Epistemología: La Búsqueda de la Verdad en Filosofía

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Epistemología: La Búsqueda de la Verdad

Introducción

Opinar es hablar desde un punto de vista subjetivo y personal. La opinión es la expresión de una preferencia, creencia o incertidumbre individual. Conocer, en cambio, es establecer alguna verdad que, como tal, pretende ser objetiva e interpersonal, mostrando lo incuestionable de un enunciado. La filosofía, ciertamente, es conocimiento, en tanto busca una interpretación global de la realidad. Por eso tiene una dimensión teórica. Pero la filosofía no se limita a conocer lo que hay, lo que ya está dado, sino que busca hacer propuestas sobre lo que aún no hay, sobre cómo queremos que sea la vida humana. Tiene, por tanto, una dimensión práctica.

El Problema del Conocimiento

Escépticos y relativistas epistemológicos niegan, con mayor o menor radicalidad, que el conocimiento sea posible. Para los escépticos no es posible fundamentar el conocimiento. Los relativistas epistemológicos no rechazan de plano la posibilidad de conocer, pero como hacen depender el conocimiento de los intereses, circunstancias históricas, sociales, etc., al final no pueden establecer criterios que nos permitan diferenciar el conocimiento de la mera opinión.

El Dogmatismo

El dogmatismo fue la primera posición histórica ante el problema de la posibilidad del conocimiento. Por “dogma” se entiende una opinión no fundada. En Grecia se denominó “filósofos dogmáticos” a aquellos que buscaban, sobre todo, establecer verdades y conocimientos como verdaderos y definitivos sin considerar necesario hacer un examen previo de los mismos. El dogmatismo es la actitud natural del ser humano. Tendemos a considerar que las cosas tienen una esencia propia e independiente del hecho de que el ser humano las conozca o no, y que cuando las conocemos nos limitamos a captar esa esencia sin aportar nada, como un espejo que refleja la realidad tal y como es, sin variarla ni modificarla.

Que el dogmatismo constituye el estado normal de la inteligencia humana lo demuestra, por ejemplo, el hecho de que la mayoría de los seres humanos estén convencidos de que lo que ven y tocan de los objetos es en el mundo. Puede considerarse que el dogmatismo es el estado normal de la inteligencia humana porque el hombre tiende, de manera natural y espontánea, a liberarse de las dudas e incertidumbres; necesitamos pisar suelo firme, pues no es posible vivir en la duda permanente. Todavía autores como Aristóteles mantuvieron una interpretación demasiado simple del conocimiento. Igualmente, se tiende a considerar dogmáticos a todos aquellos filósofos que defendieron que la capacidad de conocer del ser humano es ilimitada. Descartes sería un ejemplo singular de pensador dogmático por su creencia irreflexiva en la capacidad ilimitada de conocer del ser humano.

El Escepticismo

El escepticismo es la postura opuesta al dogmatismo. El escéptico considera que no es posible fundamentar el conocimiento, por lo que es imposible demostrar con seguridad la verdad acerca de nada. Los escépticos más radicales (Gorgias) llegaron incluso a negar la existencia misma del conocimiento.

El escepticismo nace cuando se toma plena conciencia de un hecho: la existencia de diversas opiniones ante la práctica totalidad de las cuestiones que el ser humano desea conocer. Se constata que muchas de esas opiniones no son solo distintas, sino opuestas. No todas pueden ser verdaderas, pero todas pueden ser defendidas con razonamientos o argumentos coherentes e incluso con el apoyo de pruebas empíricas. El escéptico termina considerando imposible escapar de la duda y sosteniendo que el conocimiento objetivo es imposible de alcanzar. Solo podemos opinar, pero debemos renunciar a la adquisición de verdades universales.

Para justificar su postura, los escépticos dieron distintas teorías:

  • La Realidad en sí misma es irracional e incognoscible.
  • La Realidad es racional y cognoscible, pero la capacidad de conocer del ser humano es insuficiente o limitada.

Para el escéptico, lo que se revela decisivo para defender su teoría es la experiencia del error. Esta experiencia lleva al escéptico a mantener una actitud radicalmente opuesta a la del dogmático.

