Evolución Urbana: De las Primeras Civilizaciones a la Edad Media
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Desarrollo de las Ciudades a Través del Tiempo
Las Primeras Civilizaciones Urbanas
Hace aproximadamente 5000 años, surgieron las primeras civilizaciones urbanas en siete regiones distintas del mundo:
- Valle del río Hoang-ho: Huixia, Anyang, Gaocheng
- Valle del Indo: Harapa, Mohenjo-Daro, Balatok
- Valles del Tigris y el Éufrates: Nínive, Babilonia, Ur, Uruk, Asur
- Valle del Nilo: Ilahun, Menfis, Giza, Tebas, Abidos
- Valle del Níger: Goa, Tombuctú
- Altas mesetas mesoamericanas: Tikal, Cocaxtlan, El Tajín, Tenochtitlán, Copán
- Alturas peruanas: Tiahuanaco, Pikimachay, Machu Picchu, Nazca
La Ciudad Clásica: Grecia y Roma
La ciudad clásica, principalmente la griega y romana, presenta una gran diversidad. Su forma y estructura dependen de la concepción del ámbito urbano que tenía la cultura que las creó. A pesar de su diversidad, estas ciudades tendían hacia una regularidad geométrica, a menudo ortogonal, como ya se observaba en Harapa y Mohenjo-Daro. En la antigüedad clásica, las ciudades griegas alcanzaron su máximo desarrollo en este aspecto. Generalmente, las casas se construían con adobe, ladrillo, madera y caña.
La Ciudad Griega
La polis, o ciudad-estado griega, se caracterizaba por un plano ortogonal, más regular cuanto más organizada estaba. Contaba con edificios y lugares públicos donde el pueblo se reunía, y donde se gestaron la democracia y la filosofía. Entre estos lugares destacaban los templos, el ágora y el mercado, que a veces estaba cubierto con soportales (la stoa). Se construyeron edificios administrativos y de ocio, como teatros y estadios. Hipodamo de Mileto, a quien Aristóteles atribuye la doctrina de la distribución lógica de la ciudad, aplicó un plano tópico en Mileto. Este plano se basaba en la disposición ortogonal de calles y manzanas, todas con la misma anchura, y una distribución lógica de los oficios. Los griegos fundaron colonias en el Mediterráneo, y este tipo de plano resultó muy útil para la construcción de ciudades de nueva planta. Ciudades como Mileto, Atenas, Esparta y Antioquía adoptaron esta tipología, modificada solo por la topografía. Siempre que era posible, el plano se orientaba de norte a sur, para que todas las viviendas tuvieran una fachada con vistas al sur. La casa griega se organizaba en torno a un patio central y, aunque solían ser de adobe, no eran de una calidad excepcional, ya que en Grecia se valoraba más la vida pública que la privada.
La Ciudad Romana
La ciudad romana, heredera directa de la griega, experimentó un desarrollo gradual e ininterrumpido durante todo el Imperio. Al igual que las griegas, tenían un plano ortogonal, lugares públicos para reuniones políticas y de ocio, templos y palacios, pero con diferencias notables. En un plano cuadrangular, no todas las calles eran iguales; dos calles principales, mucho más anchas, cruzaban la ciudad: el cardo (norte-sur) y el decumanus (este-oeste). Las demás calles eran más estrechas y se inscribían dentro de las manzanas. Esta disposición era típica de las ciudades nuevas, a menudo de origen militar. Sin embargo, las ciudades más antiguas, fundadas sobre poblados indígenas o a partir de casas rurales, tenían un núcleo central más irregular. Además de la herencia griega, la ciudad romana desarrolló su propia morfología. Los romanos se esforzaron por hacer del entorno urbano un lugar digno para vivir, implementando alcantarillado, acueductos, fuentes, puentes, termas, baños, pavimento, servicios de incendios y policía, mercados y todo lo necesario para una vida alejada del campo con refinamientos para mejorar la salud pública. Se construyeron edificios públicos para el gobierno, el culto y la diversión: palacios, templos, foros, basílicas, teatros, anfiteatros, circos, mercados y baños, todos de nueva planta. También se erigieron elementos ornamentales y conmemorativos, como columnas y arcos de triunfo. La casa romana era más cómoda que la griega, organizada también en torno a un patio, con pozo o piscina, y diversas estancias con diferentes funciones: dormitorios, recibidores, cocinas, caballerizas, habitaciones para esclavos, etc., dependiendo de la renta familiar. En Roma se construyeron edificios de viviendas de varias plantas, lo que indica que no todos los romanos tenían una casa típica, sino solo aquellos con buenos ingresos.
