Evolución Histórica de España: Desde Al-Ándalus hasta el Siglo XX
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El Sexenio Democrático
Los progresistas y demócratas pactaron, mediante el Pacto de Ostende, derribar a Isabel II y, más tarde, se les unió Serrano y la Unión Liberal. La crisis económica facilitó la participación de las masas populares en la revolución de 1868. La crisis política de la monarquía actuó como detonante final. Surgieron las juntas revolucionarias, disueltas por el gobierno provisional de Prim y Serrano. Se eligió por sufragio universal unas Cortes Constituyentes, donde obtuvo representación el Partido Republicano Federal, que aprobó la Constitución de 1869 (soberanía nacional, división de poderes, derechos y libertades del ciudadano, monarquía parlamentaria).
Como rey se escogió a Amadeo I de Saboya. En su breve reinado hubo de hacer frente a diversos problemas: asesinato de Prim, oposición de los monárquicos tradicionales, de los alfonsinos, del republicanismo federalista, agitaciones obreras y crisis colonial.
Tras el fracaso de Amadeo de Saboya se estableció la I República (1873-1874), que tuvo cuatro presidentes (Figueras, Pi y Margall, Salmerón, Castelar) y acabó con el golpe militar del general Pavía. La I República contó con la oposición de los sectores conservadores, los carlistas y los alfonsinos. Además, entre los partidarios hubo divisiones (federalistas, unionistas) y confusión sobre los objetivos políticos. Se aprobó una nueva constitución (1873), se abolió la esclavitud y se suprimieron las quintas. La República hubo de hacer frente a las tensiones sociales (campesinos sin tierra de Andalucía, reivindicaciones obreras), insurrección cantonal, la guerra en Cuba y una nueva guerra carlista. Cánovas preparó la vuelta de los Borbones (manifiesto de Sandhurst), pero fue el golpe de Martínez Campos el que permitió la llegada de Alfonso XII como nuevo rey.
La dimensión internacional de la Guerra Civil (1936-1939)
La defensa de la República se identificó con la defensa de la democracia, y los antifascistas de otros países apoyaron a la República entendiendo que así luchaban contra el fascismo europeo. Francia y Gran Bretaña impulsaron el Comité de No-Intervención, donde estaban los principales países europeos. La República contó con el apoyo de la URSS y de las brigadas internacionales. Los sublevados dispusieron de la asistencia de Alemania e Italia.
El Frente Popular
En el Frente Popular participaron los partidos y sindicatos más significativos de la izquierda (enero 1936). El programa incluía la amnistía para los condenados por los sucesos de 1934 y la recuperación de las líneas de actuación del bienio azañista (reforma agraria, estatuto catalán, educación…). La campaña electoral fue muy radical y en las elecciones (febrero 1936) venció el Frente Popular, pasando Azaña a presidir la República. Se liberó a los presos políticos y se activaron de nuevo las reformas iniciadas en el bienio reformista: estatutos de autonomía, reforma agraria… La inquietud social y la violencia en las calles aumentaron.
Al-Ándalus
Los musulmanes denominaron Al-Ándalus al territorio hispano que conquistaron. Esta sociedad islámica permaneció desde principios del siglo VIII hasta finales del siglo XV, conociendo tres períodos políticos fundamentales: emirato independiente, califato y reinos de Taifas. Las victorias cristianas consiguieron que, desde mediados del siglo XIII, Al-Ándalus quedara reducido a Granada. Los soberanos andalusíes ejercieron un poder absoluto, concentrando la máxima autoridad política y religiosa.
En cuanto a su organización económica y social, cabe destacar la importancia que tuvieron las ciudades. Córdoba fue un gran centro cultural, sobre todo durante la época del Califato. En la agricultura destaca el impulso a los regadíos y la difusión de nuevos cultivos (agrios, arroz, algodón, azafrán). Su cultura estuvo influida por la religión, que impregnaba toda la vida pública. Tras ocho siglos de convivencia más o menos pacífica, la cultura islámica dejó huella. Actuaron como transmisores de conocimientos, sobre todo del mundo helenístico y del Oriente. Nuestro léxico todavía conserva palabras de origen árabe y la huella de su arte se aprecia en construcciones tan notables como la mezquita de Córdoba, la Alhambra de Granada o la Aljafería de Zaragoza.