El escepticismo se halla en la filosofía antigua. Lo encontramos por primera vez en la Atenas del siglo V, dentro del movimiento de los sofistas (Protágoras, Gorgias). Se considera a Pirrón de Elis (360-270 a.C.) como el verdadero fundador de la escuela escéptica griega. Fue un escéptico radical que terminó defendiendo la suspensión del juicio, esto es, la abstención de toda adhesión cognoscitiva a un juicio o tesis particular, pues siempre se puede argumentar la opinión contraria.

El escepticismo griego resurge con fuerza en el Renacimiento. Destacan Michel de Montaigne y Francisco Sánchez, ambos matizaron el escepticismo radical o extremo de Pirrón, defendiendo un escepticismo moderado. Aceptaron que es posible lograr un conocimiento superficial de las cosas sobre el que, en general, no cabe disputas ni dudas, pero que más allá de este nivel, el conocimiento se frena y es imposible escapar de la duda, pues siempre pueden darse diferentes respuestas a un mismo problema.

Descartes defendió un escepticismo metódico, es decir, no real. Utiliza la duda como método para alcanzar verdades evidentes (de las que es imposible dudar y que todo ser humano acepta como tales por su sencillez). Descartes duda de todo conocimiento, pero no para quedarse en la duda (como el escéptico), sino para escapar de ella. Por eso el escepticismo de Descartes no es un escepticismo real y auténtico, es un escepticismo que duda como método, como procedimiento metódico para alcanzar al fin la verdad, la verdad absoluta en la que él, como buen racionalista, cree firmemente.

En la filosofía moderna surgió otra forma de escepticismo, el escepticismo metafísico, que se trata de un escepticismo moderado. Este escepticismo se limita a rechazar la posibilidad de resolver aquellas cuestiones que tratan de problemas no empíricos (ej. Existencia de Dios, la existencia y la naturaleza del alma). Hume y Kant pueden considerarse defensores de este escepticismo moderado o metafísico.

Sin una dosis de escepticismo, el progreso humano y el avance del conocimiento serían imposibles.

Relativismo

El relativismo gnoseológico constituye una posición esencialmente negativa ante el problema del conocimiento. El relativismo no niega sin más que el conocimiento sea posible o que la verdad no exista, sostiene simplemente que la verdad y el conocimiento existentes de hecho carecen de validez universal. Para el relativista no existen verdades absolutas, todo conocimiento posee una validez limitada, condicionada por múltiples factores y circunstancias que hacen que lo que es válido o verdadero en un determinado ámbito o contexto, pueda ser falso en otros. Hay varios tipos de relativismo:

  • Relativismo individual: limita la validez de la verdad y del conocimiento al sujeto singular o particular que en cada caso juzga y conoce. Según esto, pues, es verdadero para cada uno, singularmente considerado, lo que le parece verdadero. Ej. Un pastel es dulce porque a mí me sabe dulce cuando me lo estoy comiendo, pero el mismo pastel puede ser amargo si a otra persona, por cualquier razón, le sabe así cuando lo come. Se le considera a Protágoras como el máximo representante de este relativismo radical.
  • Relativismo específico: considera como factor limitativo de la validez de la verdad no el sujeto singular o individual, sino el sujeto específico, la especie en su conjunto.
  • Relativismo cultural o histórico: este tipo de relativismo limita la validez de la verdad al ámbito cultural o la época histórica en que tal verdad se produce. Oswald Spengler.
  • Relativismo pragmático o utilitarista: este relativismo limita la validez de la verdad y del conocimiento a la práctica y a la acción. Verdadero es el pensamiento o el conocimiento útil, adecuado a un fin. William James.

Criticismo

El criticismo es la posición filosófica que, considerando el conocimiento como posible, trata de dar razones y de establecer rigurosamente sus fundamentos. Esa labor crítica y de análisis es lo que separa el criticismo del dogmatismo. El criticismo somete a análisis las facultades mismas de conocimiento humano para establecer qué ámbitos de la Realidad son accesibles a los conocimientos humanos y cuáles no. Suele considerarse la posición teórica que fundamenta el escepticismo metafísico. El filósofo empirista John Locke y Kant.

