Factores de Riesgo y Protección en Conductas Delictivas: Evaluación e Intervención
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Factores de Riesgo
Podemos distinguir entre factores de riesgo estáticos, inherentes al sujeto y su pasado, que no se pueden modificar (su edad y sus experiencias en la infancia, por ejemplo) y factores de riesgo dinámicos, aquellos propios del sujeto y de su ambiente que sí son susceptibles de ser modificados (el consumo de drogas y su grupo de amistades, por ejemplo). A estos factores de riesgo dinámicos se les denomina también necesidades criminógenas. También se puede distinguir entre factores de riesgo lejanos, como un nivel socioeconómico bajo, o que sea una familia monoparental, y factores de riesgo próximos, como el grupo de iguales con quien se relaciona, o la expulsión del colegio, por ejemplo. Los factores lejanos suelen tener un efecto indirecto, mediado por los factores de riesgo cercanos, como el estilo educativo de esa madre soltera, o la influencia del grupo de amigos antisociales. A un joven con elevado riesgo de reincidencia conviene aplicarle un nivel de supervisión mucho más estricto que a aquel que presenta un riesgo de reincidencia bajo. Por ello, la valoración del riesgo de reincidencia es fundamental para dos objetivos: para verificar que estamos adaptando el nivel de supervisión al nivel de riesgo que presenta el sujeto y para elaborar de manera individualizada su programa de intervención educativo. Los riesgos dinámicos (o necesidades criminógenas) detectados en la evaluación son los objetivos prioritarios de nuestra intervención psico-socio-educativa. Los estudios demuestran que la mayoría de factores de riesgo detectados tienen por sí solos una correlación baja con la delincuencia futura, pero si se acumulan varios, su efecto predictor se multiplica. Los problemas aparecen cuando en un caso se agrupa un elevado número de ellos. La investigación acerca de la reincidencia de delincuentes adultos refleja que los mejores predictores de reincidencia son la historia criminal adulta, el diagnóstico de personalidad antisocial, las amistades delincuentes y las actitudes antisociales. Son muchos los autores que consideran imprescindible una evaluación detallada de las circunstancias de cada individuo que ha cometido un delito para poder diseñar un tratamiento a su medida. Las meras respuestas judiciales como escuchar el reproche de la víctima o enfrentarse al daño cometido, o sufrir una sanción como respuesta a la conducta delictiva, no son suficientes para el cambio de conducta.
Factores de Protección
Pueden definirse como las circunstancias del sujeto que se asocian con una menor probabilidad de desarrollar comportamientos delictivos. El concepto de resiliencia se usa para designar la capacidad de:
- Desarrollarse de forma saludable en medio de un ambiente desfavorable.
- Mantener la competencia social bajo factores de estrés específicos (divorcio, muerte de un progenitor…).
- Recuperarse de un trauma severo (abuso sexual, malos tratos…).
Así, se denomina resilientes a aquellos que son capaces de desarrollar estrategias positivas para superar las adversidades, aunque requieran tiempo para ello y en algunos casos muestren todavía síntomas de ansiedad o depresión. Logran ajustarse a la sociedad, establecer relaciones satisfactorias con los demás y seguir adelante con su vida.
Instrumentos de Evaluación
El conocimiento de los factores de riesgo y de protección permite la elaboración de instrumentos objetivos para valorar el riesgo de reincidencia y, por tanto, la necesidad de supervisión que precisa cada caso de un modo objetivo. Además, estas escalas de valoración permiten identificar los factores que hay que potenciar y aquellos en los que hay que tratar de incidir a lo largo de la intervención con el caso. Es necesario recordar que las escalas de riesgo predicen el riesgo de aparición de la conducta violenta, no si sucederá o no. Se estima el riesgo en función de la información recogida acerca de unas características concretas en un momento dado. La información puede recogerse de múltiples fuentes. A menudo la información que obtenemos es incompleta y no nos permite valorar todos los ítems de las escalas con el detalle necesario. En estos casos se señala el hueco de información existente en los ítems que quedan por valorar y se sigue tratando de recoger esta información a lo largo del tiempo de intervención.
Escala IGI-J (Inventario de Gestión e Intervención para Jóvenes)
Este instrumento se basa en la teoría de Andrews y cols., según la cual las variables que interactúan para explicar la conducta delictiva son:
- La historia de desarrollo del joven.
- Su situación familiar.
- Sus características de personalidad, cognitivas y conductuales.
- Su recorrido escolar/formativo/laboral.