El trabajo de los indígenas americanos tras la conquista: las encomiendas
Los españoles en América aspiraban, entre otras cuestiones, a sacar rendimiento de la conquista y esto no se podía hacer sin el trabajo de los indígenas. Sin embargo, una buena parte de éstos, no habituados al trabajo regular, no estaban dispuestos a trabajar voluntariamente, por lo que fue necesario obligarles. La encomienda suponía la entrega, por parte de la Corona, de un número de indios a un español en calidad de fuerza de trabajo. Así ocurrió en las Antillas, mientras en el continente, fundamentalmente, en lugar de repartir indios, se adjudicaron a los encomenderos los tributos de un cierto número de indígenas.
Los encomenderos tenían obligación de instruir y evangelizar a los indios, pero reunir en un mismo instrumento la cristianización de los indígenas y la explotación de su fuerza de trabajo resultó un fracaso. Los misioneros (Montesinos, Las Casas…) denunciaron la explotación del indio y fueron escuchados en España, contribuyendo así a la mejora paulatina de la situación del indígena americano.
La Inquisición
Fue un tribunal eclesiástico encargado de la persecución de la herejía, que se desarrolló en Europa a partir del siglo XII. La Inquisición española tiene una larga vida, que se extiende desde 1479 hasta 1834. La Inquisición desarrollada por los Reyes Católicos jugó un papel político, siendo un poderoso instrumento de control social al servicio del Estado monárquico. Estuvo vinculada al Estado y a la cabeza de la organización estaba el Inquisidor general y el Consejo Supremo. El territorio quedó dividido en distritos, en cada uno de los cuales había un tribunal. Sus procedimientos judiciales (proceso secreto, delación anónima…) y sus consecuencias (graves penas, confiscaciones, infamia…) generaban miedo y la convirtieron en una institución temible. Al principio se ocupó de los judeoconversos, después de los moriscos y, desde mediados del XVI, de los cristianos viejos, tratando de conformar un modelo de religiosidad homogéneo en todo el país.
La Ilustración
La introducción de las ideas ilustradas en España fue lenta y tardía, sin duda por la falta de una pujante burguesía y las resistencias de sectores eclesiásticos y aristocráticos. Los ilustrados fueron un grupo reducido de intelectuales (Feijoo, Campomanes, Jovellanos, Aranda, Olavide, Floridablanca…) que analizaron la problemática de la nación y propusieron reformas con el objetivo de superar el atraso del país. De su seno, tras la correspondiente evolución, surgirá el pensamiento liberal que triunfará en el siglo XIX. Critican a la Iglesia, pero aspiran a una práctica religiosa más rigorista y defienden la capacidad del rey para intervenir en asuntos eclesiásticos (regalismo). Por otro lado, confían en el impulso reformista de la monarquía.
Entre las preocupaciones de los ilustrados está la educación, pues sólo la cultura podía sacar al país del atraso. En este terreno se enfrentaron a la Iglesia, que controlaba la educación, y defendieron la necesidad de una enseñanza útil y práctica, abierta a las nuevas ciencias y a las novedades del extranjero. El atraso económico también les preocupó y censuraron el fuerte predominio de la propiedad aristocrática y eclesiástica, el excesivo control estatal de las actividades económicas y el desconocimiento de los nuevos avances técnicos que se divulgaban por Europa. Los ilustrados criticaron los privilegios de la nobleza o el elevado número de eclesiásticos y defendieron la dignidad de los oficios mecánicos (fin de la deshonra legal del trabajo).
Características del Antiguo Régimen
La expresión Antiguo Régimen designa al período de la historia anterior a la Revolución Francesa, a las revoluciones liberales y a la industrialización. Se caracteriza por la monarquía absoluta como forma de gobierno, aunque mediatizada por la fuerte presencia de la Iglesia en la vida pública (regulación del matrimonio, importancia de la jurisdicción eclesiástica, diezmos, primicias…) y la existencia de instituciones representativas de los distintos estamentos (Cortes). La economía es fundamentalmente agraria, con una gran presencia de la nobleza y la Iglesia como propietarios. Además, los patrimonios de la nobleza están vinculados, no pueden venderse (mayorazgos), lo que dificulta el acceso a la tierra de los campesinos. Una buena parte de los campesinos vivían en señoríos, sometidos a la jurisdicción de los señores y debiendo abonar los correspondientes tributos por el uso de la tierra. La industria es artesanal y el comercio tiene serios obstáculos debido a la lentitud y carestía de los medios de transporte. La sociedad se basa en el privilegio, en la desigualdad jurídica de los grupos privilegiados (nobleza, clero), y en el nivel económico de las personas, cuestiones no siempre coincidentes. Su fin llegó con la irrupción del liberalismo y el triunfo del capitalismo.
