Cultura, Valores y Trascendencia: Un Recorrido Histórico y Filosófico

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Cultura y Valores

Cultura

La cultura tiene estrecha relación con los hombres y su historia, ha sufrido transformaciones y progresos debido a los encuentros entre los hombres e intercambios en sus modelos de vida.

El hombre está inmerso en la cultura, de ella depende y sobre ella influye. La cultura se acuñaba en Roma como el cuidado del campo o del ganado, mientras que en el siglo XII se acuñó como el cultivo de las parcelas; posteriormente, en el siglo XVI, significaba el cultivo de una facultad. En el siglo de las luces, la cultura se acuñaba como el cultivo del espíritu, era un conjunto de conocimientos y saberes acumulados por la humanidad a lo largo de la historia.

Pensadores alemanes la relacionaban con el conocimiento y el saber, y esta se identificó con el avance y el progreso. En el siglo XVIII, franceses y alemanes consideraban que la cultura era solo lo valorado y digno de ser conocido. En el siglo XIX, la cultura toma distintas perspectivas, tales como: que es una manifestación humana, que tiene sentido para el hombre, expresa su interioridad, contribuye al desarrollo del hombre.

La cultura, según algunas doctrinas:

  • Funcionalismo: La cultura solo tiene una función social, todos los elementos existen porque son necesarios y la cultura es uno más. Durkheim -> Sociedad compuesta por entidades que tienen una función específica. Malinoswski -> en la categoría de cultura se incluía artefactos, bienes, procesos técnicos, ideas, hábitos y valores heredados. (tenía una tendencia más holística o unitaria).
  • Estructuralismo: La cultura es un sistema de signos producidos por la actividad simbólica de la mente humana. Los signos y símbolos tienen una función en la sociedad y se manifiestan con el tiempo.
  • Marxismo: La cultura es el reflejo de las relaciones sociales, dícese de esta que es el medio por el cual se mantiene la desigualdad entre las clases. La cultura está impuesta por la clase dominante y no como concepto global.

Según Pasqua, la cultura debe contribuir al desarrollo del hombre como perfeccionamiento de la naturaleza humana. Aunque también señala que esta puede convertirse en una herramienta para alcanzar y mantener el poder. Según Yepes y Aranguren, la cultura es la manifestación de la interioridad del hombre, inteligencia y creatividad.

Según estos autores, la cultura es entendida como el conjunto de manifestaciones que tienen un sentido para el hombre por su carácter integrador y que, por lo mismo, contribuye al crecimiento y desarrollo de las personas y de la sociedad.

Por tanto, cultura será entendida como medios con los que el hombre afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales. Según Juan Pablo II, la cultura será el bien común de cada pueblo, expresión en su dignidad, libertad y creatividad, será el estilo de vida común que caracteriza a un pueblo.

Valores

Todo aquello que hace que el hombre aprecie o desee algo, por sí mismo o por su relación con otra cosa. Como valores tenemos a la: verdad, honestidad, trabajar, etc. Los valores son referentes, pautas o abstracciones que orientan el comportamiento humano, son guías de orientación a la conducta.

Los valores serán los distintos modelos de concretar o determinar la verdad, son la verdad y el bien tomados, valen por sí mismo, el desarrollo armónico y equilibrado de los valores permite a la persona alcanzar su plenitud.

Una cultura con verdaderos valores es aquella que da prioridad a los valores que en la jerarquía ocupan los puestos más importantes y dirigentes, son ideales más verdaderos.

Según este criterio, se establecen estas distinciones: Bueno -> algo que haga mejor al hombre y así también a la sociedad. Buena Elección -> elige bien en sí mismo, un bien superior. Mala Elección -> elige un bien inferior en vez de uno superior.

Valores de Verdad, Bien y Trascendencia

Estos valores centrales son las directrices de la vida de las personas, son fundamentales dentro de nuestra concepción de ser humano, son las metas de muchas búsquedas.

Verdad

Es conocer las cosas y no de cualquier manera, sino tal como son. Según James Balmes, la verdad es la realidad de las cosas. Ya que existe una realidad y yo puedo acceder a ella, el resultado de mi conocimiento será verdad cuando se adecue, coincida o responda a lo que la realidad es. El valor de la verdad es la realidad misma de las cosas.

La verdad que interpela nuestro conocimiento se denomina verdad lógica y la fundamentación de ese conocimiento verdad ontológica, que será la realidad misma.

También se reconoce una doble dimensión de la verdad: la teórica, que es el conocimiento intelectual de lo que son las cosas, y la práctica, que es el comportamiento concreto del hombre como objeto de conocimiento.

veracidad: virtud de comunicar la verdad, ser fieles a la realidad.

Según la verdad ontológica, se distinguen dos dimensiones: una, la verdad como realidad y luego, la verdad como manifestación y la última, sería el encuentro con ella, la verdad ocurre en la vida humana. La verdad tiene relación con la libertad.

El hombre, cuando vive, acumula experiencia, el saber que va logrando a través de la vida. La verdad afecta tan profundamente al hombre que lo conmueve por completo.

Bien

Lo bueno es el bien.

La ética, rama de la filosofía, formula criterios abstractos y racionales, no dice lo que está bien o está mal, sino que reflexiona sobre el mejor modo de vida y sobre el aprendizaje de desear lo que se debe. En cambio, la moral dice lo que está bien o está mal.

Aristóteles: el bien es lo que todos desean… ¿Por qué todos deseamos el bien? Porque en él vemos algo que nos beneficia, nos hace bien, nos perfecciona, nos mejora, satisface nuestras necesidades, nos hace más felices.

El bien no es algo objetivo, cada uno puede tomar lo bueno como estime conveniente. Hay bienes, valores, las acciones humanas siempre perfeccionan o dañan. El bien será bueno porque mi voluntad lo desea, porque es bueno, depende de mi ser. Lo bueno será lo que hace al hombre más hombre, mejor persona.

