Desarrollo Infantil: Apego, Lenguaje y Maternidad Funcional
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El Concepto Funcional de Maternidad
El concepto funcional de maternidad engloba todas aquellas conductas desempeñadas en la crianza de un niño, tanto por parte del cuidador como del propio niño, independientemente de quién sea el cuidador (hombre, mujer, madre biológica o sustituta...). La maternidad se puede entender como un sistema diádico sincronizado entre el cuidador y el niño, en el que todos los elementos de la interacción se ajustan.
El niño, en una situación de indefensión e inmadurez, necesita cuidados fisiológicos y psicológicos. Aunque socialmente pre-adoptado, posee un repertorio innato de habilidades que le permiten adaptarse socialmente, como el reflejo de Moro, el reflejo de succión, el reflejo de prensión, el llanto, el reaccionar y orientarse a la voz de la madre, el buscar y preferir figuras humanas, etc.
La madre, por su parte, viene con una socialización que le predispone para ejercer la maternidad, con una alta sensibilidad a la interacción con los bebés y habilidades determinadas adquiridas también en la educación que la capacitan para ello. Sabe cómo actuar con niños, es capaz y sensible emocionalmente. Ser madre no es algo instintivo. De hecho, las madres que ya lo han sido anteriormente están más sensibilizadas y preparadas para sintonizar con las necesidades y los ritmos del bebé y anticiparse a las señales, que las madres primerizas.
En esta situación se dan una serie de actividades en ambos. Tanto el niño como la madre despliegan conductas procuradoras de contacto corporal: el niño ajusta su cuerpo al regazo de la madre, y esta lo acuna rodeándolo con sus brazos, dándole calor y seguridad. Se establece una comunicación especial entre madre e hijo. Por ejemplo, durante el amamantamiento, el ritmo de succión-pausas se asimila al diálogo-pausas de los intercambios conversacionales. Este patrón de contacto-interacción, de dador-receptor, de ajuste al otro, propio de las secuencias conversacionales, es un paso fundamental para la socialización del bebé.
La madre se convierte en intérprete de las señales del bebé, muestra una conducta especial socializadora, procurando cubrir sus necesidades y estimular su desarrollo (lingüístico, motor, autonomía...) e ir introduciendo aspectos culturizadores, que le preparen para interactuar con un ambiente social. La interlocución, la iniciación en el lenguaje, es una función maternal. Nacemos con una base biológica que tiende al apego, pero la mayor parte del concepto de maternidad nace de la socialización. Tradicionalmente, ser madre incluía cuidados físicos, alimentación, salud e higiene, por lo que la maternidad se atribuía al sexo femenino y a la madre biológica.
En la actualidad, una madre, además de esto, debe mostrar afecto y amor incondicional por su hijo. El padre o madre estimula y habla con el niño, dirige la educación, selecciona los ambientes y contextos, y, por lo tanto, las relaciones del niño; es un lazo fuerte de funciones que opera en las sociedades modernas. Hoy sabemos que la función de ser madre puede ser desempeñada por ambos sexos y por madres y padres no biológicos. Los padres con exposición a la crianza pueden ser tan competentes como las madres. Aunque la mayoría de los padres adoptan roles tradicionales guiados por la cultura, las mujeres son más sensibles en este aspecto por la educación que han recibido, no por ningún factor innato o instintivo como se solía pensar. Dada la complejidad de la maternidad, más que un instinto, por su larga duración, alta dificultad y especialización, la maternidad se entiende hoy más como una función social que como instinto.
Ser una buena madre no es un abstracto, es un constructo observable que requiere de: una sensibilidad especial y un ajuste diádico que permita a la madre detectar bien y rápido las señales del niño, ajustarse a los cambios de conducta durante el desarrollo, anticiparse y acomodar la conducta de este en un clima de afecto. El comportamiento de los niños va cambiando y complicándose cada vez más, por lo que la eficacia de los padres también puede verse deteriorada, es decir, ser un buen padre o madre en los primeros años no asegura la eficacia en etapas posteriores.
