El Espíritu Absoluto en el Arte, la Religión y la Filosofía según Hegel
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El Arte
En el arte, el espíritu se manifiesta de manera inmediata y sensible a través de algo exterior que está en el espacio y en el tiempo. "Lo bello se define [...] como el aparecer (scheinen) sensible de la idea".
La Obra de Arte
La obra de arte es la idea misma que ha cobrado forma sensible, la unidad inmediata de espíritu (idea) y naturaleza, la fusión de un contenido espiritual con un material sensible. Es la naturaleza a través de la cual resplandece o "brilla" lo espiritual, una especie de sensibilización de lo espiritual y espiritualización de lo sensible.
Aspectos de la Obra de Arte
En el arte, entonces, la idea en cierto modo se la "siente", pues aparece en la obra de arte. En esta, es decir, en la obra de arte, se distinguen dos aspectos: la forma sensible, de un lado, y de otro el contenido espiritual que ella expresa.
El Arte como Presencia de lo Absoluto
El arte significa la presencia de lo absoluto en el fenómeno -la presencia de fuerzas espirituales- en la naturaleza. La creación artística pone de relieve lo que verdaderamente importa en una circunstancia, hecho, carácter o desenlace de una acción. El arte lo pone de relieve de modo más claro y vivo, de donde resulta que las creaciones del arte sean superiores a las producciones de la naturaleza. "De todos modos ningún ser natural puede exponer ideales divinos como lo puede el arte".
Elevación de lo Particular a lo Universal
Un gran intérprete de Hegel señala que todo arte tiene como característica el elevar "el caso particular, el hecho prosaico o corriente a su significado universal, eterno, infinito", porque expone "un hecho singular, algo que ahora tiene tras de sí y dentro de sí el universo entero".
El Material Sensible como Símbolo
A través del material sensible -como el mármol en el caso de la arquitectura o la escultura, los colores en el de la pintura, los sonidos en la música- se revela la idea en la obra de arte. Lo peculiar de la creación artística es cierta "luminosidad" interior, que Hegel llama el "brillar de la idea", el peculiar encanto que la obra posee y que permite la visión o intuición de la idea.
El arte se sirve de las cosas o elementos naturales como si fueran símbolos para expresar ideas, crea imágenes que han de exponerlas, vale decir, que muestren la verdad detrás de ellas.
Forma y Contenido
Aquellos dos factores -contenido y forma- han de darse de manera tal que lo sobresaliente no sea el material, sino el contenido que con él se quiso expresar -la idea-, pues la obra de arte, según su concepto, reside en que el material sensible se encuentre perfectamente traspasado y transformado por la idea.
Desarrollo Histórico del Arte
Pero tal perfecta adecuación o correspondencia entre forma y contenido solo se logra a través de un desarrollo -desarrollo histórico, según hemos visto que ocurre con el espíritu-. De tal manera, Hegel señala tres momentos en la historia del arte: el arte simbólico, el clásico y el romántico. Cada uno de estos tipos de arte está vinculado con ciertas artes particulares, las que se clasifican según el material que utilizan: la arquitectura (arte simbólico), la escultura (arte clásico), la pintura, la música y la poesía (arte romántico).
Arte Simbólico
En primer término, la idea se busca, se esfuerza por hallar forma adecuada, intenta dominar el material sensible; pero, aún abstracta e indeterminada, no lo logra y el material se le resiste, lo vence. Es el arte simbólico, forma de arte que, más que expresar, sugiere o evoca la idea.
Hegel estudia aquí el arte de la India, de Persia y sobre todo el de Egipto. Egipto es "el país del símbolo, que se plantea la tarea espiritual de autodescifrar el espíritu sin alcanzar realmente a descifrarlo."
Sus obras de arte son enigmas, extraños y misteriosos símbolos, donde lo espiritual viene confundido con figuras animales o con símbolos abstractos desprovistos de carácter personal, como los números -el 7, número de los planetas, y el 12, número de los meses, son frecuentes en la arquitectura egipcia-.
En tal sentido se puede "señalar a la Esfinge como la figura más característica del arte egipcio". Es en cierto modo el símbolo de lo simbólico mismo.