Trascendencia

Estar o ir más allá de algo, extenderse o comunicarse a otras, produciendo consecuencias, da sentido a nuestra vida y esto está relacionado por la presencia de Dios.

Según Tomás de Aquino, da énfasis a Dios, ya que plantea que hay que conocer a Dios a partir de nuestra razón.

La religión es la virtud que corresponde al valor de la trascendencia. Aquí diferenciamos dos tipos: la objetiva, que es aquello que se cree: fe, y la subjetiva, que es la respuesta creyente de lo que Dios ha revelado de sí mismo.

Concilio Vaticano II y Conferencia de Puebla

Según los valores del Concilio Vaticano II, Dios es la verdad primera y última, el bien primero y último y por él y gracias a él podemos trascender. En la vida temporal hay una serie de verdades y bienes que nos conducen a la trascendencia. Es importante que se fortalezca y desarrolle una verdad que es un bien en la tierra: la de la Iglesia. Esta vendría siendo la verdad suprema, ya que es la heredera y la encargada de difundir el mensaje de Cristo. Se puede decir que la Iglesia es la verdad y bien en la tierra, tiene la tarea de orientar al hombre hacia la trascendencia. La sabiduría rectora de la inteligencia es la que nos lleva a conocer la verdad, a hacer el bien y a buscar la trascendencia. También se refiere de cierta manera a la paz, señalando que esta es el fruto del orden plantado en la sociedad humana por su divino fundador, esta se alcanza como producto de la búsqueda de la justicia.

Según la Conferencia de Puebla, habla de la evangelización, señalando que los centros principales de esta son la familia, parroquia y diócesis. La evangelización se debe fundamentar en la verdad sobre Cristo, en la verdad absoluta sobre él, la evangelización sin la verdad sobre Cristo no es evangelización.

También señala que la iglesia es comunión de verdad. La verdad será la imagen de Dios.

Verdad, Bien y Trascendencia en la Cultura Griega

La cultura occidental tiene su origen en la antigua Grecia, de donde provienen los principios de derecho y gobierno, conceptos básicos de ciencias y matemáticas e ideas y pensamientos filosóficos. El país de los griegos, geográficamente, da con el Mar Egeo, lo cual le brindaba poder marítimo. La península del Peloponeso producía la falta de comunicación terrestre, lo que hacía que el tráfico por tierra fuera lento y difícil.

Los bosques proporcionaban maderas para la construcción de embarques, lo que hacía que el comercio marítimo fuese esencial.

La conformación cultural estaba dada por la civilización minoica, en Creta, donde se encontraba el rey Minos. En esta civilización era importante la industria y el comercio marítimo, ya que importaban productos como plata, mármol, cobre, oro, etc. Luego, los indoeuropeos provenientes del Danubio dan origen a la civilización micénica, donde los aqueos sembraron su poder militar. Los aqueos más importantes fueron Micenas y Tirinto. Posteriormente, los dorios invadieron la península griega con el fin de vencer a los aqueos y esta península quedó bajo el dominio de los dorios. De la mezcla de los habitantes de Creta (aqueos y dorios) nace el pueblo griego.

  • Siglo VIII -> Homero dará forma a las creencias religiosas griegas.
  • Trascendencia -> Homero alcanza forma inmortal en la lucha, trasciende más allá de su vida temporal.
  • La Ilíada y Odisea son la base de la cultura, historia, tradición, religión y educación en Grecia.

Los griegos vivían agrupados en tribus, gobernadas por un rey. Tras la construcción de plazas, donde se establecen comerciantes y artesanos, surge posteriormente la polis (independiente, polis más importantes -> Atenas, Esparta y Corinto).

La polis se componía de tres partes: la acrópolis, ubicada en la colina, donde se encontraban los templos; el área urbana, a los pies de acrópolis, tiendas, talleres, casas y al alrededor de la acrópolis, donde se encontraban los cultivos agrícolas.

La polis será la primera potencia entre las ciudades-estados griegos, encabezará la liga de Delos, que comprende islas egeas y comunidades griegas de Asia menor. Es en la polis donde se consolidará la democracia, surge la responsabilidad de ciudadano libre en la vida cívica, la comunidad de los ciudadanos tendrá la función de concretar el bien común y contribuir al perfeccionamiento moral.

Clístenes (político ateniense), con su reforma, organizará a Atenas como estado jurídico y democrático, el pueblo es soberano y la norma ideal es la justicia. En el periodo de Pericles, hay una combinación del poder político, económico y esplendor cultural, lo que provoca el gran desarrollo en el plano de las ciencias. En este periodo se construye el Partenón, el teatro y la educación tiene un impulso importante. Dentro de la educación había 4 ramos: lectura y escritura, ejercicios gimnásticos, música y dibujo. De estas, la lectura y escritura junto con el dibujo eran útiles para la vida.

En cuanto a su religión, eran politeístas, aunque cada ciudad poseía un culto y dios propio. Tenían primeros dioses como Eros, Urano, Fea, etc.; dioses olímpicos como Apolo, Atenea y dioses y hombres como divinidades-mortales como Thetis y Peleo.

Entre Atenas y Esparta se produce una diferencia, lo cual provoca la guerra del Peloponeso, donde Atenas es derrotada y Esparta establece su hegemonía sobre Atenas, lo que provoca la decadencia de la polis y, posteriormente, una crisis moral e intelectual.

Surge la filosofía a través de Sócrates, Platón y Aristóteles.

Al proceso de descomposición política y moral se atribuirán los sofistas, a los cuales se les ha acusado de convertir lo justo en injusto. Protágoras, el más conocido de los sofistas, desarrolló la tesis relativista, que cada hombre es la medida de todas las cosas. A pesar de la acusación de esto a los sofistas, mientras se divertían en sus juegos y paradojas verbales, forjaban la herramienta del análisis lógico y gramatical.