De la Intención a la Palabra
. Es asombroso cómo el niño empieza a comprender frases, a pronunciar palabras y cuán rápido ese lenguaje tan pobre que tiene empieza a evolucionar y crecer hasta convertirse en algo tan complejo. Para Piaget el lenguaje es parte del desarrollo general, una capacidad semiótica/representativa más. En sus inicios el lenguaje del niño es egocéntrico, es decir que no es cooperativa, reflejo del egocentrismo intelectual del mismo, pero irá desapareciendo con los años y haciéndose más cooperativa y social. De esta manera Piaget observó por ejemplo que el niño se hablaba a sí mismo para entender o asimilar algo. Vigotsky por su parte consideraba que el lenguaje tenía un origen social, era el instrumento de transmisión de las experiencias culturales. El lenguaje egocéntrico era según él la apropiación del lenguaje social, que más tarde se iría desvaneciendo e interiorizándose. Una de las funciones del lenguaje sería la mediación entre personas. En definitiva para Vigotski el lenguaje era el motor del desarrollo ya que de ésta se derivarían las funciones psicológicas superiores. Desde el nacimiento del niño, éste aprende a llamar la atención mediante distintas reacciones: llantos, gritos,…. Así, el niño desde que nace manifiesta sus sentimientos mediante reacciones reflejas, las cuales tienen una consecuencia, ya que la persona que está a su cargo reacciona ante estos actos reflejos del niño. De esta manera, el niño va aprendiendo; se van creando situaciones regulares que facilitan el aprendizaje del niño, lo que Bruner ha llamado “Sistema de apoyo para la adquisición del lenguaje (SAAL)”. Éste sistema se puede asociar con la ontogenia del niño, ya que no sería posible sin la cultura que le rodea y el contexto en el que está. Surgirán entonces lo que Bruner llamará “protoconversaciones”, una negociación de significados, interacción entre el niño y el adulto, lo que dará paso más adelante al lenguaje. Se llaman protoconversaciones porque el niño lo que utiliza son sonidos, ya que todavía no sabe decir palabras. A partir de los 10 meses, el niño comenzará a decir las primeras palabras. Estas primeras palabras, serán en contextos muy específicos y en situaciones determinadas. Por ejemplo, si el niño ve un perro en la calle paseando, luego puede que vea un gato y también le llame perro ( o guau-guau ), ya que el niño asocia la palabra perro a una situación determinada, dándole un significado mucho más amplio que el nuestro. Una vez que el niño tenga mayor necesidad de comunicación y más estimulación del entorno, la terminología será cada vez más específica y más extensa, utilizando cada término en diferentes situaciones y dándoles un significado más adecuado. Por otro lado, no solo va a utilizar sus primeras palabras para designar objetos, sino para mostrar intenciones, deseos, peticiones, relaciones,….Por ejemplo, si el niño dice puré, puede que también esté señalando un deseo: ‘quiero comer’. Poco a poco va expresando mediante combinaciones de palabras un conocimiento cada vez mayor a cerca del mundo que le rodea. Va adquiriendo cada vez más palabras, y van asimilando las reglas gramaticales de su lengua. A los cinco años, prácticamente ha adquirido las reglas fundamentales, aunque todavía se les escapen algunas cosas. Sin embargo el psicolingüista Chomsky tenía una teoría opuesta a la de Bruner, que denominaba "Dispositivo de Adquisición del Lenguaje (DAL)" y se basaba en una postura nativista, se centraba más en la filogenia y genética del niño que en la cultura y el contexto. Según él, el niño tiene una habilidad natural para comprender y, finalmente, aprender el lenguaje. El lenguaje se adquiere porque los seres humanos están biológicamente programados para ello, tenemos estructuras especializadas en el cerebro para esa tarea. Teniendo en cuenta esto Chomsky decía que las imitaciones no servían para aprender de otros y también que las correcciones que realiza el adulto con los errores del niño no le servían. De esta manera las pronunciaciones del niño eran creaciones propias y no meras repeticiones de otras personas. Sin embargo las teorías de Chomsky y Bruner pueden complementarse, así el niño teniendo una intención comunicativa va evolucionando a través del DAL y del SAAL, guiándose siempre por sus cuidadores entre los que habrá una negociación de significados, que puede ser correcta o no pero es lo que aprenderá el niño.
