El Paisaje en "Castilla"
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La visión azoriniana de la historia y el paisaje sólo se comprenderá si se
tiene en cuenta su temperamento melancólico y su espíritu nostálgico. Azorín mira
a España desde su obsesión por el tiempo.
El paisaje castellano es clave para Azorín, un paisaje cargado de resonancias
históricas. Castilla es símbolo de España, la doliente España que ven los hombres
de la Generación del 98, como afirma Unamuno el paisaje es patria, y es también la
encarnación poética del misterio del tiempo. Son preferentemente los paisajes
castellanos los que parecen invitar a Azorín a meditar sobre el tiempo y la
eternidad; ahora bien, el paisaje castellano no es exclusivo ya que, a su lado,
aparecen los más diversos rincones de la geografía española, en especial el nativo.
El paisaje aparece de forma lírica, subjetiva, evocadora. Todo es estilo en
Azorín, es decir, todo es vivencia afectiva, intimidad. Hay en este autor una actitud
nostálgica al sentir el encanto de lo tradicional roto por la civilización, el encanto
roto por la mano destructora del hombre, de la carretera, del ferrocarril.
Constantemente aparece en su obra el amor por lo antiguo, por los viejos pueblos,
por las viejas tradiciones, y también hay reproche y elogio hacia el campo y a la
vida tradicional. Elogio unido a la lamentación de ver cómo se pierden las bellas
tradiciones, y por otro lado, la crítica noventayochista que le lleva a desear aires
nuevos, redención de barbarie y del atraso, de todas las lacras del ruralismo
español.
Pocos autores han sabido ver la profunda belleza de la inmensa llanura
castellana ni descubrir con tanta emoción esos pueblecitos donde el tiempo parece
haberse detenido desde hace siglos. Azorín ha abierto nuestros ojos a una visión
nueva de los paisajes de Levante y de Castilla, de los pueblos y ciudades españolas
y de las gentes que en ellas encontramos todos los días; y hemos tenido la
sensación de que todo eso que estábamos viendo siempre, lo veíamos por primera
vez. De esta manera, al tratar de descubrir lo que había en el fondo de su alma, ha
descubierto Azorín la realidad española. La naturaleza desempeña un variado papel
en las técnicas novelísticas de Azorín. No solamente ocupa el primer lugar de
importancia, sino que alcanza una importancia igual a la psicología y a la técnica
narrativa. Su técnica es la de un pintor impresionista, que sabe ver hábilmente
captar la luz, el color, el detalle revelador con un fluir lento y transido de frases
cortas.
Las fuentes de inspiración en la descripción del paisaje en Azorín son las siguientes:
· La naturaleza, con técnica impresionista.
· La reproducción de la Naturaleza a través del arte, de los grandes paisajistas
de su generación.
· Los paisajes soñados, inventados.
El procedimiento empleado por Azorín es siempre el mismo: ofrece un paisaje en el
que se desarrolla una historia menuda que interpreta y luego la enlaza con la
literatura nacional, sin recurrir nunca a la erudición. En este paisaje aparece
siempre el hombre.
Por lo general, las descripciones paisajísticas están construidas a base de
pinceladas minuciosas y exactas dotadas de notas cromáticas, auditivas (Una
flauta) y en menor grado, olfativas; quizás una primera lectura nos dé la impresión
de un objetivismo tipo novela realista, pero nada más lejos de la realidad: el
paisaje del 98 nunca es fiel a la realidad, sino que expresa la personal vibración de
un autor ante España (Una ciudad y un balcón).
A modo de ejemplo, las montañas no solo manifiestan fuerza, sino también una
impetuosa energía. La flora de Castilla muestra asimismo cualidades espirituales:
los cipreses constituyen la encarnación de sucesivas generaciones que integraron
seres sencillos y anónimos, los chopos hablan de la tristeza de generaciones ya
desaparecidas pero también del espíritu castellano, místico y guerrero, las flores
muestran con sus colores y perfumes una fuerza, una vitalidad peculiares de la
tierra española.
El tono auténtico del sentimiento del paisaje no es, sin embargo, un
elemento de realismo independiente, sino una parte íntegra de esa representación
total del ambiente español que es la parte constitutiva de las novelas y en general
de la revelación más importante de Azorín.
Con relativa frecuencia la simple y bella mención de un manojo de nombres de la
geografía sustituye a la descripción.
Dentro de la clasificación de los artículos de Castilla, aquellos que tratan de
meditaciones sobre el paisaje y la intrahistoria de Castilla tamizadas a través de la
preocupación por el Tiempo se encuentran: ‘Una ciudad y un balcón’, ‘La catedral’ y
‘El mar’.
tiene en cuenta su temperamento melancólico y su espíritu nostálgico. Azorín mira
a España desde su obsesión por el tiempo.