Sócrates

A la sabiduría griega se atribuía que ser sabio implica saber orientarse en el mundo, discernir entre lo bueno y lo malo, entre lo justo de lo injusto. Saber/ser sabio era una fuente viva de enseñanza para los hombres de la época. Según Max Scheler, la sabiduría es el conocimiento directo de los valores en cada caso concreto. El sabio griego recibe esta sabiduría de un poder sobrehumano (dios, naturaleza, logos, etc.).

Sócrates (Atenas 470-399 a. de C.), calificado como uno de los grandes pensadores de la época, nació en Atenas, tuvo una educación ateniense tradicional, tenía una fortuna modesta, pero la perdió en la guerra del Peloponeso, participó en tres campañas militares como hoplita.

Características de Sócrates: era un hombre recio, feo, burlón, pero con sus amigos era un hombre amable y sencillo, entregado sin descanso a la reflexión filosófica y moral, enemigo de los discursos escritos. Sabemos de su historia a través de Platón, el cual fue su discípulo por 9 años; Jenofonte, que fue su seguidor durante 2 años y Aristóteles, que lo menciona en sus escritos, lo presenta como el descubridor del concepto, razonamiento inductivo, etc.

La actividad de Sócrates se basaba en el diálogo, buscaba los valores fundamentales como el bien, la justicia, la virtud y la verdad, para él era válido solo lo que tiene justificación racional. Con esto, hizo el diálogo la actividad más importante de Atenas. En el diálogo preguntaba a hombres más representativos que estimaban como la verdad más sólida.

  • Ironía -> no saber lo que se creía saber
  • Mayéutica -> alumbramiento de la verdad
  • Vicio -> resultado de la ignorancia.

La búsqueda del bien común derivaba del bien individual, ya que este es posible en base al otro.

  • Causa del mal -> ignorancia

A Sócrates lo acusaron 3 ciudadanos por política, poesía y retórica, por dejar en ridículo a los intelectuales. También, acusado de despreciar a los dioses de estado y corromper la moral. Tras esto, se realizó un juicio, donde se defendió queriendo pagar una multa y, posteriormente, diciendo que, si seguía con vida, seguiría haciendo lo mismo, ya que creía que era su obligación moral (Daimon le advertía de las buenas y malas acciones). Esto el jurado lo consideró una insolencia, lo cual provocó que bebiera cicuta, una planta tóxica, y muriera. Su muerte la relacionaron con la de Jesucristo, por ser condenado injustamente por amar a la verdad.

  • Una mentira o un error nunca se transformarán en verdad.

Verdad, Bien y Trascendencia en la Cultura Latina

Para abordar los valores trascendencia, verdad y bien en la cultura latina es preciso tener en cuenta que Roma partió siendo una pequeña ciudadela a las orillas del Tíber y terminó siendo un imperio que aglutinó a más de ochenta millones de habitantes y que dominó un territorio que llegó a ocupar casi toda Europa, Asia Menor, todos los territorios del cercano oriente y el norte de África, desde Siria a Marruecos.

La importancia histórica del imperio radica, precisamente, en haber creado con los diversos pueblos de la cuenca mediterránea una sola nación. El genio organizador aceleró esa obra de unificación. De un extremo a otro del imperio, los romanos trazaron carreteras por las cuales se podía transitar con seguridad. Dondequiera que conquistaron, levantaron ciudades con edificios magníficos, teatros, templos, foros y termas que fueron focos poderosos de romanización. Las fronteras del imperio estaban defendidas por las legiones, que impedían la irrupción de los bárbaros y aseguraban la paz y la tranquilidad. En todo el imperio regían las mismas leyes, que aseguraban el orden y la justicia romana en todos los territorios.

Sus instituciones propias, insuflándoles al mismo tiempo su espíritu hasta llegar a su romanización, esto es, a hacerles solidarios de su propia civilización y de su vida política. De este modo, la cultura racional del pueblo griego y el genio político del romano colaboran en la formación de este mundo latino o mediterráneo que fue el núcleo de lo que hoy llamamos civilización occidental o europea.

Es importante aclarar que aquí no se pretende señalar que los romanos estuvieran desprovistos de la capacidad de incorporar elementos propios a la cultura latina y que el imperio haya sido un rompecabezas compuesto por piezas inconexas e independientes unas de otras desde el punto de vista cultural, sino que lo que se pretende destacar es que los romanos tuvieron la capacidad de incorporar los elementos culturales que consideraron provechosos para el imperio y los difundieron por todas sus provincias. Para ser más justos, habría que decir que los romanos se nutrieron de las riquezas espirituales de los pueblos conquistados y se inspiraron en ellos para crear. Michael Grant (1996) y Rafael Vargas Hidalgo (2006) son muy enfáticos en este sentido. Este último señala que Johann Joachim, al acuñar el término arquitectura clásica, hizo un grave daño a la comprensión de la antigua arquitectura romana. En tanto que el primero culpa a los helenistas de desperfilar el arte romano, ya que investigadores como Arnold Gomme lo calificaron como arte de segunda fila, en relación al griego. Grant en ningún caso niega que el imperio Romano se haya convertido en un catalizador y un difusor de las culturas incorporadas a sus límites, pero asegura que generaron expresiones culturales propias o que se inspiraron en elementos culturales nuevos, para desde allí incorporar su capacidad creadora.

Su genio político los capacitó para asumir el dominio de Occidente civilizado, Asia occidental inclusive, ampliarlo hasta el Danubio, el Sahara, las costas oceánicas, y proporcionar los medios y la oportunidad para una equivalente expansión de ideas y formas. Pero estas ideas y formas no eran las suyas o sólo las suyas. El arte y arquitecturas romanas no son arte y arquitectura griega de segunda fila; son distintos en su propósito y en sus logros, no son mera repetición de unos mismos valores. También es importante aclarar, que si bien es cierto, los romanos permitieron en términos generales, a todos los pueblos mantener vigentes sus expresiones culturales y que, por lo mismo, el imperio se nutrió de esta diversidad, también es cierto señalar que la civilización griega fue la que hizo sentir con mayor fuerza su influencia en el imperio, en especial en disciplinas como la filosofía.

