Filosofía de la Existencia, Conocimiento y Realidad: Aquino, Kant, Hume y Descartes

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Las Cinco Vías de Santo Tomás de Aquino

Santo Tomás de Aquino fue un destacado filósofo y teólogo medieval que integró la filosofía de Aristóteles con la doctrina cristiana. Su obra más importante, la Summa Theologica, busca ofrecer pruebas racionales de la existencia de Dios. En su pensamiento, distingue entre la teología revelada, que se basa en las verdades de la fe, y la teología natural, que utiliza la razón humana para conocer a Dios. Tomás creía que la fe y la razón no eran opuestas, sino complementarias.

Según Santo Tomás, la existencia de Dios no depende exclusivamente de la fe, sino que puede ser demostrada mediante la razón a través de la observación del mundo sensible, aunque ciertos aspectos solo pueden ser comprendidos mediante la fe. A partir de la observación del mundo natural, Santo Tomás concluye que debe existir un ser necesario, al que identifica como Dios.

Las Cinco Vías son los cinco principales argumentos que utiliza para demostrar la existencia de Dios:

  1. Movimiento: Todo lo que se mueve es movido por otro, por lo que debe existir un "primer motor inmóvil", que es Dios.
  2. Causalidad eficiente: Todo lo que existe tiene una causa, y debe haber una "causa primera" no causada por otro, que es Dios.
  3. Contingencia: Si todo fuera contingente, en algún momento no existiría nada. Por lo tanto, debe existir un ser necesario, que es Dios.
  4. Grados de perfección: La existencia de diferentes grados de perfección en los seres implica la existencia de un ser perfectamente perfecto, que es Dios.
  5. Finalidad: Las cosas en la naturaleza, aunque carezcan de inteligencia, actúan con un propósito, lo que sugiere la existencia de un ser inteligente que las dirige, que es Dios.

En lo que respecta a la esencia y existencia, Tomás sostiene que en los seres finitos son distintas, pero en Dios coinciden, pues Él es el ser necesario y la fuente de toda existencia.

Santo Tomás también rechaza el argumento ontológico de San Anselmo, pues considera que la existencia no se puede deducir simplemente a partir del concepto de un ser perfecto. Además, aunque la razón humana puede conocer muchas verdades acerca de Dios, algunos misterios solo pueden ser comprendidos por la fe.

En resumen, Santo Tomás de Aquino defiende que la existencia de Dios no solo es una cuestión de fe, sino que puede ser demostrada racionalmente a partir de la observación del mundo y principios lógicos. A través de las Cinco Vías, muestra cómo la razón humana puede llegar al conocimiento de Dios como el ser necesario y fundamento de toda la realidad.

El Conocimiento según Immanuel Kant

Immanuel Kant desarrolló una síntesis revolucionaria que buscaba superar los extremos del racionalismo y el empirismo, ofreciendo una respuesta sólida al problema del conocimiento.

El planteamiento kantiano introduce un cambio en la forma de entender la relación entre el sujeto cognoscente y el objeto conocido. Kant propone un "giro copernicano" en filosofía: en lugar de asumir que el conocimiento consiste en que el sujeto se adapte al objeto, sostiene que es el objeto el que se conforma a las estructuras del sujeto. Esto implica que nuestra mente no es una receptora pasiva de los datos de los sentidos, sino que participa activamente en la construcción del conocimiento.

Para explicar este proceso, Kant distingue entre tres facultades principales del intelecto: la sensibilidad, el entendimiento y la razón. La sensibilidad permite recibir impresiones externas, que se organizan mediante formas a priori esenciales a la mente humana (espacio y tiempo). El entendimiento transforma estas impresiones en conceptos mediante categorías universales (como causalidad, sustancia, etc.) y la razón busca integrar y unificar este conocimiento en ideas más amplias (como Dios, alma, mundo).

A partir de esta interacción entre las facultades, Kant demuestra que el conocimiento humano es posible gracias a estructuras innatas que operan antes de la experiencia, permitiendo la formulación de juicios sintéticos a priori, como los que encontramos en la matemática y la física.

Sin embargo, Kant también establece límites al conocimiento. Según él, sólo podemos conocer los fenómenos, es decir, la realidad tal como se nos aparece mediada por nuestras estructuras cognitivas. La realidad en sí misma, o noúmeno, permanece más allá de las posibilidades de la experiencia y las categorías del entendimiento. Este planteamiento reconoce la posibilidad de conocimiento objetivo y necesario, pero también acepta que existen límites insuperables para la razón humana.

La filosofía kantiana reconcilia el empirismo y el racionalismo mediante su teoría trascendental. Por un lado, Kant demuestra cómo es posible el conocimiento universal y necesario gracias a las estructuras a priori de la mente humana. Por otro lado, delimita las fronteras de la razón al distinguir entre el ámbito de los fenómenos, accesible al conocimiento, y el de los noúmenos, que trasciende nuestra capacidad cognitiva.

La Crítica de la Causalidad según David Hume

En este texto, el filósofo David Hume aborda la cuestión de la causalidad, un problema recurrente en la historia de la filosofía. En este contexto, el autor desarrolla una serie de tesis que buscan responder a preguntas sobre el problema del conocimiento.

