Evolución de la Escultura y Pintura en el Arte Europeo: Del Gótico al Renacimiento
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La Escultura Gótica: Portadas y Retablos
La portada gótica sigue cumpliendo la misma función catequética y docente que ejerció durante el Románico. Los sencillos, los ignorantes, aprendían con los ojos casi todo cuanto sabían por la fe. Las diferencias con respecto a la Alta Edad Media hay que buscarlas en la supremacía de la escultura sobre los elementos arquitectónicos que configuran el portal, en la masiva presencia de imágenes, en la novedad de los temas y en su composición naturalista. En 1155, aparece en el Pórtico Real de Chartres un cortejo de reyes y reinas del Antiguo Testamento, como estatuas-columna que ocultan las jambas. Otra innovación que enmascara la estructura arquitectónica son las arquivoltas (moldura sobresaliente de la curva de un arco) esculpidas que contornean el tímpano con la representación de las Artes Liberales, los signos del Zodíaco y un calendario con los trabajos que se realizan en los doce meses del año. Comienza a desplegarse un exuberante ornato floral, en el que las ramas, los tallos de rosal y los sarmientos de la vid cubren de vegetación los perfiles tectónicos. La invasión de imágenes se explica por la necesidad narrativa, por el apuntamiento ojival del tímpano, y por hacer concordar el número de portadas con las naves transversales y longitudinales del templo, lo cual obliga a decorar seis accesos en los brazos del transepto y tres en la fachada de los pies. La piedad popular rinde culto en las portadas a los santos protectores contra la enfermedad y la peste, a los mártires milagreros y a los patronos de las ciudades; pero la principal fuente de inspiración es el Nuevo Testamento. Los doce Apóstoles, los cuatro Evangelistas (Mateo, Marcos, Lucas y Juan). El Beau Dieu, un Cristo humanizado. Este Salvador, que parece decir (Yo soy la puerta y aquel que por mí entre será salvado), es, en Reims, el Redentor que sufre, que bebe en el Huerto de los Olivos el amargo cáliz de la Pasión, que es despojado de sus vestiduras y que padece el sangriento martirio de la crucifixión, como se observa en el Cristo del Santísimo o del Cementerio, en el Ayuntamiento de Gibraleón (Huelva). Lógicamente, la humanización de Jesús magnifica a la Virgen que le había encarnado. La mayoría de las catedrales francesas, alemanas y españolas están consagradas a Santa María. Notre-Dame de París le dedica cuatro puertas, desde la presentación de la Virgen niña en el templo hasta su gloriosa Asunción y Coronación. Sus frecuentes milagros y apariciones durante el siglo XIII la habían aproximado tanto a los hombres, que en la Virgen Blanca de Toledo aparece como una doncella coqueta, que sostiene al Niño en brazos, gira la cabeza y sonríe. La composición de estas imágenes marianas, levemente arqueadas y animadas de viveza, inauguraba el naturalismo gótico. Dentro del templo, los fieles continúan adoctrinándose al contemplar el retablo que decora la capilla principal. Se concibe como una portada interior, confeccionada en madera policromada. La principal causa de este desarrollo debe buscarse en la necesidad de embellecer el altar mayor, que había quedado desnudo tras el cambio operado en la liturgia española, pues las autoridades eclesiásticas habían determinado desplazar la sillería coral desde el presbiterio a la nave central. El programa iconográfico que reciben los retablos puede ser pictórico o escultórico, y la disposición que adoptan las tablas y los relieves es la de casillero. Cataluña optó por los retablos pintados, durante la segunda mitad del siglo XIV el taller barcelonés de los hermanos Serra surtió de obras a toda la región; el estilo de las tablas apunta al Trecento italiano. Castilla prefirió los retablos escultóricos flamencos. A lo largo del siglo XV, Bruselas, Malinas y Amberes se convierten en centros de exportación de retablos, inaugurando en Europa un comercio artístico con puntos de venta en las ferias de Medina del Campo, Medina de Rioseco y Villalón. En 1481, el alemán Pyeter Dancart trazaba el de la catedral de Sevilla, cuya colosal envergadura lo convierte en el más grande del cristianismo.