Desde principios del siglo II antes de Jesucristo, sabios griegos marchaban a Roma - el pueblo joven y rico que irrumpía en la vida mediterránea - como preceptores de las grandes familias patricias. Roma conquistó a Grecia en ese siglo y se apropió de la cultura griega, que, a partir de esta época, se conoce con el nombre de grecolatina. La filosofía romana es así una prolongación de la griega.

El estoicismo proponía como el supremo bien la capacidad del hombre de vivir conforme a su naturaleza. Esto consistía en buscar su espíritu y su libertad interior en la propia e individual interioridad, dejando de lado las explicaciones de lo que ocurría en el mundo, ya que sólo la divinidad era capaz de explicar el universo en su integridad. Por lo tanto, el sabio estoico era quien, asumiendo que no podía más que dar cuenta de su propia interioridad, debía abandonar toda pretensión de cambiar el inexorable futuro.

El criterio de verdad estaba dado sólo por el ejercicio de los sentidos, que se constituían en las herramientas que entregaban la información necesaria (sensismo). La verdad no se encontraba conectándose con el mundo, sino en la imperturbabilidad y la absoluta autarquía, que se lograba con el ascetismo y la austeridad, es decir, alejándose de las pasiones mundanas y buscando el contacto con el alma del universo a través del ensimismamiento. El ideal moral de una vida sin pasiones ni sufrimientos adquiriría así un lugar central dentro de la consideración estoica del bien.

El epicureísmo, que tuvo en Lucrecio a uno de sus más conocidos representantes en el imperio Romano, planteaba que la verdad era toda percepción sensible, al igual que las representaciones de la fantasía que eran las que movían el alma. Esto equivalía a decir que la verdad de toda sensación consistía en la realidad psicológica de tal impresión y afección anímica. En tanto que la verdad ontológica y lógica dependían de algo ulterior y distinto que sería la del juicio y de la opinión.

En cuanto a la trascendencia, el epicureísmo planteaba que el alma era materia, más fina y sutil, pero al fin y al cabo materia, por lo tanto, al no reconocer la existencia de lo espiritual, este era un tema que estaba fuera de su doctrina.

Tanto Séneca, el máximo exponente del estoicismo en el Imperio Romano, como Lucrecio, representante del epicureísmo, intentaron dar algo más de esperanza al ser humano, dentro del contexto de las doctrinas a las que adscribieron. Lucrecio se permitió en su poema De rerum natura (De la naturaleza de las cosas) dar algo de calidez y sentido humano a una visión tan deshumanizada como es la de la concepción atomista y mecanicista del universo, propia del epicureísmo. Séneca, en tanto, intentó que la ética estoica se convirtiera en una fuente de paz y consuelo para los hombres. De hecho, el sabio estoico, en su obra, dejó de ser aquel sabio teórico, inflexible, imperturbable, alejado de la sociedad y ensimismado, sino que se convirtió en un sabio que humanizó la teoría, la puso al servicio del hombre y no se ocultó en su reflexión personal, sino que la puso al servicio de los demás. Tanto fue así que su doctrina moral se acercó a la cristiana, por lo que se ha planteado que pudo haber existido una relación epistolar entre Pablo y Séneca e incluso una conversión de este, pero que ha sido descartado por los especialistas.

En Lucrecio y especialmente en Séneca se puede ver un mensaje más esperanzador, en el que no todo es caducidad y desesperanza. Séneca llega incluso hasta a hablar de la trascendencia del alma. Tal vez esto se debió a la crisis en la que se encontraba la sociedad romana y a la búsqueda que iniciaron sus pensadores, quienes intentaron proponer nuevos derroteros que dieran luz a la desorientada sociedad romana, la que debido al excesivo libertinaje vivido en las clases patricias y especialmente a su apertura a las demás expresiones culturales.

Vida de Agustín de Hipona

Constantinopla se formó un espacio político cada vez más independiente de Roma. Constantino también reformó el ejército y, en general, mejoró muchos aspectos de la administración. Sin embargo, la iniciativa más importante de Constantino fue promulgar el edicto de Milán en el 313, que otorgaba libertad de culto a todas las religiones, también a los cristianos, perseguidos hasta entonces por el Imperio. Aunque sólo se bautizó en su lecho de muerte, Constantino es recordado como el primer emperador cristiano.

Las reformas de Constantino le dieron 150 años más de vida al moribundo Imperio. Fue nombrado obispo, en el 396, nuevas crisis amenazaban la estabilidad del Imperio, que ya se encontraba definitivamente partido en dos: el Imperio Romano de Occidente, con capital en Roma, y el Imperio Romano de Oriente (o Imperio Bizantino), con capital en Constantinopla.

Desde luego, llegó un momento en que el Imperio alcanzó un límite de resistencia. El año 476, fue destituido el último emperador de Occidente. Tradicionalmente, se considera que ese momento marca el nacimiento de la Civilización Occidental y el inicio de la llamada Edad Media.

El Occidente se consolidó como un espacio latino, con la ciudad de Roma como centro religioso, lo que reforzó la autoridad del obispo de Roma como cabeza de la Cristiandad. El Oriente, en cambio, con sus propios problemas y dinámicas, se alejó espiritualmente de Roma, hasta convertirse en el germen de las Iglesias Ortodoxas que hasta el día de hoy desconocen la autoridad del Papa como jefe de la Iglesia.