32.De la intención a la palabra . Cada vez hay más pruebas para afirmar que el bebé está programado para “sintonizarse” con el habla humano. Antes del uso de la palabra, los bebés expresan sus necesidades y sentimientos a través de sonidos que progresan del llanto a los arrullos y el balbuceo (6 a 10 meses), luego a la imitación accidental y más tarde a la imitación deliberada (9 a 10 meses) También crece su habilidad para reconocer y entender los sonidos del habla y usar gestos significativos. Estos primeros sonidos sin asociación a significado se conocen como habla prelingüística. Es esta etapa, la imitación que hacen los padres o cuidadores de los sonidos del niño afecta al ritmo de aprendizaje. Además ayuda al bebé a captar el sentido interactivo de una conversación, estableciendo turnos. Los bebés reaccionan específicamente al habla humana y ya a los tres días son capaces de distinguir la voz de su madre y preferirla a la de una extraña. Comienzan a discriminar distintos patrones de énfasis o ritmos y determinados sonidos constantes como “ba”, “da” y “ta” y prefieren el sonido de la lengua materna al de otro idioma. La habilidad para percibir diferencias entre sonidos es fundamental para el desarrollo del lenguaje y al parecer, esta capacidad comienza en el útero. Antes de que los niños puedan conectar sonidos con significados parecen reconocer patrones de sonido que escuchan con cierta frecuencia como su nombre o mamá o papá. Hacia los 6 meses, los bebés han aprendido los sonidos básicos de su idioma (perdiendo la sensibilidad a otros sonidos que no pertenecen a su idioma) y empiezan a tomar conciencia de las reglas fonológicas y a relacionar sonido con significado. A los 9 meses comienzan a usar gestos a los que pueden acompañar con sonido. Estos progresan de gestos simples como señalar, o gestos sociales convencionales como decir adios con la mano, asentir o negar con la cabeza o gestos de representación más elaborados como levantar los brazos para que los carguen. Los gestos simbólicos como soplar para indicar que algo está caliente o aspirar para significar una flor a menudo surgen al mismo tiempo que los bebés dicen sus primeras palabras y funcionan de manera parecida a estas. Los gestos aparecen antes de que los niños tengan un vocabulario de 25 palabras y son abandonados cuando los niños pueden decir la palabra en lugar del gesto. Diversos estudios parecen demostrar que los gestos son inherentes al proceso del lenguaje y parecen ayudar a los bebés a aprender a hablar. Entre los 10 y los 14 meses aproximadamente los bebés dicen su primera palabra. Este es el periodo del habla lingüística en el que las expresiones ya transmiten significado. Su repertorio inicial puede restringirse a “papa”, “mama”, o puede ser una sílaba que encierre más de un significado según el contexto, como “pa” por “quiero salir” o “¿donde está papa?”. Una palabra que expresa todo un pensamiento se llama holofrase. En este periodo hasta los 18 meses, el vocabulario irá creciendo poco a poco. En algún momento entre los 16 y 24 meses ocurre una “explosión de vocabulario” pasando el niño de decir alrededor de 50 palabras a decir cerca de 400. En esta etapa, la ayuda de los padres repitiendo correctamente las palabras del bebé o alargando las frases que contienen la palabra resulta fundamental para la ampliación del vocabulario. El habla dirigida al niño o media lengua, que se da en numerosas culturas e idiomas, un habla pausada, con ascensos y descensos exagerados de tono, con simplificaciones y oraciones cortas y mucha repetición, parece facilitar la adquisición del lenguaje. El siguiente paso se da cuando el niño une dos palabras para expresar una idea “mami pipi”. Este hito varía mucho de un niño a otro ya que el habla lingüística, a diferencia del habla prelingüística, a diferencia del habla prelingüística, no está asociada a la edad cronológica. Al principio es un habla bastante telegráfica que consta de unas cuantas palabras esenciales obviando palabras funcionales como ser/estar, artículos y preposiciones. Esta omisión no significa que desconozca las palabras sino que pueden encontrarlas difíciles de reproducir. Respetan el orden sintáctico de las palabras en una frase. Entre los 20 y los 30 meses los niños muestran cada vez más competencia en la sintaxis y el uso de palabras funcionales. También toman mayor conciencia del propósito comunicativo del lenguaje y de si sus palabras están siendo comprendidas. Hacia los tres años el habla es muy fluida, más extensa y compleja y aunque omitan partes del discurso, logran transmitir bastante bien lo que quieren.