La Escuela Sienesa y Simone Martini
Los teóricos medievales de arte entendían por manera griega la imitación de los mosaicos bizantinos, es decir, la representación de iconos recortados sobre fondos dorados. Los pintores sieneses lo regeneraron con las novedades caligráficas del gótico, que les llegaban de Francia a través de la exportación de marfiles y miniaturas. Simone Martini expresó la síntesis de ambas corrientes, produciendo un arte preciosista. Mezcló el arte bizantino con las novedades del gótico. Sus primeras obras fueron encargos municipales para decorar al fresco el salón de plenos del Ayuntamiento de Siena. En 1315 realizaba la Maestá, un icono de la Virgen bajo palio, rodeada de los santos locales, y enfrente de esta representación mariana, la imagen del condotiero Guidoriccio da Fogliano, que había salvado la independencia de la república sienesa, repeliendo la invasión de la vecina ciudad de Lucca. La obra cumbre de Martini es el retablo de La Anunciación, en la Catedral de Siena, donde funde el convencional fondo de oro bizantino con la línea ondulante del gótico francés, visible en las refinadas y elegantes siluetas del ángel y de María.
La Escuela Florentina y Giotto
En Florencia la lírica se transforma en drama. Giotto rompe con la manera griega y abre las puertas de la manera latina: un lenguaje pictórico moderno, en el que triunfa el volumen plástico, la realidad del paisaje y la gravedad humana. Estas novedades comienzan a materializarse en las Historias franciscanas de la Basílica de Asís: veintiocho frescos que pinta sobre la vida del Poverello, las figuras se destacan con colores y formas macizas. En los fondos, el paisaje se dilata; en algunas escenas incorpora animales y en otras aparece la arquitectura con edificios cortados a propósito, para que el devoto compruebe la acción que se desarrolla en su interior. El prestigio alcanzado en Asís motivó que la burguesía toscana reclamara sus servicios para decorar las capillas funerarias que poseían. Pinta la de Enrico Scrovegni, con episodios evangélicos donde los personajes individualizan ya sus expresiones, intercambiándose miradas y gestos de gran contenido dramático. A partir de Giotto, la pintura mural se convierte en una conquista italiana, en la misma medida que la vidriera será un logro francés y el retablo, una producción española.
Los Primitivos Flamencos: Van Eyck, Roger van der Weyden y El Bosco
Las obras de los Van Eyck reflejan el realismo que reclamaba la burguesía afincada en las ciudades comerciales de Brujas, Gante y Lovaina. Observación concreta del hombre y de la naturaleza, la invitación a palpar los objetos cotidianos y la toma de conciencia de su peso. Todo ello captado con la técnica revolucionaria del óleo secante y plasmado en tablas ensambladas de roble. El uso de la perspectiva y el sombreado terminó por dar a los cuadros un efecto tridimensional. Nada sabemos de Huberto y su personalidad es un enigma. El perfil biográfico y artístico de Juan van Eyck es más preciso. Juan, siendo ya un pintor consagrado, entra al servicio del duque de Borgoña, que lo envía como diplomático a varias misiones, se desplaza a Portugal para retratar a la princesa Isabel, prometida de su señor. La pintura es remitida a Flandes para que el duque conozca la apariencia de su novia y, mientras se espera su respuesta afirmativa o negativa al enlace, Van Eyck peregrina a Compostela, visita al rey de Castilla en Valladolid y al monarca nazarí en Granada. Abandona la península Ibérica con el séquito matrimonial y se establece en Brujas, donde firma sus encargos, pinta la prodigiosa Virgen en una Iglesia y se convierte en uno de los artistas más grandes de todos los tiempos. Pieza maestra en la historia del arte es el Políptico del Cordero Místico, en la parte superior una suntuosa visión de Dios entronizado, flanqueado por la Virgen y el Bautista, Adán y Eva, y dos coros de ángeles cantores y músicos, mientras en el cuerpo bajo se despliega un desfile de reyes, caballeros, profetas, obispos y