La Encarnación de los Valores de Verdad, Bien y Trascendencia en Agustín de Hipona

Como ya vimos, el estoicismo y epicureísmo, corrientes filosóficas griegas posteriores a las escuelas clásicas de Atenas, no profundizaron ni abundaron en el estudio de valores como la verdad y la trascendencia. Más que abordarlos con detención, tendieron a darles un tratamiento de segundo orden para atender el tema de la ética y los cánones que le servían de sustento a esta. Para ser justos y rigurosos, no se puede dejar de reconocer que la trascendencia, al menos para Séneca, no pasó inadvertida, y que en sus escritos, en el tratamiento de este valor, se acercó a la doctrina cristiana. Tal vez este intento de Séneca por buscar un sentido a la existencia humana más allá de la vida terrenal haya sido una respuesta a la normal inquietud que afecta a todo pensador que ve como la sociedad a la que él pertenece se desorienta y se pierde porque no es capaz de ver más allá de la pura existencia física y de la materialidad, descripción que grafica a la sociedad romana de la época, con el agravante de que lejos de tender a revertir tal situación, la agudizaba cada vez más.

Es en este contexto en el que hizo su aparición el cristianismo, que planteó que Cristo era la luz del mundo, la resurrección y la vida. De esta manera revolucionaria para la sociedad y la época, la naciente doctrina entró en escena, no sólo anunciando un nuevo mensaje, sino que cuestionando y poniendo en tela de juicio una serie de prácticas y costumbres de los ciudadanos romanos, lo que en ningún caso se tradujo en una postura soberbia del cristianismo frente a las expresiones culturales, intelectuales y doctrinas de la época, sino que por marchar tras la verdad y el bien asumió y absorbió elementos y valores de la antigua filosofía griega que eran congruentes con el pensamiento cristiano. Frente al nuevo mensaje, las corrientes filosóficas vigentes en el imperio romano lucharon por mantenerse, pero languidecieron poco a poco hasta disiparse. Esto último no debe conducirnos al error de pensar que al cristianismo le fue fácil instalarse en el imperio Romano, al contrario, fue perseguido y después de muchas dificultades logró convertirse en la religión oficial de este.

El triunfo legal y en los corazones de la población del imperio no estuvo exento de dolor, muertes y del abandono absoluto a la causa de Dios. En medio de este contexto adverso aparecieron personajes que lideraron y animaron el camino del cristianismo, algunos incluso llegaron a entregar sus vidas. Al reflexionar sobre el tema se tiende a pensar que quienes tuvieron la misión de sentar las bases del cristianismo eran, sin excepción, personas muy especiales.

Tagaste no brindaba el nivel ni las instituciones para potenciar el genio de Agustín. Llegó a Cartago siendo un adolescente que aún no superaba los 18 años, por lo mismo no sólo se entregó a los estudios, sino que a los excesos, que brindaban las grandes ciudades del imperio Romano, con sus juegos, bares, piscinas, termas, fiestas, etc., así lo señala el mismo Agustín en su libro Confesiones …yo también me entregué osadamente a varios y sombríos afectos y pasiones, con lo cual se afeó la hermosura de mi alma, y agradándome a mí mismo, deseando agradar y parecer bien a los ojos de los hombres, vine a ser hediondez y corrupción en los vuestros. Entonces fue cuando tomó dominio sobre mí la concupiscencia y yo me rendí a ella enteramente, lo cual, aunque no se tiene por deshonra entre los hombres, es ilícito y prohibido por vuestras leyes. El amar y el ser amado se me proponía como una cosa muy dulce, especialmente si también gozase de la persona que me amaba.

Estando en Cartago, su padre enfermó, por lo que Agustín volvió por un tiempo a Tagaste, para acompañarlo en sus últimos días. Cuando volvió a la gran ciudad dio rienda suelta a su inquietud por el conocimiento, allí estudio retórica, geometría, matemática y derecho romano, pues quería convertirse en profesor o político. Tuvo la oportunidad de conocer la obra de Cicerón y el maniqueísmo, corriente por la que se dejó seducir. El maniqueísmo estaba completamente alejado del cristianismo, planteaba que existían dos principios opuestos, uno bueno compuesto por el espíritu y la luz y otro malo que era el demonio, la materia o las tinieblas, por lo que toda existencia material era mala. El matrimonio no era visto por esta corriente con buenos ojos, ya que producto de él venían los hijos, lo que era contrario al dios bueno que era sólo espíritu.

Pronto Agustín se enamoró y decidió convivir con una mujer, con la que tuvo un hijo: Adeodato, al cual decidió darle una formación intelectual como la suya. Como Cartago era una ciudad cara y había que mantener una familia, decidió volver a Tagaste donde esperaba que lo recibiera su madre, sin embargo no fue así, por lo que Romaniano, que se había convertido al maniqueísmo, siguiendo a Agustín, le ofreció su casa y le consiguió trabajo como profesor en su ciudad natal.

La agudeza e inquietud intelectual de Agustín lo llevó a cuestionar cada vez más el planteamiento maniqueísta, a tal extremo que se puso en contacto con Fausto, una de las eminencias entre los maniqueos, para que lo ayudara a disipar sus dudas, lo que no se produjo, por lo que sufrió una fuerte desilusión.

Agustín, cada vez más inquieto, comenzó a mirar otros horizontes, específicamente hacia Roma, allá esperaba encontrar discípulos y profesores de mejor nivel que le ayudaran a responder las preguntas que lo inquietaban. Una vez en Roma, si bien es cierto encontró lo que buscaba, no logró generar los recursos económicos para traer a su mujer e hijo y además se enfermó. Atribulado por la estrechez económica, por su soledad y porque no podía saciar su sed por la verdad, encontró algo de sosiego en la llegada de su amigo Alipio a Roma y por un contacto que le abrió las puertas para ir a dar clases a Milán, donde no sólo iba a gozar de un buen sueldo, sino que también de prestigio. Este cambio de ciudad fue importante en la vida de Agustín, porque ahí conoció a Ambrosio, Obispo de Milán, quien logró que, no sólo se interesara por las Sagradas Escrituras, sino que se alejara del maniqueísmo. A través de la lectura de la Biblia y de los sermones de Ambrosio se convencía cada vez más de estar cerca del verdadero conocimiento. En Milán, con su hijo y su mujer a su lado, con el prestigio que empezó a lograr en la universidad donde daba clases y con las respuestas que empezaban a surgir en torno a sus cuestionamientos, se sentía algo más tranquilo. La tranquilidad se convirtió en una gran alegría con la llegada de su madre, a quien acogió en su casa. Todo parecía ir bien, sin embargo pronto sobrevinieron dificultades entre la mujer de Agustín y Mónica, las que terminaron por separar a Agustín de la madre de su hijo, de quien estaba profundamente enamorado.

