Evolución del Arte y Arquitectura en España: Mezquita de Córdoba, Alhambra y Catedral de Santiago

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Mezquita de Córdoba

La Mezquita de Córdoba es una obra emblemática del arte hispanomusulmán y símbolo del esplendor de Al-Ándalus. Este estilo surgió tras la llegada del Islam a la península en 711, estableciendo Córdoba como capital. Durante su dominio, que abarcó desde el Emirato dependiente de Damasco (711-756) hasta el Reino Nazarí de Granada (1238-1492), destacó el Califato de Córdoba en el siglo X, su periodo de mayor esplendor bajo Abd al-Rahman III. La construcción de la Mezquita de Córdoba comenzó entre 786 y 788 por Abd al-Rahman I sobre la basílica de San Vicente, ampliándose hasta el siglo X. Siguiendo el esquema islámico, se dividía en tres partes: el sahn (patio porticado con fuente de abluciones), el haram (sala de oración con el mihrab) y el alminar (torre para la llamada a la oración). El haram original tenía doce crujías transversales y once naves longitudinales, con arquerías de doble altura y dovelas bicromáticas de piedra y ladrillo, inspiradas en el Acueducto de Mérida. El edificio sufrió varias ampliaciones: Abd al-Rahman II añadió más crujías al haram; Abd al-Rahman III renovó el patio y construyó un nuevo alminar prismático; Al-Hakam II destacó con un mihrab decorado con mosaicos bizantinos, amplió la maqsura y añadió cúpulas nervadas. Finalmente, Almanzor amplió el edificio hacia el este, añadiendo ocho naves que descentraron el mihrab, pero mantuvieron la unidad estética del conjunto. La decoración de la mezquita sigue los principios islámicos, que prohíben la representación de figuras humanas y divinas. En su lugar, se utilizan motivos geométricos, vegetales estilizados (ataurique) y epigráficos, con inscripciones cúficas y nasjí. Los mosaicos dorados del mihrab, realizados por artesanos bizantinos, destacan como un ejemplo de la riqueza ornamental del edificio. De esta forma, la Mezquita de Córdoba se erige como uno de los máximos exponentes del arte califal, adaptándose a las necesidades religiosas y estéticas de su tiempo sin perder la coherencia arquitectónica en sus sucesivas ampliaciones.

Alhambra

La Alhambra, ubicada en Granada, es una de las obras más representativas del arte nazarí, surgido tras la disolución del Imperio almohade y la fundación de la dinastía nazarí en 1237 por Muhammad I. Esta dinastía logró conservar su territorio gracias a una política de vasallaje con los reinos cristianos, lo que permitió su dominio durante más de dos siglos. La Alhambra refleja el esplendor y la sofisticación del arte nazarí, considerado el máximo exponente del arte medieval en Al-Ándalus.

La Alhambra se divide en tres zonas:

  • La alcazaba militar, que se encuentra en la parte más alta del cerro de la Sabika.
  • Los palacios reales, que eran residencias de la corte nazarí.
  • Una ciudad autónoma, donde vivían funcionarios, artesanos y otras clases, y que contaba con infraestructuras como mezquitas, baños públicos y la Casa de la Moneda.

El primer sultán nazarí, Muhammad I (1238-1273), centró sus esfuerzos en la construcción de la alcazaba y la Torre de la Vela, además de garantizar el abastecimiento de agua con una acequia del río Darro. Durante el reinado de Muhammad II (1273-1302), se construyó el Generalife, un pabellón de recreo y finca agrícola. Los sultanes Yusuf I (1333-1354) y Muhammad V (1354-1391) realizaron reformas clave, consolidando el estilo nazarí y transformando la Alhambra en su forma definitiva.

El Cuarto de los Leones, ordenado por Muhammad V, es uno de los elementos más destacados de la Alhambra. Este patio tiene una fuente central rodeada por doce leones que expulsan agua, simbolizando los dones del sultán y sus guerreros leales. Se caracteriza por columnas delgadas con capiteles de ataurique o mocárabes, y está rodeado por varias salas, como la Sala de Mocárabes, la Sala de los Reyes, la Sala de los Abencerrajes y la Sala de las Dos Hermanas, cada una con detalles decorativos únicos.

Catedral de Santiago de Compostela

Santiago de Compostela es un ejemplo destacado del arte románico, desarrollado entre los siglos XI y XII, en una Europa marcada por la fe cristiana y las peregrinaciones. Fue uno de los cinco grandes destinos de peregrinación medieval, junto con Roma y Jerusalén. Según la tradición, el apóstol Santiago predicó en España y, tras su martirio, sus discípulos trasladaron su cuerpo a Galicia. En el siglo IX, un ermitaño identificó su tumba al ver unas luces (campus stellae), lo que llevó a la fundación de Compostela como un importante centro de culto. La catedral, de gran tamaño, fue diseñada para albergar a los numerosos peregrinos.