La II República
La II República se proclamó tras las elecciones municipales del 12 de abril de 1931. Atravesó por tres fases. Durante el bienio reformista (1931-1933) se aprobó la Constitución de 1931 (libertad religiosa, libertad de expresión, asociación, reunión, derecho de autonomía, separación Iglesia-Estado...). El gobierno presidido por Azaña realizó importantes reformas: reforma religiosa (divorcio, matrimonio civil, secularización de cementerios...), reforma militar (retiro voluntario, supresión de las capitanías y de la Academia General militar...), reforma agraria (Ley de Reforma Agraria...), reformas sociales (seguros sociales, rebaja de la jornada...), reforma de la educación (nuevas escuelas, incremento del número de maestros, misiones pedagógicas...) y reforma del Estado (estatutos de autonomía de Cataluña y País Vasco). En las elecciones de 1933 triunfó la derecha (CEDA) (1934-1936), que inició una marcha atrás en las reformas del período anterior y excarceló a los militares sublevados en 1932 (Sanjurjo). En octubre de 1934 se produjo un movimiento revolucionario (Madrid, País Vasco…) y la Generalitat de Cataluña (Companys) proclamó el estado catalán en el marco de la república federal española. Los sucesos más graves fueron los de Asturias.
Las siguientes elecciones (febrero 1936) las ganó el Frente Popular, en el que participaron los partidos y sindicatos más significativos de la izquierda (enero 1936). El programa incluía la amnistía para los condenados por los sucesos de 1934 y la recuperación de las líneas de actuación del bienio azañista (reforma agraria, estatuto catalán, educación…). Azaña pasó a presidir la República. Se liberó a los presos políticos y se activaron de nuevo las reformas iniciadas en el bienio reformista: estatutos de autonomía, reforma agraria… La inquietud social y la violencia en las calles aumentaron.
El fin del imperio colonial
A comienzos del XIX España pierde sus colonias, con la excepción de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. El fin de siglo verá aumentar la tensión entre las colonias y la metrópoli, a lo que contribuyó la lenta aplicación de las reformas prometidas en la paz de Zanjón (1878), la explotación del mercado colonial cubano en beneficio de la metrópoli, la política arancelaria, que dificultaba el comercio de Cuba con Estados Unidos, y el afán expansionista de estos últimos. En 1895 comenzó la insurrección cubana, con José Martí al frente; en Filipinas, olvidada por España, también se levantaron. Estados Unidos, en 1898, entró en la guerra y derrotó a España. La derrota generó frustración en España, despertó la conciencia crítica y provocó la pérdida de los mercados coloniales.
La desamortización
La desamortización de Mendizábal pretendió liquidar las formas de propiedad feudal, desmantelar el poder económico de la Iglesia, impulsar una nueva clase de propietarios vinculados al Estado liberal y reunir fondos para hacer frente a la guerra carlista. Consistió en la venta de bienes de los monasterios y conventos en pública subasta. Sus consecuencias fueron que los bienes pasaron a manos de la burguesía (también de la nobleza, hacendados rurales, funcionarios), se dispersó y perdió una parte del patrimonio documental y artístico, además de resultar escasamente eficaz para resolver el problema de la estructura de propiedad de la tierra. No se propició la creación de una clase de medianos propietarios.
Al-Ándalus
Los musulmanes denominaron Al-Ándalus al territorio hispano que conquistaron. Esta sociedad islámica permaneció desde principios del siglo VIII hasta finales del siglo XV, conociendo tres períodos políticos fundamentales: emirato independiente, califato y reinos de Taifas. Las victorias cristianas consiguieron que, desde mediados del siglo XIII, Al-Ándalus quedara reducido a Granada. Los soberanos andalusíes ejercieron un poder absoluto, concentrando la máxima autoridad política y religiosa.
En cuanto a su organización económica y social, cabe destacar la importancia que tuvieron las ciudades. Córdoba fue un gran centro cultural, sobre todo durante la época del Califato. En la agricultura destaca el impulso a los regadíos y la difusión de nuevos cultivos (agrios, arroz, algodón, azafrán). Su cultura estuvo influida por la religión, que impregnaba toda la vida pública. Tras ocho siglos de convivencia más o menos pacífica, la cultura islámica dejó huella. Actuaron como transmisores de conocimientos, sobre todo del mundo helenístico y del Oriente. Nuestro léxico todavía conserva palabras de origen árabe y la huella de su arte se aprecia en construcciones tan notables como la mezquita de Córdoba, la Alhambra de Granada o la Aljafería de Zaragoza.