A pesar de estás dificultades, Agustín no dejó de lado su inquietud intelectual y espiritual, lo que lo acercaba cada vez más al cristianismo. A esto contribuyeron la lectura y estudio que hizo de las obras de Plotino y Platón, el sentido que comenzó a encontrarle a los consejos y sermones de Ambrosio y a su incansable inquietud por buscar la verdad, tarea en la que incluía a sus discípulos. A pesar de que sentía que el cristianismo era la ruta para llegar a la verdad y que en sus reflexiones tendía a dialogar con Dios con toda naturalidad, no exenta de aflicción, Agustín no se sentía preparado para ser bautizado, lo que ocurría en realidad, como el mismo lo señala en el libro Confesiones, era que no estaba dispuesto a dejar costumbres que había adoptado en su vida anterior y que eran incongruentes con la de un cristiano consecuente. Esto era lo que yo anhelaba y por lo que suspiraba, pero estaba aprisionado no con grillos ni cadenas de hierros exteriores, sino con la dureza y obstinación de mi propia voluntad. El enemigo estaba hecho dueño de mi voluntad y había formado de ella una cadena, con la cual me tenía estrechamente atado. Porque de haberse la voluntad pervertido, pasó a ser apetito desordenado; y de ser este servido y obedecido, vino a ser costumbre; y no siendo esta contenida y refrenada, se hizo necesidad como naturaleza. De estos como eslabones unidos entre sí se formó la que llamé cadena, que me tenía estrechado a una dura servidumbre y penosa esclavitud. Y aquella nueva voluntad que comenzaba yo a tener de serviros graciosamente y gozar de Vos, Dios mío, que sois el único y verdadero gozo, no era bastante fuerte todavía para vencer la otra voluntad primera, que con el tiempo se había hecho robusta y poderosa. Así, estas dos voluntades, una antigua y otra nueva, aquella carnal, esta otra espiritual, batallaban entre sí, y con discordia disipaban y destruían a mi alma.

Tan grande era su apego a sus costumbres anteriores que tuvo que ocurrir un milagro para que se decidiera hacerse cristiano, el mismo lo relata así:


Porque conociendo yo que mis pecados eran los que me tenían preso, decía a grito con lastimosas voces: ¿Hasta cuándo, hasta cuándo ha de durar el que yo diga, mañana y mañana?, pues ¿por qué no ha de ser desde luego y en este día?, ¿por qué no ha de ser en esta misma hora el poner fin a todas mis maldades?
Estaba yo diciendo esto y llorando con amarguísima contrición de mi corazón, cuando he aquí que de la casa inmediata oigo una voz como de un niño o niña, que cantaba y repetía muchas veces: Toma y lee, toma y lee. Yo, mudando de semblante, me puse luego al punto a considerar con particularísimo cuidado si por ventura los muchachos solían cantar aquello o cosa semejante en alguno de sus juegos; y de ningún modo se me ofreció que lo hubiese oído jamás. Así, reprimiendo el ímpetu de mis lágrimas, me levanté de aquel sitio, no pudiendo interpretar de otro modo aquella voz, sino como una orden del cielo, en que de parte de Dios se me mandaba que abriese el libro de las Epístolas de San Pablo y leyese el primer capítulo que casualmente se me presentase. Porque había oído contar del santo abad Antonio, que entrando por casualidad en la iglesia al tiempo que se leían aquellas palabras del Evangelio: Vete, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y después ven y sígueme; él las había entendido como si hablaran con él determinadamente y, obedeciendo a aquel oráculo, se había convertido a Vos sin detención alguna. Yo, pues, a toda prisa volví al lugar donde estaba sentado Alipio, porque allí había dejado el libro del Apóstol cuando me levanté de aquel sitio. Tomé el libro, lo abrí y leí para mí aquel capítulo que primero se presentó a mis ojos, y eran estas palabras: No en banquetes ni embriagueces, no en vicios y deshonestidades, no en contiendas y emulaciones, sino revestíos de Nuestro Señor Jesucristo, y no empleéis vuestro cuidado en satisfacer los apetitos del cuerpo.
No quise leer más adelante, ni tampoco era menester, porque luego que acabé de leer esta sentencia, como si se me hubiera infundido en el corazón un rayo de luz clarísima, se disiparon enteramente todas las tinieblas de mis dudas.
Después de vivir esto pidió que lo bautizaran, una vez que fue bautizado consagró su vida a Dios y toda su capacidad e inquietud intelectual la puso a disposición del conocimiento del Señor. Su vida futura no fue fácil, pues debió soportar la muerte de su madre, cuando se dirigían a Tagaste para conformar una comunidad cristiana en su ciudad natal, pero, a pesar de las dificultades, su proyecto de fundar una ermita en Tagaste se cumplió. Al poco tiempo nuevamente lo golpeó el dolor, esta vez producto de la muerte de su querido hijo Adeodato, aquejado por una enfermedad fatal. Entregando su sufrimiento a Dios y con la convicción de que lo vería en la otra vida, siguió encabezando y haciendo crecer su comunidad, lo que lo hizo conocido en la zona. Por lo mismo un cristiano de Hipona lo invitó a su ciudad para que les hablara de Dios. Cuando llegó a Hipona fue reconocido por la comunidad cristiana, la que en una misa lo aclamó como sacerdote. A los 40 años, fue ungido sacerdote en Hipona, ciudad en la que posteriormente fue nombrado Obispo. De aquí en adelante Agustín viajó por todo el norte de África difundiendo la palabra de Dios y luchando contra las herejías que surgían con mucha fuerza.
SESION 10
Verdad, bien y trascendencia en el contexto cultural del mundo hebreo
La Cultura del pueblo judío se caracteriza por estar impregnada de una profunda relación con Dios: su historia, su cultura y, en general, su identidad, están marcadas por el hecho de ser el Pueblo Elegido para acoger al Mesías. Mucho después de que fuera destruido el reino de Israel, durante los largos siglos de la Diáspora, las comunidades judías mantuvieron esa identidad gracias al recuerdo permanente de la Tierra Prometida perdida y al hecho de estar unidos en torno a su religión.
Es a través de los acontecimientos históricos y religiosos donde se desarrolla su conciencia de identidad hasta nuestros días. Así, fue el primer pueblo en la Historia de la humanidad que registró su historia en una serie de libros que ofrecen un relato consecutivo a lo largo de muchos siglos. Estos libros los encontramos recopilados en la primera parte de la Biblia -en griego significa conjunto de libros. Sin embargo, no todos los libros de la Biblia son históricos. El relato de los acontecimientos del pueblo de Israel está de manera especial en Génesis, Éxodo, Josué, Jueces, Samuel y Reyes. Pruebas recientes de expertos israelitas y occidentales tienden a confirmar la historia bíblica en sus rasgos principales.
Es posible que hayan emigrado de Ur poco después del 1950 a.C. cuando fue destruido ese centro Sumerio de Mesopotamia meridional, para trasladarse a Harrán. En la actualidad se localiza a Ur el sur de Irak. Es ahí donde surge la figura del primer patriarca Abraham, quien habría emigrado hacia el oeste, a Canaán, porque, según el relato bíblico, se lo habría indicado Dios. Las distintas familias que se van generando a lo largo del tiempo se encontrarían- según la tradición -.
Los relatos del Génesis acerca del origen del Universo y las historias del diluvio y la torre de Babel indican un período de residencia de estas tribus hebreas en el norte de Mesopotamia antes del 1.500 a.C.
Abraham, como patriarca de una tribu nómada, posee una visión más bien doméstica que guerrera. Recibe una misión que constituye el valor fundamental de todo hebreo: La Alianza de fidelidad al Dios revelado de la tribu con obediencia ciega a ese Dios. Es un peregrino que avanza movido por su fe en Dios, Dios que hace un llamado a su descendencia de manera concreta. Dios exigía que el pueblo de Abraham lo adorara, sirviera y amara. A cambio, el pueblo judío siempre contaría con la protección de Dios, si es que no se apartaba de la alianza y de la Ley Divina. En señal de esa alianza, todos los niños judíos serían circuncidados a los ocho días de su nacimiento.
Hay datos concretos que permiten afirmar que algunos hebreos vivieron durante siglos en el Delta del Nilo durante el período de los hicsos, antes de que Moisés (nombre egipcio) se convirtiera en su caudillo y los guiara hasta un punto al alcance de la Tierra Prometida -localizada en lo que hoy es Israel y Palestinahacia el 1.300 a.C. Es en Egipto donde el pueblo -las 12 tribus descendientes de Jacob (nieto de Abraham)- se desarrolla con características propias y crece sometido a la esclavitud en torno a los siglos XIV y XIII a.C.
En el 1250 a.C Moisés saca al pueblo de la esclavitud egipcia y durante un largo viaje (unos 40 años) lo conducirá hacia Canaán, la Tierra Prometida. En ese Éxodo reciben también Los diez Mandamientos, la Ley que deberán cumplir y las normas según las cuales deberán organizar su vida.
El pueblo hebreo, ya asentado en Canaán, tenía una considerable población reunida en 12 tribus y no reconocían a ningún monarca. Su único Señor era Dios. De allí la organización a través de Jueces que velan por el cumplimiento de la Ley de Dios (el Decálogo conocido también como los 10 Mandamientos) y la existencia de profetas enviados por Dios, cuya misión era llamar al pueblo a la conversión de su corazón, la fidelidad y el seguimiento de Dios. Los profetas siempre llamarán a cambiar de vida y retornar a la fidelidad a la Alianza con Dios en su calidad de pueblo elegido.
