Demostraciones de la Existencia de Dios y el Criterio de Verdad según Descartes
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Descartes: Las Demostraciones de la Existencia de Dios
René Descartes (1596-1650), en su duda metódica, en la que cuestiona todos los conocimientos adquiridos anteriormente, establece algunas hipótesis o motivos de duda. Una de ellas es la hipotética existencia de un genio maligno (introducido en las Meditaciones) que nos engaña continuamente y nos dificulta el conocimiento auténtico de la realidad. Surge como reacción ante esta hipótesis la necesidad, por parte de Descartes, de defender la existencia de Dios, aludiendo a que, si efectivamente existe un ser omnipotente y bueno, él impedirá que el genio maligno nos engañe. A raíz de esto, Dios se convierte en el fundamento último de todo su sistema, el garante de su verdad y de su posterior demostración de la existencia del mundo. Tres son los argumentos que expone para demostrar la existencia de Dios, expuestos principalmente en la cuarta parte del Discurso del Método y en la tercera meditación de sus Meditaciones Metafísicas. Los dos primeros parten de una realidad que conocemos (cogito, pienso) y llegan a Dios basándose en el principio de causalidad. El tercero es el que recibió el nombre de argumento ontológico de la mano de Immanuel Kant.
Argumentos que elabora Descartes para demostrar que Dios existe
1. Primera prueba
Descartes afirma que en su mente hay dos clases de ideas: las que se refieren a seres exteriores como la tierra, la luz, etc.; y la idea del ser perfecto. A las primeras, las llamará adventicias, ya que parecen provenir de fuera de nosotros, pero esto no puede conocerlo con exactitud, puesto que él considera que no hay ningún inconveniente en que él mismo las hubiera causado, es decir, que fueran facticias (creadas por la misma mente, al igual que creamos universos paralelos en los sueños). Por otro lado, tenemos la idea de un ser perfecto, por el solo hecho de darnos cuenta de que es imperfecto dudar. Descartes afirma que esa idea no puede proceder de él, porque en la causa tiene que haber, al menos, tanta realidad como en el efecto: admitir que lo más perfecto proceda de lo menos perfecto es admitir que algo procede de la nada, lo cual es absurdo. Por lo tanto, la causa de su idea de perfección no puede ser otra que el mismo ser perfecto, que la ha puesto en él desde siempre, por lo que, además, es una idea innata (como la llama en las Meditaciones).
2. Segunda prueba
En la segunda prueba, Descartes afirma que es imperfecto, puesto que duda, y posee la idea de perfección. Añade además que la poca perfección que posee no proviene de él mismo, ya que, si él fuera capaz de atribuirse una perfección, se habría atribuido todas las que concibe. Depende, por lo tanto, de una causa que posee por sí misma todas las perfecciones: Dios.
3. Tercera prueba
La tercera prueba es el argumento ontológico: es como una prolongación de la intuición de la existencia del yo, por lo que es la que mejor concuerda con su sistema filosófico. Esta prueba comienza con la consideración de que hay ideas que él considera innatas: la idea de extensión infinita o cuerpo continuo. Según él, nosotros construimos todas las figuras y cuerpos geométricos (triángulo, cilindro, etc.) a partir de dicha idea de extensión. Además, podemos demostrar las propiedades de esas figuras mediante rigurosas demostraciones matemáticas, pero nada asegura que esos objetos posean existencia exterior a nuestra mente.
Pero si tomamos como punto de partida la idea de ser perfecto, descubrimos que su existencia se encuentra necesariamente contenida en esa idea, pues si faltara la existencia, ya no sería la idea de ser perfecto, puesto que la existencia es la primera de las perfecciones. Descartes no pretende partir de un conocimiento de lo sensible, ni de un concepto puro: es una idea innata que para él es lo mismo que una cierta intuición de la esencia divina.
Una vez que Descartes ha demostrado que Dios existe, se encarga de demostrar sus atributos o perfecciones, centrándose fundamentalmente en dos: Dios es causa de toda la realidad y, además, es el creador del mundo material (la res extensa) y los espíritus (la res cogitans), con todas sus ideas innatas. Además, se trata de un Dios bueno que, ni puede engañarnos, ni permite el engaño del hipotético genio maligno.