La Ciudad Medieval
Tras la caída del Imperio Romano y las invasiones bárbaras, surgieron en Occidente dos culturas con concepciones urbanas muy diferentes: el mundo islámico y el mundo cristiano, ambos con la religión como eje central de su civilización.
La Ciudad Islámica
La ciudad islámica reflejaba una sociedad introvertida y jerarquizada, con mínimas relaciones comunitarias. La vida se desarrollaba dentro de viviendas espaciosas y lujosas, con pocos vanos exteriores. El aspecto de la ciudad era austero, con escasos adornos. Damasco, Bagdad, El Cairo, Fez, Marrakech, Córdoba y Toledo son ejemplos de ciudades islámicas, ya sea de nueva planta o transformadas hasta el punto de no reconocer su morfología anterior. El callejero era irregular y estrecho, con calles sin salida y adarves, formando auténticos laberintos. Muchos barrios tenían puertas que se cerraban por la noche y en días festivos, aislándolos del resto de la ciudad. No había plazas, ni edificios públicos de diversión como teatros y circos. Los únicos lugares comunes eran los baños, el zoco y la mezquita. Existía una marcada segregación funcional del espacio, con barrios de carpinteros, teñidores, orfebres, zapateros, etc., y el zoco, situado en un barrio con calles estrechas y tortuosas, a veces cubiertas. A diferencia de las ciudades cristianas, en las ciudades islámicas había tiendas fijas y mercados permanentes, debido a su mayor población. Algunas ciudades superaban los 100.000 habitantes, y otras los 500.000, como Córdoba, Bagdad, Damasco, Toledo, Granada, Fez o Marrakech. Se trataba de una cultura urbana muy desarrollada, con una morfología uniforme que se extendía desde la península ibérica hasta la India. La ciudad estaba amurallada, con puertas donde se pagaban impuestos por las mercancías. La muralla encerraba la medina, y tras ella surgían arrabales especializados, donde se ubicaban los oficios no deseados dentro de la ciudad, como los curtidores. También existían ciudades fortaleza llamadas kasba, castillos con dependencias familiares, sin calles. La casa islámica, centro de la vida, tenía un patio ajardinado interior y dos tipos de estancias: las privadas o harén, y el salámlik para recibir visitas.
La Ciudad Cristiana
La ciudad medieval cristiana respondía a un modelo de relación social heredado de Roma y Grecia. Tendía a la regularidad geométrica y a adaptarse a la topografía. Aunque la intención no era la irregularidad, se encontraban varios tipos de planos básicos: circulares, lineales, bastidas (ortogonales), etc., generalmente adaptados a la topografía y en torno a un castillo. La servidumbre de los caminos interiores y la diferente estructura inicial de cada núcleo conformaban, con el tiempo, una ciudad irregular. El caserío era modesto, con vanos abiertos al exterior, y la calle era un lugar de convivencia, con pequeñas plazas, iglesias y plazas porticadas. En la sociedad medieval existía una profunda división entre la vida rural y la urbana. La vida urbana se caracterizaba por privilegios derivados de un sistema jurídico especial: el fuero. Este concedía a los villanos ciertos oficios, exenciones fiscales y la celebración de ferias y mercados. Las ciudades cristianas no eran muy grandes, con unos 15.000 habitantes, y mantenían una fuerte vinculación con el campo, ya que muchos de sus pobladores se dedicaban a tareas agrícolas. Con las murallas aparecían arrabales extramuros, inicialmente alejados para no dificultar la defensa. Sin embargo, la función militar no era la principal razón para construir murallas. Al igual que en las ciudades musulmanas, la segregación funcional del espacio era muy marcada. Los diferentes oficios se localizaban en calles y barrios específicos, donde los gremios controlaban la producción, la calidad, la venta y el acceso a la profesión. Las ciudades cristianas tenían una participación activa en su gobierno, a través de los ayuntamientos y la catedral, ejes de la política ciudadana. Algunas tenían acceso a las Cortes, que se reunían para homenajear al rey y conceder impuestos extraordinarios. La burguesía medieval, urbana y feudal, controlaba el gobierno de las ciudades. Uno de los lugares fundamentales era el mercado, situado en espacios abiertos como plazas con soportales o puertas de entrada. La fundación de ciudades y bastidas consistía en la concesión de un fuero que ofreciera ventajas sobre el medio rural y favoreciera la población de la urbe. También había ciudades espontáneas, creadas en cruces de caminos de grandes ejes económicos como el Camino de Santiago, ríos navegables, desembocaduras o límites de navegación, como en el Sena o el Rin.