Espíritu Santo e Iglesia: Vaticano II y misión en el mundo
Enviado por Chuletator online y clasificado en Religión
Escrito el en español con un tamaño de 2,26 KB
El Espíritu Santo: La fuerza transformadora de Dios
En la fiesta de Pentecostés, los discípulos se llenaron del Espíritu Santo. Desde ese momento, experimentaron una transformación interior, un impulso que los llevó a comunicar las grandezas de Dios a los demás.
Así se cumplió la promesa de Jesús a sus discípulos: el Espíritu del Señor se derramaría sobre ellos, otorgándoles la fuerza necesaria para predicar y dar testimonio de su fe.
La imagen que ofrecen los evangelios, donde los discípulos hablan en diferentes lenguas tras recibir el Espíritu de Dios, simboliza la misión universal de la Iglesia: proclamar el mensaje de Dios a todas las naciones y en todas las lenguas. A partir de entonces, la Iglesia camina con el Espíritu de Dios, quien le da fuerza y le ayuda a comprender el mensaje de Jesús.
La misión de la Iglesia hoy: El legado del Vaticano II
El Concilio Vaticano II es el acontecimiento más importante de la Iglesia durante el siglo XX. A lo largo de tres años, aproximadamente 2500 representantes de todos los continentes se esforzaron por renovar la imagen de la Iglesia. Además, se invitó a representantes de otras confesiones cristianas, convirtiéndolo en un concilio ecuménico.
Cambios clave propuestos por el Vaticano II
- La Iglesia como Pueblo de Dios: La Iglesia se define centrada en la comunión con Dios y con los hombres, dejando atrás una imagen de autoridad y poder. Se enfatiza la conciencia y la dimensión comunitarias.
- Opción preferencial por los desfavorecidos: Una de las prioridades de la Iglesia es acompañar a las personas en sus sufrimientos y alegrías, ofreciendo el mensaje del Evangelio y trabajando por un mundo más justo. La Iglesia valora todo aquello que humaniza el mundo, reconociendo lo bueno en la sociedad, criticando las injusticias y esforzándose por mejorar el mundo.
- Proclamación del Evangelio de Cristo: El Concilio Vaticano II reconoce que el Evangelio debe llegar a todos los pueblos, ya que Dios desea la fraternidad universal. La tarea de la Iglesia es congregar y reunir en el amor de Dios a todos los seres humanos, dando testimonio de unidad y fraternidad.