- Las características de su grupo de iguales.
- Sus creencias y actitudes, especialmente aquellas referidas a las actividades antisociales.
El IGI-J permite:
- Identificar los factores de riesgo dinámicos.
- Establecer el nivel de riesgo por áreas y el nivel de riesgo global.
- Establecer el nivel de intervención que corresponde.
- Formular una hipótesis explicativa del comportamiento delictivo.
- Diseñar los objetivos educativos en función de las necesidades criminógenas detectadas.
- Volver a evaluar el caso para comprobar los avances, estudiando si han disminuido los factores de riesgo y el nivel de riesgo.
- Tomar las decisiones oportunas al finalizar la medida judicial en función del nivel de riesgo en ese momento (derivación a otro recurso comunitario, a servicios sociales, a protección de menores, a la unidad de salud mental infanto-juvenil, proseguir la intervención, etc.).
Escala AIM-2
Este modelo de evaluación y tratamiento se basa en la teoría de Finkelhor acerca del abuso sexual. Según este modelo, existen 4 etapas por las que debe pasar un joven para cometer un abuso sexual:
- Sentir motivación para abusar (por ejemplo, necesidades emocionales, excitación sexual, dificultades para lograr una relación sexual consentida con alguien de su edad…).
- Superar inhibidores internos (por ejemplo, distorsiones cognitivas que le permiten justificar su conducta y superar su moralidad).
- Superar inhibidores externos (por ejemplo, tiene la oportunidad de estar cerca de un menor porque lo han dejado a su cargo).
- Superar la resistencia de la víctima (abusando de su confianza, sobornándole, culpándole, usando la fuerza…).
Escala de Calificación de la Psicopatía
Es el instrumento más utilizado para medir la psicopatía en adultos. Utiliza una entrevista semiestructurada e información colateral para medir rasgos comportamentales, afectivos e interpersonales relacionados con la concepción de la psicopatía. Existe una versión adaptada para adolescentes menores de 18 años: la PCL-YV.
Escala SARA
La SARA es una guía o protocolo, con formato de listado de chequeo clínico de los factores de riesgo para la violencia contra la pareja. Comprende 20 ítems identificados a partir de una revisión extensa de estudios empíricos y también en base a una revisión de trabajos realizados por profesionales clínicos de gran experiencia en la evaluación de hombres que abusaban o agredían a sus parejas.
Aplicaciones de la SARA
Las valoraciones de riesgo se realizan en alguno de los diferentes contextos:
- Antes del juicio: cuando alguien ha sido denunciado o detenido por actos relacionados con la violencia de pareja o bien la naturaleza de la denuncia o el historial del denunciado pueden determinar que antes del juicio no se le deba dejar en libertad ya que existe el riesgo inminente de lesionar o dañar a personas determinadas (su esposa, hijos…) o si, por el contrario, se debe considerar la posibilidad de dejarle en libertad antes del juicio pero con algunas restricciones, por ejemplo, con una orden de alejamiento.
- Antes de la sentencia: las valoraciones de riesgo se solicitan cuando ya se ha iniciado el juicio a un agresor. Si el agresor no ha sido declarado culpable todavía, los resultados de la valoración pueden ayudar a los jueces a decidir la medida o pena a aplicar considerando entre ellas la libertad condicional o la reclusión. Si el acusado ya ha sido condenado, estas valoraciones pueden ayudar a los jueces a decidir anteriormente entre medidas alternativas y a recomendar medidas de vigilancia (por ejemplo, orden de alejamiento).
- Situación carcelaria: después de la sentencia las valoraciones del riesgo pueden ser útiles a los técnicos penitenciarios que realizan los registros de la conducta del recluso en el contexto institucional o comunitario. Las valoraciones pueden utilizarse para el desarrollo de planes de tratamiento, así como para determinar la conveniencia o no de las visitas familiares, los contactos “vis a vis” o los permisos temporales.
- La excarcelación: en el caso de los agresores que han estado en prisión, las valoraciones de riesgo pueden ayudar a los técnicos de prisiones o los responsables del medio abierto a determinar la conveniencia o condiciones de la libertad condicional y también el plan de reinserción del interno al volver a la comunidad. Para un agresor que está ya residiendo en la comunidad y a punto de finalizar su relación con el sistema penitenciario, una valoración final del riesgo de violencia puede informar al equipo de tratamiento de la necesidad de informar del riesgo que representa esta persona antes de finalizar el caso oficialmente.