El paisaje castellano es clave para Azorín, un paisaje cargado de resonancias
históricas. Castilla es símbolo de España, la doliente España que ven los hombres
de la Generación del 98, como afirma Unamuno el paisaje es patria, y es también la
encarnación poética del misterio del tiempo. Son preferentemente los paisajes
castellanos los que parecen invitar a Azorín a meditar sobre el tiempo y la
eternidad; ahora bien, el paisaje castellano no es exclusivo ya que, a su lado,
aparecen los más diversos rincones de la geografía española, en especial el nativo.
El paisaje aparece de forma lírica, subjetiva, evocadora. Todo es estilo en
Azorín, es decir, todo es vivencia afectiva, intimidad. Hay en este autor una actitud
nostálgica al sentir el encanto de lo tradicional roto por la civilización, el encanto
roto por la mano destructora del hombre, de la carretera, del ferrocarril.
Constantemente aparece en su obra el amor por lo antiguo, por los viejos pueblos,
por las viejas tradiciones, y también hay reproche y elogio hacia el campo y a la
vida tradicional. Elogio unido a la lamentación de ver cómo se pierden las bellas
tradiciones, y por otro lado, la crítica noventayochista que le lleva a desear aires
nuevos, redención de barbarie y del atraso, de todas las lacras del ruralismo
español.
Pocos autores han sabido ver la profunda belleza de la inmensa llanura
castellana ni descubrir con tanta emoción esos pueblecitos donde el tiempo parece
haberse detenido desde hace siglos. Azorín ha abierto nuestros ojos a una visión
nueva de los paisajes de Levante y de Castilla, de los pueblos y ciudades españolas
y de las gentes que en ellas encontramos todos los días; y hemos tenido la
sensación de que todo eso que estábamos viendo siempre, lo veíamos por primera
vez. De esta manera, al tratar de descubrir lo que había en el fondo de su alma, ha
descubierto Azorín la realidad española. La naturaleza desempeña un variado papel
en las técnicas novelísticas de Azorín. No solamente ocupa el primer lugar de
importancia, sino que alcanza una importancia igual a la psicología y a la técnica
narrativa. Su técnica es la de un pintor impresionista, que sabe ver hábilmente
captar la luz, el color, el detalle revelador con un fluir lento y transido de frases
cortas.
Las fuentes de inspiración en la descripción del paisaje en Azorín son las siguientes:
· La naturaleza, con técnica impresionista.
· La reproducción de la Naturaleza a través del arte, de los grandes paisajistas
de su generación.
· Los paisajes soñados, inventados.
El procedimiento empleado por Azorín es siempre el mismo: ofrece un paisaje en el
que se desarrolla una historia menuda que interpreta y luego la enlaza con la
literatura nacional, sin recurrir nunca a la erudición. En este paisaje aparece
siempre el hombre.
Por lo general, las descripciones paisajísticas están construidas a base de
pinceladas minuciosas y exactas dotadas de notas cromáticas, auditivas (Una
flauta) y en menor grado, olfativas; quizás una primera lectura nos dé la impresión
de un objetivismo tipo novela realista, pero nada más lejos de la realidad: el
paisaje del 98 nunca es fiel a la realidad, sino que expresa la personal vibración de
un autor ante España (Una ciudad y un balcón).
A modo de ejemplo, las montañas no solo manifiestan fuerza, sino también una
impetuosa energía. La flora de Castilla muestra asimismo cualidades espirituales:
los cipreses constituyen la encarnación de sucesivas generaciones que integraron
seres sencillos y anónimos, los chopos hablan de la tristeza de generaciones ya
desaparecidas pero también del espíritu castellano, místico y guerrero, las flores
muestran con sus colores y perfumes una fuerza, una vitalidad peculiares de la
tierra española.
El tono auténtico del sentimiento del paisaje no es, sin embargo, un
elemento de realismo independiente, sino una parte íntegra de esa representación
total del ambiente español que es la parte constitutiva de las novelas y en general
de la revelación más importante de Azorín.
Con relativa frecuencia la simple y bella mención de un manojo de nombres de la
geografía sustituye a la descripción.
Dentro de la clasificación de los artículos de Castilla, aquellos que tratan de
meditaciones sobre el paisaje y la intrahistoria de Castilla tamizadas a través de la
preocupación por el Tiempo se encuentran: ‘Una ciudad y un balcón’, ‘La catedral’ y
‘El mar’.