Arte Clásico
La idea, que el arte simbólico buscaba vanamente, se encuentra a sí en el arte clásico -el arte griego-, el arte más bello, pues "algo más bello no puede ser ni llegar a ser".
En efecto, en él se da un equilibrio o perfecta compenetración entre forma y contenido, i.e. ahora este no encuentra su centro y verdadero contenido en formas animales (según acontecía en el arte oriental), sino en el hombre, al advertir que el cuerpo humano "es la única morada del espíritu", la forma adecuada para expresar la idea.
Solo las formas de lo humano son dignas de expresar la idea. De ahí la visión griega de sus dioses, que toman el aspecto de la perfección humana, con plena serenidad y calma justo por su carácter divino.
"Entre las artes particulares, por lo tanto, sobre todo la escultura es adecuada para expresar el ideal clásico".
Arte Romántico
El arte clásico, empero, encierra una contradicción, porque la adecuación entre forma y contenido solo puede cumplirse en la esfera de la exterioridad, en lo sensible -en la escultura-, pero no en el espíritu, que es interior.
El carácter exterior y sensible del arte, y junto con ello la multiplicidad de la figura de los dioses griegos, terminan por llevar al "fastidio del pensamiento por una realidad que ya no le satisface".
Sobreviene entonces el arte romántico.
(La denominación "arte romántico" abarca toda la época cristiana, que se expresa sobre todo en la devoción interior -en tanto que entre los griegos lo hacía en la tranquilidad y la calma de la belleza exterior-).
Desaparecido el equilibrio entre forma y contenido, la idea se sobrepuja, se esfuerza por una forma más alta de expresión espiritual que la del arte, se remonta más allá de lo sensible y predomina sobre lo material: no solo lo ha penetrado por completo, sino que lo vence, lo somete.
Si bien el arte clásico había logrado la unidad de forma y contenido, esta unidad era solo exterior, sensible; ahora, en cambio, la belleza plástica resulta "algo subordinado y se convierte en belleza espiritual".
Las artes particulares especialmente "románticas" son la pintura, la música y la poesía. En un proceso de creciente espiritualización, la pintura reduce a dos las tres dimensiones del espacio, la música lo elimina, y en la poesía el sonido, único rastro material que quedaba, pierde su carácter físico de sensación sonora para convertirse en palabra, en lenguaje.
Desde la arquitectura hasta la poesía, pues, encontramos artes cada vez más ideales: mayor subjetividad y más libertad interior. En tanto las otras artes particulares resultan limitadas por el material que utilizan (piedra, color, sonido), la poesía tiene su medio en la palabra -el medio de comunicación más inteligible y espiritual-.
Poesía
Es el arte más elevado, superior y objetivamente en tanto que las otras artes están ligadas a un material (piedra, color, sonido). Dentro de la poesía distingue Hegel tres géneros particulares. La épica tiene carácter narrativo, objetivo; la lírica se ocupa de la interioridad, del sentimiento subjetivo; la poesía dramática reúne esas dos anteriores, acción y sentimiento; considera las colisiones entre las pasiones y los caracteres.
Dentro de la dramática, estudia Hegel a la Antígona, de Sófocles, donde se da la lucha entre la heroína, Antígona, que venera los lazos de la familia, y Creón, que simboliza el Estado.
Simbolismo de la Catedral Gótica
El simbolismo de la catedral gótica -la arquitectura, según se ha dicho, es para Hegel arte simbólico, pero por su tendencia interior es el gótico arte romántico- lo interpreta en los siguientes términos: "Como la tendencia ascendente ha de manifestarse aquí como el carácter fundamental, la altura de los fustes sobrepasa la anchura de su base de un modo que ya el ojo no puede calcular: las columnas van adelgazándose, se hacen más esbeltas y suben de tal modo que la mirada no puede abarcar de una vez toda su forma, sino que se ve obligada a vagar y a remontarse, hasta que se tranquiliza al llegar a las suaves líneas de la bóveda en que convergen los arcos, como el espíritu del hombre en oración, que, remontándose inquieto sobre el suelo de lo finito, solo encuentra quietud al llegar a Dios", es decir, a lo infinito.