La Confederación de tribus se transformará en monarquía alrededor del 1020 a.C., cuando el profeta Samuel elige a Saúl como primer rey. Se mantendrá unida hasta el período anterior a la muerte de Salomón, debido a su religión que, en sus prácticas, fue delineada de manera clara por Moisés y cuyo fundamento era la Ley, el Arca de la Alianza y una serie de normas y ritos prescritos por Dios.
De lo hebreo a lo judío
El año 933 a.C a la muerte de Salomón - quien construirá en Jerusalén el único templo judío - el reino se dividirá entre sus dos hijos. Israel, el Reino del norte que tendrá Samaria como capital y Judá, al sur, con Jerusalén como centro. A partir de ese momento se iniciarán historias paralelas que desembocarán en la creencia judía que sólo los hebreos de Judá constituirán el pueblo elegido por Dios y los únicos depositarios de la tradición. En el 721 a.C el reino del norte había sido invadido por los asirios con quienes se habrían mezclado después de la dominación, cayendo en la impureza dando así origen a esa creencia.
En el tiempo de exilio del reino de Judá a manos del rey babilónico Nabucodonosor se consolidarán los valores del judaísmo que les identifica como pueblo hasta hoy. Incluyen el culto sagrado al sábado, la Sinagoga como lugar de culto, la circuncisión como elemento distintivo de raza y signo de alianza y la importancia de la figura del sacerdote y del maestro de la Ley.
A la caída de los reinos de Israel y Judá y hasta 1948 los judíos no tendrán un Estado independiente
La Diáspora y el moderno estado de Israel
Durante los años siguientes a la crucifixión de Jesús, los romanos mantuvieron la misma situación de Judea, como región vasalla de Roma. A cambio, ellos procuraron respetar la religión judía. Sin embargo, con el tiempo, la dominación romana se hizo más dura y la rebelión finalmente estalló el año 60 d. de C.
Luego de una campaña muy difícil, las legiones romanas aplastaron la rebelión, saquearon Jerusalén y destruyeron el templo (70 d. de C.).
La destrucción del templo abrió una nueva etapa en la historia del pueblo judío, conocida como Diáspora (en griego, dispersión), es decir, la partida de gran parte de la población hacia el extranjero. Con el paso de los siglos, las comunidades judías se asentaron en diversos territorios del Imperio Romano, luego en gran parte de la Europa medieval y posteriormente en América. Para el momento en que los nazis llegaron al poder, sólo en Europa vivían más de diez millones de judíos. En América, aún hoy existen importantes comunidades judías, algunas muy numerosas, como pasa en Argentina y Estados Unidos. A pesar de haber pasado tantos siglos sin una patria propia, los judíos de la diáspora siempre mantuvieron vivo el anhelo de volver a la Tierra Prometida, Israel, el hogar de sus antepasados, donde se habían mantenido algunos grupos pequeños de judíos, que convivieron en relativa paz con árabes y cristianos, mientras diversas potencias se sucedían en el dominio de Tierra Santa: romanos, bizantinos, árabes, turcos y, finalmente, ingleses.
Tras la derrota de la tiranía nazi, al término de la Segunda Guerra Mundial, quedó al descubierto la enorme magnitud del Holocausto, el intento nazi de exterminar a los judíos de Europa. En vista de esta tragedia, Gran Bretaña accedió a crear un estado judío en Tierra Santa. El moderno estado de Israel fue proclamado en 1948, aunque desde su mismo nacimiento tuvo que enfrentar la violenta oposición de las naciones árabes vecinas, dispuestas a empujar a los judíos al mar, con tal de establecer en su lugar un Estado Palestino.
Israel y sus vecinos han sostenido tres grandes guerras en los últimos 60 años, además de otros innumerables enfrentamientos menores, que han costado miles de víctimas. Además, muchos movimientos extremistas islámicos han utilizado el conflicto árabe-israelí como pretexto para el terrorismo.
A pesar de muchos esfuerzos de la comunidad internacional, este largo conflicto no ha podido resolverse plenamente y persiste como una de las mayores preocupaciones de la política mundial.
La cosmovisión judía
A diferencia de griegos y romanos y el resto de las culturas de la época, la cultura hebrea es radicalmente monoteísta: un solo Dios, omnipotente, eterno y providente, que dirige el destino histórico de su pueblo, le protege y castiga sus infidelidades.
Dentro de los aspectos fundamentales del judaísmo que se expresan en la Ley del Monte Sinaí cabe destacar especialmente tres que simbólicamente se resumen en la llamada Shemá:
Shemá Israel
Adonai Elohenu
Adonai Ehad
40Escucha Israel
El Señor es nuestro Dios
El Señor es uno
Por otra parte, el origen del mundo se explica con la idea de la creación a partir de la nada y un concepto lineal -no cíclico- del tiempo, con un principio -la creación- y un final -la venida del Mesías.
En relación a griegos y romanos también se presentan diferencias importantes en la concepción del ser humano. Los hebreos plantean en el hombre un dualismo ético: la contraposición no se da entre alma y cuerpo, como en Platón y otros griegos, sino entre un principio del bien y un principio del mal que luchan en el interior del hombre. Asumirán durante el período de dominación helénica la distinción metafísica de cuerpo y alma que facilitará la explicación de la inmortalidad.
De acuerdo con Maimónides, médico, rabino, teólogo y filósofo judío de gran importancia en el desarrollo del pensamiento medieval occidental, el judío debe seguir el camino recto (de todo hombre justo) que es el punto equilibrado de cada cualidad que posee el ser humano. Este es el punto intermedio entre los dos extremos, no más cercano de uno que de otro (…) el individuo constantemente debe orientar sus cualidades hacia el punto intermedio, para así llegar a ser íntegro. Por ejemplo: Que no sea colérico, enfureciéndose con facilidad, ni tampoco como un muerto, que es completamente insensible, sino equilibrado; que no se enoje, salvo por aquellas cosas que son dignas de disgustarse; así no se comportará con enojo la próxima vez (…) Del mismo modo, que no ambicione sino aquellas cosas que el cuerpo precisa y que es imposible mantenerse sin ellas. (…) Por lo tanto, no se agote trabajando, sino sólo para conseguir aquello que le es necesario para subsistir.
Asimismo, Maimónides nos permite conocer más a fondo el sentido de Dios en la vida de los judíos al señalar en el capítulo tercero de su obra que: el hombre debe procurar que todas sus cualidades tiendan al conocimiento de Dios, sólo a este objetivo, así, cuando se siente y cuando se levante, cuando hable, en cada acción, la finalidad debe ser ésta.
El bien se identifica con la sumisión a Dios y, por eso, con el cumplimiento de los Mandamientos de la Ley de Dios, que desde su absoluta trascendencia, conoce qué es lo mejor para el hombre y vela por cada uno desde su Providencia. El conocimiento del bien se logra a través de la luz recibida por revelación divina (los libros de la Torá y los Mandamientos) y de los ritos litúrgicos y la oración personal y su plenitud pasa por el cumplimiento de la Ley. El hombre justo, el que realiza el bien moral, es bendecido por Dios, mientras que el pecador, el que actúa mal, es castigado ya en vida con sufrimientos o reveses personales. La retribución (premio a la vida buena o castigo para la mala) es además, un móvil importante para actuar conforme a la ley.

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