El Cuarto Mandamiento y la Familia
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¿A quién se refiere el cuarto mandamiento?
y qué nos exige?
El cuarto mandamiento se refiere en primer lugar a los
padres, pero también a las personas a quienes debemos
nuestro bienestar, nuestra seguridad y nuestra fe.
[2196-2200, 2247-2248]
Lo que debemos en primer lugar a nuestros padres, es
decir, amor, agradecimiento y respeto, tiene que regular
también nuestra relación con las personas que nos dirigen y están a nuestro servicio. Hay muchas personas que
representan para nosotros una autoridad natural y buena, otorgada por Dios: padres adoptivos o de acogida,
parientes mayores y antepasados, educadores, maestros,
empleadores, superiores. A ellos debemos honrarlos justamente en el cuarto mandamiento. Este mandamiento
nos indica incluso, en un sentido más amplio, nuestras
obligaciones ciudadanas frente al Estado.
¿Cómo respeta un hijo a sus padres?
Un hijo respeta y honra a sus padres manifestándoles
amor y agradecimiento. [2214-2220, 2251]
Los hijos deben estar agradecidos a sus padres ya sólo
por el hecho de haber recibido la vida por medio del
amor de sus padres. Este agradecimiento establece una
relación de amor, respeto, responsabilidad y obediencia
rectamente entendida, a lo largo de la vida. Especialmente en momentos de necesidad, enfermedad y vejez,
deben los hijos prestar ayuda a sus padres con cariño y
fidelidad
¿Cómo respetan los padres a sus hijos?
Dios ha confiado los hijos a sus padres, para que sean
modelos estables y justos para ellos, los amen, los
respeten y hagan todo lo necesario para que puedan
desarrollarse corporal y espiritualmente.
[2221-2231]
Los hijos son don de Dios y no propiedad de los padres.
Antes de ser hijos de sus padres, son hijos de Dios. La
obligación más noble de los padres es regalar a sus hijos
la Buena Nueva y transmitirles la fe cristiana.
¿Cómo debe una familia vivir la fe en común?
Una familia cristiana debe ser una Iglesia en pequeño.
Todos los miembros cristianos de una familia están
invitados a fortalecerse mutuamente en la fe y a aven-
tajarse unos a otros en el celo por Dios. Deben rezar
unos por otros y conjuntamente y realizar en común
obras de amor al prójimo. [2226-2227]
Los padres responden con su fe por sus hijos, los llevan
a bautizar y les sirven como modelos en la fe. Esto
significa que los padres deben hacer todo lo posible para
que los hijos experimenten que vivir en la presencia y
cercanía de Dios es valioso y benéfico. Ciertamente, en
algún momento, los padres aprenderán de la fe de sus
hijos y escucharán cómo Dios habla por medio de ellos,
porque con frecuencia la fe de las personas jóvenes se
caracteriza por una mayor entrega y «porque muchas
veces el Señor revela al más joven lo que es mejor»
(san Benito, Regula, cap. 3,3).
¿Por qué es Dios más importante que la familia?
El hombre no puede vivir sin relaciones. La relación
más importante del hombre es la que tiene con Dios.
Tiene prioridad sobre todas las relaciones humanas,
incluidas las familiares. [2232-2233]
Los hijos no pertenecen a sus padres ni los padres a sus
hijos. Toda persona pertenece directamente a Dios. Sólo
con Dios existe un vínculo absoluto y perpetuo. Así se
comprende la palabra de Jesús a quienes son llamados:
«El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no
es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que
a mí, no es digno de mí» (Mt 10,37). Por ello los padres
deben poner a sus hijos en manos de Dios, llenos de con-
fianza, cuando el Señor los llame a una vida de entrega en
una comunidad religiosa o como Presbíteros.
¿Cómo se ejerce correctamente la autoridad?
La autoridad se ejerce correctamente cuando, siguien-
do el ejemplo de Jesús, se entiende como servicio.
Jamás debe ser arbitraria. [2234-2237, 2254]
Jesús nos ha mostrado de una vez para siempre cómo se
debe ejercer la autoridad. Él, la mayor autoridad, sirvió
y se colocó en el último lugar. Incluso lavó los pies a sus
discípulos (Jn 13,1-20). A los padres, sacerdotes, pro-
fesores, educadores y superiores, su autoridad les viene
de Dios, no para dominar a los que les están confiados,
sino para que entiendan y ejerzan su tarea de dirección y
educación como servicio.