La arquitectura románica se caracteriza por el uso de bóvedas de cañón, arcos fajones que refuerzan la estructura, contrafuertes exteriores y bóvedas de arista en las naves laterales. La Catedral de Santiago sigue estos principios con una planta de cruz latina, simbolizando el cuerpo de Cristo: el ábside representa su cabeza, el transepto sus brazos y el crucero su corazón. Además, se usan arcos formeros para separar las naves y tribunas en las laterales para ampliar su capacidad.

Uno de los elementos más destacados de la catedral es el Pórtico de la Gloria, obra del Maestro Mateo en el siglo XII. Este pórtico, compuesto por tres grandes arcos, presenta en el tímpano central a Cristo Juez, rodeado por el Tetramorfos, que representa a los cuatro evangelistas con figuras animales: un hombre (Mateo), un león (Marcos), un toro (Lucas) y un águila (Juan). Estos animales simbolizan los aspectos fundamentales de Cristo: humanidad, realeza, sacrificio y divinidad. También se representan ángeles con los instrumentos de la pasión, y en el remate del pórtico, las imágenes de los elegidos y los bienaventurados. Las jambas del pórtico presentan estatuas-columnas de profetas a la izquierda y apóstoles a la derecha. La escultura destaca por su realismo y mayor naturalismo en comparación con otras obras del románico. En resumen, la Catedral de Santiago de Compostela es un ejemplo destacado de la arquitectura y escultura románicas, diseñada con una función religiosa y didáctica. Su sólida arquitectura y la rica decoración escultórica del Pórtico de la Gloria servían para transmitir los principios cristianos a una población mayoritariamente analfabeta, consolidándola como uno de los principales centros de peregrinación de la Edad Media.

Artes Plásticas Románicas: Escultura y Pintura

Las artes plásticas en el arte románico, especialmente la escultura y la pintura, se caracterizaban por su enfoque didáctico y moralizante, dirigido a una población mayoritariamente analfabeta. Estas manifestaciones artísticas cumplían la función de transmitir los mensajes religiosos de la Iglesia, actuando como “Evangelios pétreos o pictóricos”. La prioridad de la escultura y la pintura era la expresividad, por encima de la belleza o la proporción.

La escultura románica se centró en los tímpanos y capiteles historiados, que representaban escenas bíblicas y servían para enseñar valores cristianos. Un ejemplo destacado es la puerta de las Platerías en la Catedral de Santiago de Compostela, que tiene doble arco y doble tímpano. En los registros se representan escenas como la flagelación de Cristo, la coronación de espinas y la curación de los ciegos, con la adoración de los Magos en el registro superior (muy destruido). Además, las jambas presentan relieves reutilizados, como la figura de rey David con un instrumento musical.

La escultura exenta románica representaba temas religiosos, como la Virgen con el Niño y el Cristo Crucificado. En la Virgen, aparece sentada con el Niño sobre su regazo, pero sin comunicación entre ambos. En el Cristo Crucificado, Jesús se muestra impasible al dolor, con cuatro clavos y una postura que resalta su naturaleza divina.

La pintura románica se encontraba principalmente en los frescos de las iglesias, especialmente en el ábside, donde se representaban escenas de la Maiestas Domini o Pantocrátor, con Cristo en el centro, sosteniendo el Evangelio y bendiciendo. A su alrededor, se hallan los símbolos de los cuatro evangelistas (Tetramorfos), los veinticuatro ancianos del Apocalipsis, ángeles y escenas del Juicio Final. Estas pinturas carecen de perspectiva, tienen fondos monócromos y utilizan líneas gruesas y colores intensos, aunque limitados.

En la Cripta de San Isidoro de León, las bóvedas están decoradas con escenas que van desde la Anunciación hasta la Crucifixión, acompañadas de ornamentación. Además, en los intradoses de los arcos se representan los meses del año, lo que aporta un enfoque simbólico y didáctico.

En resumen, las artes plásticas románicas, especialmente la escultura y la pintura, tenían una finalidad religiosa y educativa, transmitiendo las enseñanzas cristianas a una población mayoritariamente analfabeta. La escultura se centró en tímpanos y capiteles, mientras que la pintura se enfocó en frescos y representaciones del Pantocrátor y escenas bíblicas.

El Monasterio Medieval en el Arte Románico

El monasterio medieval en el arte románico se organizaba de forma funcional y simbólica, adaptada a la vida monacal. Ubicados en zonas rurales, cerca de ríos, los monasterios eran centros de trabajo y oración dirigidos por un abad o abadesa. La iglesia era el núcleo central, rodeada por dependencias como el claustro, la sala capitular, la biblioteca, el scriptorium, el refectorio, la cocina y los dormitorios. Además, contaban con enfermería, cementerio, bodegas, establos y hospedería.

Los monasterios cluniacenses tenían cabeceras semicirculares con absidiolos y deambulatorios, mientras que los cistercienses tenían cabeceras planas y sin decoración. Un ejemplo destacado en España es el Monasterio de Santo Domingo de Silos, en Burgos, conocido por su rica decoración escultórica en los capiteles y los ángulos del claustro.

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