado de los grupos económicos y la situación de oligopolio en la mayor parte de los sectores, originando ineficacia interna, altos precios y nula competitividad internacional.

La Empresa en las Economías de Planificación Estatal

La historia económica de la URSS es una historia protagonizada por las grandes empresas. En 1910, las empresas con más de 500 trabajadores absorbían el 53% de la población activa. La mayoría de las empresas eran sociedades por acciones que operaban como sindicatos de ventas a comisión y la mayoría de los sectores estaban oligopolizados. Tras la revolución de 1917, las empresas fueron nacionalizadas y agrupadas en trusts que controlaban, a finales de la década de 1920, el 99% de la producción industrial. Cada trust agrupaba un número variable de plantas industriales especializadas vertical y horizontalmente, cada una dirigida por un directivo, mientras que la alta dirección se localizaba en la casa central. La distribución siguió controlada por sindicatos de ventas. A partir de 1929, bajo la era de Stalin, las empresas de la URSS -y esto sucedió en otros países del bloque soviético- fueron privadas del control de la distribución y dependieron del Estado para financiar su capital fijo, establecer la producción, los precios y salarios, los proveedores y los clientes. Los planes quinquenales sustituyeron el beneficio como objetivo de las empresas por el cumplimiento de los planes de producción predeterminados, lo que introdujo un alto grado de despilfarro en los recursos. Las empresas pasaron a ser simples unidades operativas bajo las órdenes de diferentes organismos estatales, de tal modo que la orden reemplazó la iniciativa empresarial, la disciplina sustituyó a la motivación y la burocracia a los mecanismos de mercado.

A mediados de los años 50, tanto en la URSS como en toda la Europa oriental, el despilfarro llevado a cabo por este tipo de economía se hizo patente, lo que obligó a introducir una serie de medidas y reformas para que las empresas tuvieran mayor autonomía operativa y restablecido, si bien parcialmente, el sistema de precios para los intercambios intra e interindustriales. Se introdujeron los costes de capital y aumentó la autonomía financiera de las empresas. Todo el conjunto de reformas fracasó porque chocaron con los intereses de dos grupos privilegiados de toda la región: los miembros del aparato del Partido Comunista y los directivos de las empresas en cada país.

A partir del año 60, hubo una nueva reorganización de la industria de la URSS mediante la creación de asociaciones de producción. Las empresas multiunitarias, que adoptaron la estructura de departamentos funcionales, poseían rasgos distintos a las empresas capitalistas: no tenían consejos de administración, los departamentos de marketing, compras y finanzas no tenían apenas importancia (dándole prioridad a la producción e I+D). Las reformas no resolvieron los problemas de la industria soviética, entre los cuales uno de los más grandes era que seguía dominada por las grandes empresas, siendo muy pocas las pequeñas compañías que, además, también tenían una estrategia de producción en masa. Todo lo cual llevó a un alto grado de integración vertical de las empresas y la falta de incentivos para la innovación.

Regulación del Mercado de Capitales y el Papel de los Bancos

En Gran Bretaña, un grupo reducido de bancos con una red de sucursales diseminada por todo el país ejercían el control sobre todo el sector entre 1870 y 1920 (al acabar la Gran Guerra, cinco bancos tenían el 80% de los depósitos bancarios totales). Sin embargo, la intervención de la banca en la financiación a largo plazo de la industria fue muy reducida hasta 1914, centrándose más en el comercio internacional y la inversión en el extranjero. Todo esto es debido, en parte, a la escasa demanda de capitales de las empresas, que seguían recurriendo a la financiación interna y, por otra parte, a la existencia de un mercado de valores (acciones y obligaciones) desde fechas tempranas. Esto no afectó a las industrias tradicionales, pero sí a las industrias emergentes, como la fabricación de maquinaria eléctrica y la industria automovilística, ya que no tenían información sobre la situación económico-financiera de las compañías que ofertaban títulos y el fracaso de algunas iniciativas hizo crecer la desconfianza de algunos inversores. En el período de entreguerras esto cambió.

En Francia, los bancos financiaban a las empresas industriales y actuaron de intermediarios entre ellas y el mercado de capitales. De todas maneras, las empresas se autofinanciaron hasta la Primera Guerra Mundial. Posteriormente, cuando sus necesidades aumentaron, recurrieron a la creación de empresas holding para conseguir capital.

En España e Italia, el modelo alemán de banca mixta fue el predominante desde finales del siglo XIX. Los bancos aumentaron su presencia en el sector industrial a través de alianzas estables con los accionistas de las grandes empresas, generalmente familias, contribuyendo a la consolidación de grupos empresariales.

En Japón, el papel de los bancos en la financiación de la industria fue reducido hasta 1914. Las grandes empresas, casi todas ellas pertenecientes a un zaibatsu, o bien se financiaban con sus propios recursos y la ayuda de la sociedad holding o bien de otras empresas del grupo. Para el resto de empresas, el recurso de los bancos fue todavía menos importante. Pero en el período de entreguerras esto cambió: los bancos de los zaibatsu acabaron controlando la mayor parte del negocio bancario, actuando como prestamista a largo plazo, tanto a las empresas del zaibatsu como al resto.

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