David Hume, filósofo escocés del siglo XVIII y figura clave del empirismo, desafió las ideas tradicionales sobre el conocimiento y la causalidad. Según Hume, todo nuestro conocimiento proviene de la experiencia sensorial, y nuestras ideas son simplemente copias de las impresiones que recibimos del mundo, en oposición a las concepciones racionalistas de su época.

Hume pone en duda la conexión necesaria entre causa y efecto. Al observar un juego de billar, por ejemplo, no percibimos una conexión causal directa entre las bolas (una fuerza invisible que pase de una a otra), sino una secuencia de eventos: movimiento de la primera bola, contacto, movimiento de la segunda. Nuestra mente, habituada a ver que un evento (B) sigue consistentemente a otro (A), desarrolla la creencia de que A causa B. Hume argumenta que esta creencia en la causalidad no tiene fundamento lógico ni empírico más allá de la conjunción constante y el hábito mental derivado de la repetición de eventos. Por lo tanto, no podemos estar seguros de que siempre un efecto seguirá a una causa; es una expectativa basada en la costumbre, no una certeza racional.

Para ilustrar la falibilidad de la inducción basada en la experiencia pasada, Bertrand Russell (aunque no Hume directamente) popularizó la fábula del "pavo inductivista" (similar al "pavo empirista" mencionado). En ella, un pavo observa que el granjero lo alimenta cada día, concluyendo por inducción que siempre será así. Sin embargo, el día de Acción de Gracias (o Navidad), en lugar de alimentarlo, el granjero le retuerce el cuello. Esta historia muestra que la experiencia pasada no puede garantizar lógicamente que los eventos futuros ocurrirán de la misma forma, lo que refuerza la visión escéptica de Hume sobre la causalidad: no es una ley necesaria del mundo que podamos conocer con certeza, sino una inferencia psicológica basada en el hábito.

En conclusión, Hume desarrolla la tesis de que la causalidad no es una relación objetiva que podamos percibir directamente en el mundo como una conexión necesaria, sino que es una construcción mental que surge del hábito de observar que ciertos eventos ocurren de manera repetitiva (conjunción constante). Esta crítica radical a la causalidad tiene profundas implicaciones para la epistemología y la metafísica, cuestionando la base de gran parte del conocimiento científico y filosófico tradicional.

La Concepción de la Realidad en René Descartes

René Descartes, filósofo y matemático francés del siglo XVII, es considerado uno de los fundadores de la filosofía moderna. Es famoso por su método de duda metódica (o radical), empleado con el objetivo de encontrar certezas indudables sobre las cuales fundamentar el conocimiento. En su obra más importante, las Meditaciones Metafísicas, Descartes enfrenta el problema de la realidad, cuestionando si lo que percibimos es realmente el mundo o si nuestras percepciones podrían ser solo ilusiones (generadas, por ejemplo, por un genio maligno).

Tras establecer su primera certeza ("Pienso, luego existo" - Cogito ergo sum), Descartes propone un dualismo sustancial radical para explicar tanto la realidad como el ser humano. Divide la existencia en tres tipos de sustancias:

  • Res cogitans (Sustancia pensante): Es la sustancia inmaterial, cuya esencia o atributo principal es el pensamiento. Representa la mente, el alma o el yo consciente, capaz de dudar, entender, afirmar, negar, querer, imaginar y sentir.
  • Res extensa (Sustancia extensa): Es la sustancia material, cuyo atributo esencial es la extensión en longitud, anchura y profundidad. Ocupa espacio, es divisible y está sujeta a las leyes de la física (movimiento, figura). Esta categoría abarca todos los cuerpos físicos, incluyendo el cuerpo humano y los objetos del mundo material.
  • Res infinita (Sustancia infinita): Representa a Dios, la única sustancia que es absolutamente independiente, infinita, eterna, inmutable, omnisciente y omnipotente. Dios es la causa creadora y conservadora de las otras dos sustancias (res cogitans y res extensa).

Descartes define sustancia, en sentido estricto, como aquello que “existe de tal manera que no necesita de ninguna otra cosa para existir”. Solo Dios cumple esta definición plenamente. Sin embargo, aplica el término también a la mente y la materia, entendiendo que estas solo necesitan de Dios para existir, pero son independientes entre sí.

En cuanto al mundo físico (res extensa), Descartes adopta una visión mecanicista. Considera que todo lo material, incluido el cuerpo de los seres vivos, opera según leyes mecánicas deterministas, como si fuera una compleja máquina. El universo es comparado a un gran mecanismo de relojería puesto en marcha por Dios. En este sistema, los animales, al carecer de res cogitans (alma pensante), son considerados meros autómatas. Esta visión rompe con la concepción teleológica aristotélica del universo y elimina la necesidad de explicar los fenómenos naturales en términos de causas finales o propósitos intrínsecos.

En resumen, Descartes plantea un dualismo fundamental entre la mente (res cogitans) y el cuerpo/materia (res extensa), dividiendo la realidad creada en dos ámbitos ontológicamente distintos: lo inmaterial (pensamiento) y lo material (extensión). Su visión mecanicista del universo físico, regido por leyes matemáticas, fue crucial para la revolución científica. A pesar de las dificultades filosóficas que genera (especialmente el problema de la interacción entre mente y cuerpo), sus ideas sobre la sustancia, la realidad y el conocimiento siguen siendo un punto de referencia fundamental en la filosofía occidental.

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