La Divinidad de Jesús de Nazaret: Revelación, Historia y Fe
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La Divinidad de Jesús de Nazaret
1. Introducción: El Conocimiento de Jesús de Nazaret
1.2 Preguntas sobre Quién es Jesús de Nazaret
En la actual coyuntura cultural, caracterizada por el progreso de las ciencias, de los medios técnicos y del bienestar material, con frecuencia el hombre se hace estas dos preguntas:
- ¿Aporta algo Jesucristo al hombre contemporáneo?
- En caso positivo, ¿qué posibilidad tiene el hombre actual de encontrar a Jesús y conocer la verdad entera sobre su persona y su obra?
La pregunta de Jesús a sus discípulos en Cesarea de Filipo sigue interpelando a los hombres de hoy con la fuerza de ayer: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”
¿Será Jesús uno de los profetas bíblicos? ¿O un mito de la antigüedad? ¿O una invención imaginativa de poetas o visionarios? ¿Será acaso una reacción amarga de hombres desesperados? ¿O quizá un hombre en el que Dios habría manifestado una presencia particularmente eficaz de salvación?
Una primera respuesta de Jesús: “Yo soy el Camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es a través de mí”. El término “Camino” significa que Jesús se presenta como el Salvador de los hombres y se hace presente por medio de los sacramentos a lo largo de la historia. El término “verdad” quiere decir que Jesús nos revela la palabra del Padre, que ha de ser acogida con fe sobrenatural. Y el término “vida” significa que, hecho hombre por la encarnación, Jesús es el modelo de conducta moral que llama a los hombres a la santidad de vida.
1.7 Certezas Acerca de Jesús
Los hechos históricos están henchidos de grandezas divinas. Para conocer la divinidad de Jesús, es preciso acceder a la historia, que encontramos de una manera particular en los evangelios.
Es cierto que el conocimiento histórico no “demuestra” la divinidad de Jesús; esta solo se acepta por el conocimiento de fe como verdad revelada por Dios a los hombres. La fe es un don de Dios por el que el hombre acepta la divinidad del hombre Jesús: esta fe viene por el oído que escucha la palabra de Jesús y busca asimilarla; y viene también por la vida, que con la ayuda de la gracia, se esfuerza en seguir a Jesús, en vivir lo que Jesús enseña, lo cual produce en el hombre una liberación gozosa del mal, del egoísmo y de la reducción de la existencia humana a una mera dimensión temporal y terrenal. Pero es históricamente demostrable que Jesús se presentó a sí mismo como Dios Salvador de los hombres, tanto en sus palabras como en sus hechos.
Los hombres tenemos certeza científica de que los evangelios de Jesús son relatos históricos, veraces y auténticos.
Además, los cristianos tenemos certeza teológica, o certeza de fe, de que esos relatos han sido inspirados por Dios; es decir, son escritos que contienen la revelación de Dios a los hombres, para que creamos que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios y el Salvador de los hombres.
En consecuencia, desde una perspectiva científica es legítimo estudiar los Evangelios para conocer la verdad sobre Jesús.
3. El Padre Revela la Divinidad de Jesús
La fe de los discípulos en la divinidad de Jesús no es una evolución a lo largo del tiempo. Aunque solo se confirmara esta fe con seguridad después de la resurrección y de pentecostés, el primer anuncio que tienen los discípulos de la divinidad de Jesús es en el bautismo en el Jordán, es decir, al comienzo de la vida pública de Jesús.
Es un dato de la historia tal afirmación. Los evangelios muestran los titubeos y los desfallecimientos de los discípulos sobre la verdad de su Maestro; pero es clara la afirmación que esa verdad no es fruto de evolución, sino de un hecho de los comienzos que sería confirmado de muchas maneras a lo largo de la vida pública de Jesús.
El mismo Padre da testimonio de que Jesús de Nazaret es su hijo unigénito en las escenas del bautismo en el Jordán y en la transfiguración. Jesús es “Dios de Dios, Luz de Luz”, como diría la teología.
a) En el bautismo de Jesús en el Jordán
Al comienzo de su misión de mesías, la voz del Padre dice “tú eres mi hijo, el amado; en ti me he complacido”.
La voz del cielo que se dirige al Hijo en segunda persona es la voz del Padre, que en cierto sentido presenta a su propio Hijo a los hombres que habían acudido al Jordán para escuchar a Juan Bautista. Jesús es el Hijo en quien el Padre ha puesto sus complacencias, el Hijo “amado”, el Hijo único en el sentido preciso y estricto de esta palabra.
b) En la transfiguración de Jesús en el monte Tabor
Poco antes de su pasión, el Padre dice: “Este es mi hijo, el amado, escuchadle”. En esta ocasión, la voz del Padre se dirige a unas personas escogidas y constituye como una confirmación “desde lo alto” de lo que estaba madurando ya en la conciencia de los discípulos. Sobre la base de los milagros y de las palabras de Jesús, el Padre confirma la fe de los discípulos acerca de la condición divina de su maestro.