Diccionario Bíblico Simplificado

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IMPOSICIÓN DE LAS MANOS

Expresa diferentes significados:

  • La imposición sacrifical:

    El fiel que ofrece en sacrificio un animal, cuando la víctima se consagra a Dios, impone la mano sobre la cabeza de la bestia. En el gran rito del Kippur, o solemnidad de la expiación, el sumo sacerdote imponía ambas manos sobre el chivo que encarna los pecados del pueblo (cf Lv 16,21). Es una especie de autoidentificación del fiel (o el pueblo en el Kippur) con la víctima.

  • Acto de bendición:

    Por ejemplo Jacob con los dos hijos de José (cf Gn 48,9) o Jesús con los niños (cf Mt 19,13-15). Pero también en muchos milagros, como con los leprosos, los tocaba (cf Mc 1,40-41), con la doble valencia de la bendición y la autoidentificación con ellos.

  • La investidura de una misión sagrada:

    Moisés con su sucesor Josué (cf Dt 34,9); Pablo con Timoteo para su episcopado (cf 1Tm 4,14).

  • En los sacramentos de la Iglesia:

    Para pedir el don del Espíritu Santo sobre los bautizados de las primeras comunidades (como embrión de la confirmación) (cf Hc 8,17; Hc 19,6)

JUSTIFICACIÓN

y ser hallado en él, no con la justicia mía, la que viene de la Ley, sino la que viene por la fe de Cristo, la  justicia que viene de Dios, apoyada en la fe,  (Flp 3,9)

En numerosos pasajes san Pablo reconoce que el cristiano no se justifica por el cumplimiento de la Ley sino por su fe en Cristo (cf Ga 2,16 tres veces). Fue un tema muy debatido a partir de la reforma protestante, que culminó con una declaración conjunta de católicos y luteranos (1999).  

En griego el vocablo “dikaiosýne” (justificación) es de uso judicial. Pero el concepto religioso se refiere sobre todo a la “justicia” de Dios, es decir, su voluntad salvífica respecto a su criatura. Por eso, hablamos de la “gracia” (charis) de Dios, es decir, su caridad o amor que le hace dar siempre el primer paso hacia la criatura.

Por parte del hombre, el primer paso es la acogida de la gracia, es decir, la fe (pístis), como adhesión libre y voluntaria al don de Dios. En este proceso, se llega al estado final de la justificación o el ser justificado por Dios. La tentación es que el hombre intente su propia justificación a través de las obras de la Ley. Éstas no son la causa definitiva de nuestra salvación sino el fruto necesario (cf Ga 5,22)

LITURGIA

Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando.  (Lc 24,30)

 Quiere decir “obra del pueblo”, por lo tanto, un servicio público como el que acontece en los juegos o festivales en tiempos de paz y las donaciones en tiempos de guerra. El hecho que a menudo los juegos coincidiesen con fiestas de alguna divinidad ha influido para dar al término una connotación religiosa.

Las fiestas judías por excelencia son la Pascua, Pentecostés, las Tiendas (en memoria de la estancia del pueblo en el desierto) y el Kippur. También era importante la peregrinación al Templo de Jerusalén en ocasión de las grandes solemnidades.

Las primeras comunidades cristianas, cuando se van separando de los judíos, empiezan a definir su culto, que gira en torno a la “fracción del pan” o la Eucaristía. De hecho, la aparición de Jesús a los discípulos de Emaús hace referencia a Jesús que les explica las Escrituras (liturgia de la palabra) y parte el pan para ellos, después de bendecirlo.

Para san Pablo también es liturgia la colecta para ayudar a los pobres de Jerusalén (cf 2Co 9,12).

NOMBRE

Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy». Y añadió: «Así dirás a los israelitas: "Yo soy" me ha enviado a vosotros».  (Ex 3,14)

 “Nomen, omen” decían los romanos (el nombre es presagio). Ovidio en un poema suyo ironizaba sobre una mujer llamada Dipsas (saciada), que era una vieja borracha. En la Biblia algunos nombres adquieren un nuevo significado por la simbología o eventos asociados. Así Abraham, que significa “el padre ha sido exaltado” se interpreta como “padre de una multitud”. El juego de palabras hace referencia a Gn 22,17 donde se dice que su descendencia será como las estrellas del cielo y como la arena del mar. Asimismo, Jacob (el que coge el talón) referido a su nacimiento (cf Gn 25,25-26) se convierte en “el suplantador” (cf 27,36) por haber robado la herencia a Esaú. Y más tarde recibe el nombre de Israel, es decir, “lucha con Dios” (cf Gn 32,28).

 La mutación del nombre puede indicar una nueva vocación o misión, como en el caso de Simón, que recibe el nombre arameo de Kefa, es decir, la piedra, o Pedro, en referencia a su función de ser la piedra sobre la que se funda la Iglesia (cf Mt 16,16).

Sobre el nombre de Dios, el más común es el genérico de Elohim (que aparece 2600 veces) u otro parecido El (238 veces). Pero el nombre específico del Dios de Israel es JHWH que se sustituye con Adonai (Señor). El Tetragrama sacro aparece 6828 veces en el Antiguo Testamento. El significado de JHWH admite varias interpretaciones. Es interesante notar que en Gn 4,26 el nombre se revela a toda la humanidad, mientras que en Ex 3,14 tiene que ver con la liberación del pueblo de Egipto.