Y agrega: "Además, las vidrieras de los ventanales policromados son un recurso para sugerir la infinitud. Unas representan historias santas, otros temas religiosos de otras clases, pero los colores que las cubren responden, en parte, a la finalidad de no dejar pasar demasiada luz, para que el interior aparezca envuelto en penumbra y en ella se pierda la mirada, pues se trata de que aquí alumbre otro día que el que alumbra en el exterior".
Hegel señala que la construcción de la catedral gótica tiende a que la mirada se eleve, y en esa ascensión desde lo finito se presa del vértigo que solo se ve aplacado al llegar a la bóveda; como la actitud del hombre que reza y, desde lo finito, se remonta a lo infinito.
La luz interior al templo, es como un recurso para sugerir una luz diferente de la del mundo exterior, la luz del otro mundo. - En otro pasaje se refiere a la Divina Comedia: "Todo lo concreto y particular de los intereses y fines humanos desaparece aquí ante la grandeza absoluta del fin último y la meta final de todas las cosas, pero, al mismo tiempo, lo más perecedero y lo más fugaz del mundo vivo aparece escrutado objetivamente en su verdad".
La Divina Comedia es como la representación simbólica del juicio final, del juicio de todas las cosas, juicio que para Hegel no es sino la historia (cf. § 12), es decir, que transcurre en este mundo, y todo lo pasajero y cambiante de este mundo aparece juzgado y terminado; pero al mismo tiempo el poema lo mantiene todavía viviente, no en su faz casual o contingente, sino escrutado y representado en su aspecto permanente, el aspecto a través del cual la idea se manifiesta.
Lo infinito -la idea, el espíritu- no está separado del mundo, sino que se manifiesta en él. "Lo que los individuos fueron en sus actos y en sus sufrimientos, en sus intenciones y en sus realizaciones, es lo que son aquí, petrificados para siempre como estatuas de bronce", es decir, en el momento más esencial de cada uno.
Función Metafísica del Arte
El arte, entonces, no tiene para Hegel la mera función de entretener, ni solamente sentido religioso o social, sino que su función primordial es metafísica, la de manifestar la naturaleza última de las cosas, puesto que es la expresión sensible de la idea.
La Religión
El arte es solo una forma del espíritu absoluto, y no su figura más alta, pues ningún objeto sensible puede adecuarse en plenitud al espíritu; el arte está forzado a tener que darle configuración sensible a su contenido, pero por su propia índole el espíritu no puede nunca realizarse perfectamente en la exterioridad. Y en tanto la poesía abandona lo sensible, el arte comienza a disolverse y se halla en camino de convertirse en religión.
La Representación
La representación (Vorstellung) es la forma o medio propio de la religión -así como la intuición sensible lo era del arte-. Hegel entiende por "representación", aproximadamente, lo que por lo común llamamos pensamiento, es decir una especie de imagen a la que se le otorga sentido universal.
Un pensamiento envuelto en ropaje imaginativo y por tanto más concreto que el concepto puro. Cuando se sostiene, v. gr., que Dios ha creado el mundo, nos encontramos, según Hegel, con una representación mediante la cual la inteligencia común, no educada filosóficamente, se figura en forma temporal y contingente el proceso lógico de la idea absoluta (cf. § 9, y aquí, más adelante nota 85); la trinidad divina, para tomar otro ejemplo, expresa la naturaleza trinitaria de la idea absoluta (cf. cap. II § 6).
Por otro lado, en tanto que la obra de arte se ofrece a la intuición sensible y nada más que como tal, la representación religiosa remite explícitamente a lo absoluto, al Dios, como algo que está más allá del sujeto. El concepto de religión tiene tres momentos: 1) Dios (el reino del Padre); 2) la particularización, la diferencia, los sujetos particulares (el reino del Hijo); 3) la unión de los sujetos con Dios, el retorno hacia sí, el culto (la idea en el elemento de la comunidad o Espíritu Objetivo).
Estudio Histórico-Religioso
Hegel procede al detallado estudio del saber histórico-religioso accesible en su tiempo. Comienza con i) la religión natural (Naturreligion), donde lo divino aparece como sustancia natural (distingue la magia, la religión china, el hinduismo, el budismo, el zoroastrismo, la religión egipcia, la siria y la fenicia).
