El discurso unificador y la crisis de los grandes relatos

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El discurso unificador ya no sirve, la pluralidad de culturas, reglas morales o lenguas no ofrece la posibilidad de encontrar denominadores comunes. Lyotard afirma que hay una multiplicidad de juegos lingüísticos. Las actividades y relaciones están constituidas por una pluralidad de lenguajes distintos y no existe un metalenguaje unificador que reúna a todos. En la opción política también encontraremos el rechazo a las visiones totalizadoras y el mismo énfasis en los fragmentos con todo tipo de minorías. Conduce, necesariamente, a la negación de cualquier criterio universal de verdad, justicia o moralidad. El riesgo es deslizarse hasta el “todo vale”. Núcleo de la polémica mantenida entre Habermas y Lyotard. Para el pensador frankfurtiano, el pensamiento posmoderno es un “nuevo conservadurismo”.

GIANNI VATTIMO (1936)

En sus obras “Las aventuras de la diferencia: pensar después de Nietzsche y Heidegger” y “El fin de la modernidad”, se sitúa en la línea de pensamiento de Lyotard y declara con él la crisis de los grandes relatos. El fin de la modernidad puede comprobarse en la aparicion de la “sociedad de la comunicación”. Los metarrelatos explicativos de la historia han sido sustituidos por los múltiples discursos, a través de medios de comunicación y lenguajes técnicos especializados. No tiene sentido intentar alcanzar una visión global de la realidad, sino únicamente una visión que asuma la experiencia de la fragmentacción de nuestro mundo. Reivindica un “pensamiento débil” que no tenga por objetivo la dominación. Hemos de terminar con la tiranía de una razón encarnada en la tecnociencia y el Estado manipulador y dominante. Hay que postular un pensamiento que no busque la fundementación lógica del mundo ni pretenda pensar la historia en términos unitarios. Sitúa en Nietzsche y en Heidegger los antecedentes de la filosofía posmoderna. Conceptos como la “muerte de dios” (Nietzsche) o “el final de la metafísica” (Heidegger), y la idea de que el nihilismo (expresión del estado de decadencia y ausencia de valores en el que vive la cultura occidental) es el rasgo esencial de la situación a la que ha llegado la cultura occidental, constituyen el precedente de la crítica actual. En esos dos autores encuentra la base para advertir que la filosofía posmoderna no puede presentarse como la superación de la modernidad. Cuando los posmodernos afirman que el fin de la modernidad es el fin de la historia y de su papel como elemento explicativo de lo real, no deben caer en la misma red que pretenden romper. La categoría de superación es típicamente moderna, se basa en la interpretación histórica de que nos hallamos en un momento ulterior a la modernidad. Se sigue aceptando de forma inconsciente la idea de historia como proceso lineal y se asumen los conceptos, como el progreso o la superación. Se sitúa a la posmodernidad en la última fase del proceso histórico, fase que supone un avance con respecto al pasado. Afirma que estamos en un momento diferente a la modernidad. Si la idea tradicional de historia ha llegado a su final, no podemos seguir presos de ella. Es cierto que estamos en el “final de la historia” no tiene sentido la visión del tiempo y del pasado como línea ascendente que iría desde el origen de los tiempos hasta el juicio final.

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