PROFECÍA

Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio».  (Mc 6,4)

El profeta bíblico es por excelencia un mensajero de Dios: “Así dice el Señor” suele ser el inicio de los oráculos. El término hebreo es nabi (315 veces), que quiere decir probablemente “llamado”. También se le llama “hombre de Dios” (ish-Elohim), que aparece 76 veces, sobre todo en los casos de Elías y Eliseo, los primeros profetas en sentido estricto. También está el término hozeh (visionario, 16 veces) o también ro’eh (vidente, 11 veces)

En griego (la Biblia de los Setenta y el N.T.) se usa el vocablo “profetes” (pro-femí, hablar por), donde el prefijo tiene tres sentidos: en lugar de, ante y antes de. Sobre todo quiere decir en nombre de. El profeta como hombre público tiene un mensaje divino que lo proclama ante la comunidad y habla antes de que ciertos eventos ocurran, no porque es un adivino sino porque revela la dinámica de la historia, su dimensión mesiánica.

ROSTRO

consumirá a la Muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahveh las lágrimas de todos los rostros, y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra, porque Yahveh ha hablado.  (Is 25,8)

No se puede sobrevivir a la experiencia de ver el rostro divino: “Y dije: «¡Ay de mí, que estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros, y entre un pueblo de labios impuros habito: que al rey Yahveh Sebaot han visto mis ojos!»” (Is 6,5). Moisés hablaba con Dios como con un amigo (cf Nm 12,8) pero no podrá ver el rostro de Dios, sino sólo su espalda (cf Ex 33,20.23).

Sin embargo, en el Salterio se perfila progresivamente la idea de la posibilidad de ver el rostro de Dios cuando se sube al Templo para la oración. Asimismo la bendición sacerdotal expresa la felicidad haciendo referencia al rostro divino: “«...ilumine Yahveh su rostro sobre ti y te sea propicio; 26 Yahveh te muestre su rostro y te conceda la paz»” (Nm 6,25-26). Los fieles son los que buscan el rostro de Dios (cf Sal 24,6)

Así pues, en este contrapunto entre el misterio del rostro divino y de su revelación y contemplación se repropone el nexo entre la trascendencia y la inmanencia divinas. El ápice de este encuentro es Cristo: “A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.” (Jn 1,18)

SÁBADO

En cuanto a los extranjeros adheridos a Yahveh para su ministerio, para amar el nombre de Yahveh, y para ser sus siervos, a todo aquel que guarda el sábado sin profanarle y a los que se mantienen firmes en mi alianza, yo les traeré a mi monte santo y les alegraré en mi Casa de oración. Sus holocaustos y sacrificios serán gratos sobre mi altar. Porque mi Casa será llamada Casa de oración para todos los pueblos.  (Is 56,6-7)

 No se conoce con certeza el origen histórico de esta costumbre. Ya en Babilonia existían días prohibidos para la acción profana. En la Biblia hay dos modos de presentar el sábado, en el Éxodo y el Deuteronomio. Según la primera formulación, sobresale el significado religioso de dicho día festivo: “en seis días hizo Yahveh el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo Yahveh el día del sábado y lo hizo sagrado.” (Ex 20,11). El relato de la creación del Génesis es por tanto litúrgico (Gn 2,2,). Es el primero en cumplir el descanso. Se hace derivar la palabra shabbat del verbo shabat (cesar), aunque podría venir de la palabra sheba’ (siete).

El hombre entra en la eternidad de Dios en el séptimo día. Los profetas reaccionaron contra un cumplimiento sólo ritual del sábado (por ejemplo, la codificación de las 39 prohibiciones del judaísmo posterior). Por eso, Jesús violó externamente el sábado. El sábado ha sido hecho para el hombre y no al revés (cf Mc 2,27). En este sentido se entiende mejor la formulación del Deuteronomio: “Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahveh tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y tenso brazo; por eso Yahveh tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y tenso brazo; por eso Yahveh tu Dios te ha mandado guardar el día del sábado.” (5,15). El contexto no es la creación sino la liberación del Egipto. Es una liberación contra toda servidumbre religiosa y social.

VIOLENCIA

Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?»  (Lc 9,54)

Raymund Schwager se ha topado con 600 pasajes que relatan combates; en más de 1000 pasajes es la ira de Dios la que se libera al castigar con la muerte, la ruina, el fuego, etc. y en más de 100 pasajes es el Señor quien ordena expresamente la muerte de alguien. Además está la legislación sobre la pena de muerte. En el capítulo 10 de Josué se dice de él que consagró al anatema a varias ciudades que atacó.

Si seguimos el método fundamentalista y literal, no hay objeción que valga. Pero el fundamentalismo en cuanto tal hace violencia al contexto y el mensaje definitivo de la Biblia. Ya en el Antiguo Testamento aparece un Dios que perdona hasta la milésima generación (Ex 34,7) y Ezequiel deja bien claro que Dios no quiere la muerte del malvado sino su arrepentimiento (cf 18,23.32). En síntesis, podemos decir que la violencia registrada en la Biblia es signo de la encarnación de la palabra de Dios, la cual está sujeta a la historia real de la humanidad.

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