Descartes: El Cogito y el Criterio de Verdad
Descartes, tras comenzar a aplicar su método científico, descubre lo que para él constituye su primera verdad, cierta, segura e inatacable por los escépticos: el cogito ergo sum (pienso, luego existo). A partir de esa primera verdad, planteará su criterio de verdad y certeza para seguir construyendo su sistema científico. A continuación, pasaremos a explicar de forma más detallada cada una de estas cuestiones:
- A) Cogito
- B) Criterio de verdad
A) Cogito
Descartes quería construir un sistema científico en el que todas las ciencias estuviesen ordenadas deductivamente y unificadas mediante un método –inspirado en las matemáticas– que guiase a su razón y asegurase la verdad y concatenación de todos sus contenidos. Ese sistema sería como un árbol, cuyas raíces serían la metafísica, su tronco la física y sus ramas otras ciencias aplicadas.
En la segunda parte del Discurso, plantea su método y, en la cuarta, lo aplica y comienza a poner los fundamentos de dicho sistema. El punto de partida, consecuencia de su método, es su duda universal y metódica. Mediante ella, va a descubrir su primera verdad: cogito ergo sum.
Esta verdad es primera, 1) porque es la primera temporalmente hallada, 2) porque –y esto es más importante– es el principio firme e inconmovible de todo su sistema científico, y 3) es el prototipo de toda verdad y certeza. Descartes obtuvo su criterio de verdad o certeza, pensando sobre las características del cogito. Esto le permitirá establecer los criterios del conocimiento cierto y todos los demás conocimientos.
Respecto al cogito, aunque Descartes lo formuló en forma de deducción (ergo), aclaró que no se trata de tal cosa, sino precisamente de una intuición, o sea, una captación inmediata de una naturaleza simple. Por eso, esta primera verdad no se refiere a la existencia en abstracto, sino a mi existencia real, que capto a través de mi acto de dudar. Se trata, pues, de una existencia real y, por eso, permite deducir otras existencias.
El cogito cartesiano no es totalmente original. El conocimiento inmediato de la propia existencia ya había sido puesto de relieve con anterioridad, incluso en forma muy parecida: si fallor, sum (si yerro, existo), explicó Agustín de Hipona.
Este tema ha sido capital para toda la modernidad. En el pensamiento antiguo y medieval, la verdad dependía de los objetos o cosas conocidas (en definitiva, del mundo exterior), mientras que, en Descartes, ese fundamento ni siquiera es tenido en cuenta: todo se centra en el sujeto y en su interioridad. En mí se encuentran las ideas que percibo de un modo o de otro, y si las intuyo o percibo clara y distintamente, son verdades inconmovibles.
B) Criterio de Verdad
El criterio de verdad en Descartes es la claridad y distinción que acompaña a la intuición de una idea. Dicho de otro modo: todo lo que conocemos de modo claro y distinto es verdadero. A través del análisis de las características de la primera verdad (cogito ergo sum), consideró sus características para enunciar así su criterio de verdad o certeza.
Para Descartes, la evidencia consiste en la intuición intelectual de una idea clara y distinta, lo cual excluye la posibilidad de error. En sus Principios de filosofía, Descartes dice que llama “claro a aquello que está presente y manifiesto a una mente atenta, del mismo modo como afirmamos que vemos claramente los objetos, cuando, estando presentes al ojo que los contempla, operan sobre éste con fuerza suficiente. Pero distinto es aquello que es tan preciso y diferente de todos los otros objetos, que no contiene en sí mismo nada que no está claro”. Una idea es clara cuando se perciben todos sus elementos, y distinta cuando no se puede confundir con ninguna otra. El prototipo de idea clara y distinta es la naturaleza simple. Esta evidencia intelectual tiene una propiedad importante: no se puede dudar de ella. Evidencia e indubitabilidad son, en gran medida, intercambiables: reconocemos que tenemos una evidencia cuando no podemos dudar de ella y, por otra parte, la evidencia clara y distinta es siempre verdadera.
A modo de conclusión, podríamos decir que, según Descartes, nuestros conocimientos son ciertos (seguros), cuando la posesión de los mismos sigue el modelo de la intuición cogito sum; por lo tanto, el modo subjetivo de conocer la verdad se constituye en el fundamento de toda objetividad.