33. Concepto de apego: características comportamentales y evolución en el primer año de vida. El apego es el lazo emocional que desarrolla el niño con sus padres (o cuidadores) y que le proporciona la seguridad emocional indispensable para el desarrollo de sus habilidades psicológicas y sociales. Tiene carácter cognitivo, conductual y emocional, y estos componentes no solo garantizan el buen desarrollo psicológico del niño sino también asegura la supervivencia y seguridad emocional del infante. El apego tiene una serie de características comportamentales: · Esforzarse por mantener la proximidad con la persona con la que se está vinculada · Mantener un contacto sensorial privilegiado con la figura de apego · Base de seguridad desde la cual poder explorar el mundo físico y social .· Refugiarse en la figura de apego en busca de consuelo y seguridad ante el peligro o amenaza. El primero en desarrollar una teoría sobre el apego con el fin de explicar porque los niños se convierten en personas emocionalmente apegadas a sus primeros cuidadores y los efectos emocionales negativos resultado de la separación, fue John Bowlby . El modelo propuesto por Bolwby se basaba en la existencia de cuatro sistemas de conductas relacionados entre sí: el sistema de conductas de apego, el sistema de exploración, el sistema de miedo a los extraños y el sistema afiliativo: -El sistema de conductas de apego Hace referencia a aquellas conductas que están asociadas a la proximidad y el contacto con la figura de apego (sonrisas, lloros, contactos táctiles, etc.). Se trata de conductas que se activan cuando aumenta la distancia del niño referente a la figura de apego o ante situaciones de amenaza. Este mecanismo sirve para recuperar la proximidad. -El sistema de exploración Consiste en explorar el mundo exterior. Los bebés empiezan a conocer el mundo que les rodea no solo observándolo sino también usando los sentidos ( se meten objetos en la boca , tocan todo lo que encuentran).Este sistema está estrechamente relacionado con el sistema de conductas de apego, pues muestran una cierta incompatibilidad: cuando se activan las conductas de apego disminuye la exploración del entorno.-El sistema de miedo Es el grado en el que el niño se comporta ante extraños en presencia o ausencia de figuras de apego. Este sistema también tiene relación con los sistemas anteriores, ya que su aparición supone la disminución de las conductas exploratorias y el aumento de las conductas de apego. -El sistema afiliativo Se refiere al interés que muestran los individuos, por mantener proximidad e interactuar con otros sujetos. El apego no es solo una conducta instintiva que se activa en presencia de un determinado estimulo, sino que también forma parte de un conjunto de conductas cuya activación o desactivación dependerá de características individuales y sociales. En cuanto a la evolución del apego, se puede hablar de una secuencia de 4 fases: 1.La fase que ocupa el primer trimestre de vida (0-3 meses): En esta etapa se tiene preferencia por los miembros de la propia especie. 2.La fase que ocupa el 2º trimestre de vida (3-6 meses): Se tiene preferencia por las figuras familiares sin rechazar a los extraños. El bebé empieza a reconocer las caras, las voces y los olores .Esta capacidad del niño para reconocer las caras, ayuda a discriminar la figura de apego de los extraños. 3. Etapa desde los 6 hasta los 12 meses: El bebé manifiesta preferencia por la figura de apego y rechaza a los desconocidos. La separación provoca una serie de sensaciones en el niño (angustia, miedo...) y la activación de mecanismos como el llanto para mantener el contacto con la figura de apego. 4.A partir del primer año: El niño ya adquiere un cierto grado de autonomía. Va teniendo independencia con la figura de apego, al poder comunicarse verbalmente, y al poder moverse con más o menos soltura. A partir de los 30 meses se reducen dichas manifestaciones de apego, surgiendo solo en determinadas ocasiones. Por último cabe mencionar que al estudiar el apego en sí, y en la infancia; podemos observar una paralela con relaciones que establecemos en la edad adulta.