Perspectivismo

El perspectivismo acepta la existencia y la validez del conocimiento y de la verdad, pero sostiene que ambos son necesaria e inevitablemente perspectivas, lo que implica que cada ser humano aporta, en el momento de conocer, un punto de vista único. Leibniz, Nietzsche o José Ortega y Gasset.

Esta postura defiende que la verdad es siempre limitada, pero en todo caso real. Es limitada porque la Realidad misma está fragmentada en innumerables caras o perspectivas que se ofrecen a las personas. La existencia de esta verdad se admite como posibilidad teórica y equivaldría a la suma o yuxtaposición de todas las perspectivas o puntos de vista posibles sobre una parcela de lo real o sobre un problema. Ortega termina aceptando que esa visión absoluta de la realidad, esa verdad completa, será alcanzable para un ser todopoderoso y omnisciente como Dios.

El perspectivismo lleva implícitas unas consecuencias éticas evidentes: es necesario adoptar una posición de tolerancia y cooperación y, de este modo, lograr una visión más verdadera y correcta del Universo. Como dijo Ortega: “toda perspectiva es válida excepto la que pretende ser la única verdadera”.

La Estructura de la Realidad según Aristóteles

Según Aristóteles, el mundo está compuesto de cosas individuales que tienen realidad por sí mismas y a las que llama sustancias. Cada árbol concreto, cada animal concreto, cada elemento concreto, es una sustancia. Las sustancias llevan insertas ciertas cualidades a las que llama accidentes. Los accidentes son cosas tales como los colores, los olores, el tamaño, etc.

Las sustancias están compuestas, a su vez, de dos principios: la materia primera, que es eterna y absolutamente indeterminada, y la forma sustancial, que es el principio que estructura, que organiza, a la materia prima, y que es universal, es decir, es común a todos los individuos de una misma especie.

Diversos Tipos de Almas

A las formas sustanciales que estructuran la materia de los seres vivos les llama Aristóteles almas. Distingue tres tipos de almas:

  1. Almas vegetativas: son las propias de los vegetales. Tienen las siguientes capacidades: nutrición, crecimiento y reproducción.
  2. Almas sensitivas: son las propias de los animales. Tienen las mismas capacidades que las vegetativas, pero además tienen capacidad de conocimiento sensible y desplazamiento.
  3. Almas racionales: son las propias de los seres humanos. Además de tener todas las capacidades que poseen las vegetativas y las sensitivas, cuentan con capacidad de conocimiento intelectual y de voluntad libre.

El Conocimiento Sensible

Todo nuestro conocimiento comienza por los sentidos. Aristóteles distingue entre los sentidos externos y los sentidos internos. A través de nuestros sentidos externos recibimos sensaciones provenientes del exterior. Según Aristóteles, el alma, a nivel sensible, tiene capacidad para ser cualquier forma accidental. Ante la presencia del color rojo, de una textura rugosa… Una vez que esas cualidades o formas accidentales están ya en el alma, interviene el sentido común, que es una capacidad que nos permite distinguir entre las cualidades provenientes de diversos sentidos y agrupar cualidades diversas formando una imagen única de un objeto.

El Conocimiento Intelectual

El conocimiento intelectual es el conocimiento de lo universal, de los conceptos, frente al conocimiento sensible, que trata solo de cosas particulares (ej. Plutón, Babieca). Pero lo que hay de universal en las cosas es su forma sustancial. El conocimiento de las formas sustanciales se produce de la siguiente manera:

La parte racional del alma encargada específicamente del conocimiento es el entendimiento.

La Sensibilidad según Kant

Las impresiones son provocadas por los objetos externos y son cosas tales como colores, olores, etc., o por nuestros estados internos, tales como deseos, temores, etc. A esas impresiones que nos vienen dadas por los sentimientos, Kant les llama la materia de la experiencia. Al orden que se les impone a esas impresiones siguiendo leyes espacio-temporales, le llama forma de la experiencia.

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