Luego siguen las religiones de la 2) individualidad espiritual, en las cuales lo espiritual se eleva sobre lo natural: a) el judaísmo o religión de la sublimidad, donde se da una total separación de espiritualidad y naturaleza; b) la religión griega o religión de la belleza, en la que se encuentra una íntima unidad entre espíritu y naturaleza; y c) la religión romana o religión de la utilidad (Zweckmässigkeit), ahí Dios es unidad de lo divino y lo humano.
El Cristianismo
En Cristo, Dios es a la vez Dios y hombre. El cristianismo es la religión absoluta, porque en él se realiza plenamente la unidad de lo divino y lo humano.
En definitiva, el espíritu absoluto es Dios: el espíritu, que es manifestación o "revelación" de Dios, llega en la religión a la conciencia de sí mismo como Dios.
Por ello Hegel puede decir que la religión cristiana es la religión manifiesta, pues es "el espíritu para el espíritu" -religión manifiesta (offenbare), no simplemente revelada (geoffenbarte) como una verdad que le viniera de fuera al espíritu, sino la del espíritu mismo-, según lo cual Dios no es un ente trascendente, sino que su realidad la tiene en la conciencia humana.
El Espíritu Absoluto
Se comprende ahora más concretamente en qué consiste el desarrollo dialéctico: la totalidad misma de la realidad, el gigantesco y único organismo del universo, se va autodiferenciando, hace surgir de sí y por sí mismo diferencias, oposiciones, las cuales nunca desaparecen por completo sino que resultan siempre integradas en momentos ulteriores, que las conservan y superan, como ocurre con cada momento o aspecto particular en el desarrollo de un ser vivo.
El espíritu, que se ha arrancado de la naturaleza para volverse hacia sí mismo como espíritu subjetivo (tesis), y que luego ha creado un mundo humano objetivo (antítesis) -especie de segunda naturaleza- en el derecho, la moral y el Estado, tiene que regresar hacia sí en un movimiento que supere a la vez la subjetividad y la objetividad: es el espíritu absoluto (síntesis).
En efecto, tanto el espíritu subjetivo cuanto el objetivo son unilaterales: el primero es consciente y personal, pero interior y por ende carente de objetividad; el segundo es objetivo, pero inconsciente e impersonal.
El espíritu absoluto, en cambio, es el espíritu consciente que se tiene por objeto a sí mismo en cuanto reconoce que todo objeto posible (el mundo natural tanto como el humano) no es sino él mismo; es el momento, por tanto, en que desaparece cualquier oposición entre lo subjetivo y lo objetivo -los cuales, puesto que son momentos del espíritu absoluto, no son sino él mismo-.
El espíritu absoluto es sujeto, pero no un sujeto que tenga un objeto diferente de sí, porque si hubiera algo diferente, ese algo lo limitaría y entonces no sería infinito o absoluto.
De manera que el espíritu absoluto es el momento del autoconocimiento de la totalidad (§ 5), de lo absoluto -el momento en que el espíritu reconoce que todo es en fondo sujeto, espíritu, y que lo finito y relativo solo es momento o aspecto parcial de lo absoluto-.
Momentos del Espíritu Absoluto
El espíritu absoluto recorre en su desarrollo tres momentos: arte, religión y filosofía. Los tres tienen el mismo contenido, que es lo absoluto, y su diferencia reside en el modo como este se manifiesta: en la intuición sensible, en la representación y en el concepto.
En cuanto al espíritu absoluto se lo identifica con Dios, el momento religioso ostenta cierto predominio, lo cual salta a los ojos en el enfoque que Hegel hace del arte y la religión. Pero en tanto que Dios solo puede ser pensado -no representado- en la filosofía, esta ocupa el momento culminante y definitivo del espíritu absoluto.
