Ética: Origen, Historia e Intelectualismo Moral
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La Ética
Definición de Ética y Moral
El término ética se deriva de la palabra moral, que proviene del latín mos, moris que significa "costumbre o modo de comportarse".
Durante mucho tiempo, ética y moral significaron prácticamente lo mismo: una parte de la filosofía que se ocupaba del estudio de los principios, valores y normas que regulaban la conducta libre de los seres humanos. Sin embargo, en la actualidad, ambos términos poseen significados diferentes:
El término ética lo utilizamos para referirnos a la ciencia de la moral. Es decir, al conjunto de reflexiones, teorías, leyes y explicaciones relacionadas con las normas, los principios y los valores que orientan la conducta humana.
Con el término moral, en cambio, nos referimos a dos aspectos del comportamiento humano:
- En primer lugar, al conjunto o catálogo de principios, valores y normas que regulan la conducta moral y que nos permiten distinguir cuándo los actos humanos son buenos (positivos) o malos (negativos).
- En segundo lugar, al estado de ánimo o disposición afectiva de carácter asertivo, en virtud del cual sentimos confianza y seguridad en nosotros mismos, en nuestras propias capacidades. Algo parecido a lo que queremos indicar cuando decimos de un futbolista o un atleta que "tienen muy alta la moral".
El Intelectualismo Moral
Sócrates defendía la importancia de definir los conceptos morales. Está claro, pensaba Sócrates, que solamente sabiendo qué es 'lo justo' podremos obrar con justicia. A esta manera de entender la moral, que influirá sobre autores posteriores, es a lo que se denomina Intelectualismo moral, y podemos definirla como la doctrina que identifica la bondad moral con la sabiduría.
Esta teoría moral es explicada por Sócrates del siguiente modo: Un zapatero es aquel que hace zapatos (el que los hace bien, se supone); pero, indudablemente, antes de hacerlo debe saber qué es un zapato, qué materiales ha de usar, y cómo unirlos. Sólo aquel que conoce estas cosas es zapatero, y cuanto mejor las conozca, mejor zapatero será; del mismo modo, nadie podrá realizar acciones, dictar leyes, dar consejos, etc., a los que se pueda llamar 'justos', si de antemano no conoce qué es la justicia.
El intelectualismo moral, interpreta el obrar 'moralmente mal' como el producto de la ignorancia de aquel que realiza dicho acto; de ahí que la recomendación socrática sería devolver a los delincuentes a la escuela y no encerrarlos en una cárcel. Esta teoría también entraña una doble paradoja pues:
- Todos conocemos situaciones en las cuales uno sabe lo que debe hacer y, sin embargo, no lo hace, es decir, a veces la instrucción –el saber– no va acompañado de la virtud. ¿Cómo se puede explicar esto?
- Además, desde la perspectiva del intelectualismo, una persona que conociera lo que es 'el bien' y actuara intencionadamente mal poseería mayor valor moral que aquel que obra bien sin saberlo –esto es, por pura casualidad–, ya que el primero conoce, a diferencia del segundo, lo que debe hacer aunque no lo haga.
Platón, uno de los filósofos más importantes de la Grecia antigua, asumió en lo esencial estas ideas de Sócrates y concibió la moralidad en estrecha relación con el conocimiento.
Origen Histórico de la Ética
La Ética en la Antigua Grecia
En la antigua Grecia alrededor del siglo VI a.n.e. surge la actividad racional y el pensamiento crítico, es decir, la filosofía (amor a la sabiduría).
Los primeros filósofos tratan de explicar el origen de la naturaleza (fisis, todo lo que hay) en ella misma.
La ética aparece en Atenas en el siglo V a.n.e. En esta época Atenas se convierte en una democracia y es entonces cuando se produce un giro en la filosofía, ya no se trata de buscar el origen de la fisis sino de investigar al ser humano, su comportamiento, su vida en la polis, la justicia… En esta época ética y política son lo mismo porque para los atenienses la vida pública era más importante que la vida privada.