santos que convergen hacia el Cordero, símbolo eucarístico del sacrificio de Cristo, que derrama su sangre en un cáliz. Este gran conjunto ofrece dos características: la composición simbólica y la exactitud meticulosa de las telas, las joyas, el vidrio, los metales y las flores del paisaje. El matrimonio Arnolfini es un cuadro de interior que representa el rito nupcial. El italiano Arnolfini fue un banquero, un hombre de negocios de Lucca que se acomodó en Brujas, donde promete fidelidad a su esposa en la alcoba de su mansión. Los dos hombres que se reflejan en el espejo convexo del fondo son los testigos de la boda, siendo uno de ellos el propio pintor, que firma el cuadro con la leyenda: Juan van Eyck estuvo aquí. La ceremonia del enlace se manifiesta también en la única vela encendida que porta la lámpara de seis brazos que cuelga del techo, pues simboliza el cirio con el que el padrino alumbra al sacerdote durante el oficio sacramental. En el siglo XVI este cuadro vendría a España, donde permaneció en las Colecciones Reales hasta la invasión francesa. En obras sucesivas, Van Eyck crea un tipo de retrato religioso, en el que el cliente y los seres divinos entablan una sacra conversación dentro de un espacio irreal. En La Virgen del canciller Rolin, vemos a este alto dignatario, jurista y diplomático orando en el reclinatorio de su capilla doméstica delante de la Virgen. En la Virgen del canónigo van der Paele, el eclesiástico es presentado a María por San Jorge y San Donaciano. El arte de Juan van Eyck fue admirado en toda Europa. El testigo de los Van Eyck iba a ser recogido en el segundo y tercer tercio del siglo XV por dos artistas, Weyden y Bosco. Roger van der Weyden fue el maestro más prestigioso de Flandes en los años centrales del siglo XV. Se estableció en Bruselas como pintor municipal. Se especializó en la representación de dos temas dolorosos de la Virgen al pie del Calvario: la Quinta Angustia y la Piedad. En la Quinta Angustia expresa el desmayo de María durante el descendimiento de Cristo, al no poder controlar sus emociones. En las pinturas de la Piedad plasma la desolación de una madre mientras abraza compasivamente el cadáver maltrecho del hijo, que yace sobre sus rodillas. Sus composiciones se ordenan siguiendo un eje de simetría vertical y construye a los personajes en relieve. Les viste con ropajes que se doblan en pliegues quebrados y les retrata con rostros compungidos bañados en lágrimas. La brillantez del colorido, el minucioso detallismo y la intensa devoción que suscitaban sus obras le dio fama internacional e hizo que fuese muy apreciado por la monarquía española. De los pintores flamencos el favorito de Felipe II fue El Bosco. Utiliza una técnica miniaturista y un lenguaje simbólico, inspirado en los refranes y canciones populares, que en su época era de fácil interpretación. A partir de estas alegorías, forja una visión pesimista de la existencia humana, donde la salvación sólo es posible mediante el control de las pasiones. El Carro del heno y El Jardín de las delicias son dos trípticos que resumen la filosofía moralizante del Bosco. Ambos conjuntos presentan, en el panel izquierdo, el Paraíso Terrenal en el último día de la Creación, donde el hombre gozará de una existencia feliz hasta la pérdida de la gracia por el engaño del demonio. En el centro refleja los pecados capitales. Finalmente, en la puerta derecha de los trípticos representa el Infierno y la condenación eterna, destierro reservado a quienes se dejan seducir por la avaricia y los excesos carnales. La producción de El Bosco transcendió la esfera moralizante con temas de la pasión, en los que Cristo aparece rodeado por sayones caricaturescos y asuntos cotidianos como en El prestidigitador, profundizó en la demencia y sus efectos sobre el cerebro humano con títulos como La extracción de la piedra de la locura (Museo del Prado, Madrid) y La nave de los locos (Louvre, París). Sus fantasías y su imaginación fueron reivindicadas por los artistas y científicos del siglo XX.