El Espíritu Subjetivo
Hegel denomina espíritu subjetivo al conjunto de las funciones anímicas o psíquicas del hombre individualmente considerado (como el carácter, los hábitos, la fantasía, la percepción, la memoria, etc.); de manera que podría decirse que su estudio constituye una psicología, con la diferencia (entre otras) de que esta, en el sentido que el término tiene corrientemente, es una ciencia empírica, en tanto que Hegel procede de manera apriorística, especulativa, "deduciendo" dialécticamente aquellas diversas funciones. En su momento subjetivo, el espíritu aparece en su aspecto puramente individual e "interior" (sus exteriorizaciones aparecerán al hablarse de las dos siguientes formas del espíritu), en tanto el espíritu no es todavía para sí, sino solo para el individuo. El espíritu subjetivo entonces abarca todo un proceso que, partiendo de su dependencia respecto de la naturaleza, se esfuerza por llegar a la conciencia de la libertad, desde las manifestaciones más rudimentarias de la vida psíquica, hasta el momento en que el hombre se sabe capaz de libertad.
Antropología, Fenomenología y Psicología
La antropología estudia el alma (en el sentido hegeliano del término, cf. cap. VI, § 6), hasta llegar a la conciencia. La fenomenología tiene por objeto la conciencia a través de tres momentos: conciencia, autoconciencia y razón. Con esta, la conciencia se convierte propiamente en espíritu, del que se ocupa la psicología (en el sentido que Hegel le da a este término): aquí se considera el espíritu teórico o cognoscente (cuyos momentos son intuición, representación y pensar), el espíritu práctico, la voluntad (sentimiento práctico, impulsos y arbitrio, felicidad), y por último el espíritu libre, que es la unidad de los dos anteriores.
Pero la libertad tal como aquí aparece es todavía algo interior, es la libertad del individuo encerrado en sí mismo -v. gr., la capacidad de dominar las propias pasiones y actuar conforme a la razón-.
Esta libertad interior es puramente abstracta, es decir, no es verdadera libertad; para serlo, tiene que objetivarse, realizarse, manifestarse en el mundo.
La Filosofía
Sin embargo, en la religión subsiste aún la dualidad entre lo finito y lo infinito, entre el hombre y Dios. Solo la razón puede superar esta dualidad, y lo hace en la filosofía.
La Idea Absoluta
Lo peculiar de la filosofía es que la idea absoluta (Dios) se reconoce a sí misma en su "medio" propio, el concepto, porque la idea es pensamiento: la filosofía es el momento en que la idea -el fundamento último de todo- se piensa a sí misma, en que ella es a la vez sujeto y objeto y reconoce esta identidad, que es al par identidad del pensamiento (idea) consigo mismo, la autoconciencia absoluta (cf. cap. VI, § 87 (cf. VI, § 87)).
Desarrollo Histórico de la Filosofía
La filosofía también se desarrolla históricamente según un orden que, en líneas generales, es el mismo que el de la lógica, como Hegel fue el primero en ver con entera claridad, y en desarrollar en detalle, la teoría según la cual la historia de la filosofía no significa -tal como se la consideraba hasta su tiempo y aún hoy la consideran muchos- una serie caótica de doctrinas sin relación las unas con las otras y caprichosamente antagónicas; por el contrario, la historia de la filosofía es el proceso mismo en que la idea se realiza, se objetiva y alcanza paulatinamente el conocimiento completo de sí:
Así como cada determinación del pensamiento, tomada aisladamente es una abstracción unilateral (cf. cap. II § 3) del mismo modo cada sistema filosófico, tomado aisladamente, no representa más que un enfoque parcial de la idea, la expresión solo de algún o algunos momentos de esta, y su verdadero significado solo lo adquiere en el conjunto de la historia de la filosofía (cf. cap. II § 9) lo logra en tanto representa la superación de las etapas anteriores (cf. cap. II § 6). El orden que enseña la lógica parte del ser, y de ahí pasa a la nada luego al devenir, más adelante al ser-para-sí, etc.; y así se encuentra en la historia de la filosofía de Parménides (el ser puro), los sistemas orientales y en especial el budismo (la nada), Heráclito (el devenir), los atomistas (el ser-para-sí) etc., hasta llegar a la filosofía de Hegel, en la que se contienen y superan todos los sistemas anteriores, porque en él la idea se ha desplegado por completo y ha llegado a su absoluto saber.