En esta democracia directa se convierte en una cuestión crucial el uso de la retórica (es el arte de la elocuencia, del saber hablar, del saber convencer) para poder participar como ciudadano en las decisiones sobre la polis.
Los Sofistas y el Relativismo Moral
Los sofistas, que vivieron en el siglo V a.n.e., fueron los primeros maestros de la historia y se dedicaron a enseñar retórica a los jóvenes, los futuros ciudadanos atenienses. Enseñaban a quienes les pagaran por ello a hacer buenos discursos y a persuadir recurriendo a la palabra.
En el fondo, piensan los sofistas, lo importante es convencer a quienes tienen que votar o a quienes tienen que juzgarte (pues los griegos tenían que defenderse a sí mismos ante los tribunales) de que tu posición y tus ideas son las más adecuadas en ese momento. Bueno y malo son simples conceptos relativos. Bueno, malo, justo, injusto, honesto, deshonesto son simples opiniones que dependen de lo que los demás crean; es tarea de cada uno conseguir convencer a los demás de que efectivamente significan lo que yo creo, o lo que a mí me conviene que signifiquen. No existe, pues, un concepto definitivo y universal de lo que estos conceptos significan.
Las consecuencias de esta forma de pensar son bastante contundentes: en primer lugar cada cual puede pensar lo que desee; en segundo, no está obligado a mantener su opinión a lo largo del tiempo. Nadie posee la verdad, sólo la opinión favorable y el apoyo –mediante su voto– de los demás. Por ello, no es posible decidir entre las opiniones contrapuestas, cualquier opinión es igualmente legítima.
Para los sofistas, de hecho, cada individuo tiene sus propias normas y las podrá cambiar a su antojo según le interese o así se lo recomiende la situación. Lo mismo sucede con las leyes políticas.
Fueron los primeros pensadores griegos en estudiar las costumbres, los problemas culturales y las leyes morales. En sus consideraciones adoptaron una postura antropocéntrica, relativista y escéptica, según la cual, el hombre es la medida de todas las cosas o, lo que es lo mismo, todas las cosas son como les parecen a los seres humanos.
De esta manera, la verdad y el error, lo justo o lo injusto, la bondad o la maldad, son aspectos relativos y variables, pues para cada persona es bueno lo que ella estima como bueno y malo lo que ella estima como malo.
Bien pronto, ciertos pensadores reaccionaron (como Sócrates y Platón) postulando que debía de existir un código moral de carácter universal que señalara a todos los humanos lo que se debía o no se debía hacer.
Sócrates y la Búsqueda de la Verdad
Contra la actitud de los sofistas aparece la figura de Sócrates (470-399 a.n.e). Fue acusado y condenado por impiedad y por inculcar a los jóvenes ideas extrañas y antidemocráticas; su forma de entender la ciudadanía (la pertenencia a la ciudad) como un valor fundamental para el ser humano hizo que no huyera y prefirió acatar las leyes y beber la cicuta antes que perder su condición de miembro de la ciudad.
Los elementos fundamentales de su pensamiento se pueden resumir en los siguientes:
- La búsqueda de la verdad es una labor de todos.
- Cada uno poseemos en nuestro interior una porción de verdad.
- El diálogo permite superar las opiniones particulares y alcanzar una definición universal de los conceptos.
Contra el relativismo moral de los sofistas, Sócrates defenderá el anti-relativismo y el Intelectualismo moral.
Sócrates se pregunta: Si “lo bueno” y “lo malo”, “lo justo” y “lo injusto” tienen significados distintos para cada uno, ¿cómo es posible que dos personas puedan entenderse al hablar sobre ellos, o simplemente al utilizarlos? Está claro que nos entendemos, por lo tanto, ha de existir un concepto común de “bondad” o de “justicia” que explique la comunicación y el entendimiento entre los hombres. Por ello, cree Sócrates, es necesario definir rigurosamente los conceptos morales, tarea a la que dedicó toda su vida.
Encontrar esas definiciones –válidas para todos los seres humanos– supondría la desaparición de la actitud sofista porque ahora sí será posible juzgar cualquier comportamiento sin depender de las opiniones particulares.