Mudéjares y moriscos
Conocemos con el nombre de mudéjares a los musulmanes sometidos a los poderes cristianos tras el avance de éstos sobre territorio de Al-Ándalus. Se les permitió conservar su religión, sus costumbres, su cultura y se organizaron en aljamas que gozaron de la protección real. A lo largo de siglos hubo una coexistencia respetuosa entre cristianos y musulmanes. No obstante, son poblaciones sometidas a una cierta segregación social y a unas cargas fiscales mayores que las soportadas por la población cristiana. Con el tiempo, la tolerancia religiosa declinó, especialmente tras la toma de Granada, y se caminó hacia la unidad religiosa. La impronta mudéjar se aprecia en la arquitectura, con ejemplos sobresalientes en Aragón (Seo de Zaragoza, torres mudéjares de Teruel…). A comienzos del siglo XVI fueron obligados a convertirse al cristianismo, momento a partir del cual se les denomina cristianos nuevos o moriscos. El proceso de integración avanzó en algunas regiones, pero la presencia de los piratas berberiscos y de los turcos como enemigos de la monarquía, les hizo sospechosos. Fueron expulsados a comienzos del siglo XVII por el rey Felipe III, alegando su condición de malos cristianos y de potenciales aliados de los turcos. La medida afectó gravemente a Valencia y Aragón, dejando multitud de pueblos vacíos que fue necesario repoblar.
La Inquisición
Fue un tribunal eclesiástico encargado de la persecución de la herejía, que se desarrolló en Europa a partir del siglo XII. La Inquisición española tiene una larga vida, que se extiende desde 1479 hasta 1834. La Inquisición desarrollada por los Reyes Católicos jugó un papel político, siendo un poderoso instrumento de control social al servicio del Estado monárquico. Estuvo vinculada al Estado y a la cabeza de la organización estaba el Inquisidor general y el Consejo Supremo. El territorio quedó dividido en distritos, en cada uno de los cuales había un tribunal. Sus procedimientos judiciales (proceso secreto, delación anónima…) y sus consecuencias (graves penas, confiscaciones, infamia…) generaban miedo y la convirtieron en una institución temible. Al principio se ocupó de los judeoconversos, después de los moriscos y, desde mediados del XVI, de los cristianos viejos, tratando de conformar un modelo de religiosidad homogéneo en todo el país.
Los señoríos
El señorío supone el dominio sobre tierras y hombres, delegado por el rey en otras personas o colectivos. El titular acumula jurisdicción, rentas y, casi siempre, patrimonio. Los titulares de los señoríos pueden ser nobles o eclesiásticos (órdenes militares, abades, obispos, cabildos, monasterios…).
En virtud del señorío jurisdiccional los señores nombraban a las autoridades locales, ejercían la justicia y cobraban tributos. Era una fuente de poder político y económico. El señorío jurisdiccional va acompañado de la existencia de derechos de propiedad sobre una parte de la tierra, lo que se traduce en el cobro de unos cánones por el uso de la misma por parte del campesino. Los señoríos se originan en la Edad Media, frecuentemente como donaciones reales para pagar la colaboración en la Reconquista. Durante la Edad Moderna la creación de nuevos señoríos suele hacerse por medio de la enajenación de tierras de realengo. El resultado fue que miles de pueblos quedaron fuera de la autoridad directa de la corona. Fueron abolidos a comienzos del siglo XIX por los liberales.
Los decretos de Nueva Planta y el fin del foralismo
Tras la muerte de Carlos II sin descendencia se planteó un problema sucesorio, que llevó a la Guerra de Sucesión, donde se enfrentaron los dos pretendientes al trono, Felipe de Anjou y el Archiduque Carlos, apoyados por las distintas potencias europeas, dado que el conflicto se internacionalizó. El triunfo de Felipe V supuso, siguiendo el modelo francés, una reorganización del Estado, que implicó una centralización política y administrativa. Con los decretos de Nueva Planta desaparecieron las instituciones políticas propias de los diversos territorios forales (Cortes, Diputación, Justicia), con la excepción del País Vasco y Navarra. Sólo pervivieron los fueros civiles en algunas regiones, como es el caso de Aragón.
Los Borbones establecieron una estructura político-administrativa uniforme y centralista en todo el territorio, basada en el modelo de Castilla, lo que favoreció el absolutismo monárquico.