Crítica a la Teoría de las Ideas de Platón y la Metafísica de Aristóteles

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Crítica a la Teoría de las Ideas y la Propuesta Metafísica de Aristóteles

Crítica de la teoría de las ideas: La duplicación innecesaria de la realidad. El mundo de las Ideas constituye una duplicación innecesaria de la realidad, ya que implica la necesidad de explicar dos realidades en lugar de una. Al mismo tiempo, se hace necesario explicar cómo interactúan entre sí. En este sentido, la noción platónica de participación no será más que una poética metáfora impregnada de mitología. La existencia separada de las Ideas es inaceptable. Aristóteles, al igual que su maestro, aceptará el concepto de Idea como universal, es decir, aquello que es común entre los objetos de una misma clase, pero negará que ese universal -las Ideas- tienen existencia separada de las mismas cosas. Las Ideas no son subsistentes. No es necesario separar ni escindir el universal de las cosas. Al hacerlo, incide en esa duplicación innecesaria de la realidad. Las ideas no explican la génesis de las cosas. Para Platón, las Ideas son causa de las cosas: el demiurgo, tomando como modelo las Ideas, da lugar a las cosas sensibles. Aristóteles aduce lo siguiente: el demiurgo es causa ejemplar (modelo), pero no causa eficiente, por lo que no queda explicado por qué son las cosas. Las ideas no explican el movimiento de las cosas. Si las cosas imitan a las Ideas, las primeras deberían ser también inmutables e inmóviles; por lo tanto, el cambio no queda debidamente fundamentado. Las Ideas, al ser inmutables e inmóviles, no pueden dar razón del movimiento. Argumento del tercer hombre. Denominación dada por Aristóteles a una objeción enunciada por el mismo Platón en su Parménides, diálogo de vejez.

Argumento del Tercer Hombre

Un hombre concreto -Luis- «es» porque participa de la «idea de hombre» presente en el mundo de las Ideas. Ahora bien, y en función de los propios postulados platónicos, deberá existir otra entidad -«tercer hombre»-que integre esa participación, es decir, lo común entre ese hombre concreto y la idea de hombre. Y así, en regresión, hasta el infinito, regresión que impediría dar razón alguna del hecho concreto que explica: Luis.

El Problema de la Realidad Metafísica

La crítica a la teoría de las ideas de Platón y la necesidad de superar la dicotomía establecida por Heráclito y Parménides sobre la propia realidad llevó a Aristóteles a replantear la dicotomía que Platón intentó superar desde dicha teoría. Este planteamiento aristotélico pivotará sobre la noción de sustancia, clave en su propuesta metafísica. La sustancia, a diferencia de la duplicación innecesaria de la realidad propuesta por Platón, se encuentra en el mundo sensible: individuos concretos como perros, árboles, obreros, etc., que nos llegan, en primera instancia, por los sentidos. No existe un mundo de ideas separado del mundo sensible. Este perro y no la idea de perro, este árbol y no la idea de árbol, Sócrates y no la idea de hombre. Y al no ser universales abstractos, sino individuales concretos, cosas, objetos, todos ellos están sometidos al cambio. Ahora bien, esos individuos concretos pueden ser referidos a un universal común que los engloba: todos los perros pueden ser englobados bajo el universal perro, todos los árboles bajo el universal árbol... Dicho universal, ciertamente, no está sujeto al cambio, pero no está en otro mundo, sino en los propios individuos.

Estas observaciones aristotélicas confluyen en una doble caracterización de la sustancia:

  • Sustancia primera: el individuo concreto sujeto al cambio.
  • Sustancia segunda: el universal, común a todos los individuos de una misma especie y género, que no cambia y que se encuentra en los propios individuos.

Implicaciones de esta distinción

La segunda sustancia se corresponde con la esencia, con aquello que hace que una cosa sea lo que es y no otra. Al situar la esencia en la propia sustancia (sustancia primera), Aristóteles la priva de ese carácter extramental que le otorgó Platón. Lo que las cosas son está en las mismas cosas. Resuelto el problema de lo real -lo real es la sustancia-, Aristóteles abordará el problema del cambio, cuestión que le llevará -como paso previo necesario- a profundizar en la noción de sustancia: su composición, la distinción entre sustancias y accidentes y los distintos modos de ser.

Sustancia y Accidentes

La sustancia primera es el individuo concreto sujeto al cambio. Así, Sócrates, sustancia primera, está sujeto al cambio: envejece, se le aclara el pelo, se encorva un poco. Sin embargo, y pese a esos cambios, podríamos afirmar que Sócrates seguirá siendo esencialmente el mismo. Sócrates, en este sentido, «es» en sí mismo, es decir, no necesita ser más joven, ni un cierto color del pelo, ni cierta estatura para «ser»; por el contrario, todas esas características -juventud, color, estatura- sí necesitan de Sócrates para ser. Esta observación en torno a los individuos propicia la distinción aristotélica entre sustancia y accidentes.

  • Sustancia: aquello que es por sí mismo y no necesita de otro para ser. Aquello que permanece pese a los cambios.
  • Accidentes: aquello que necesita de la sustancia para ser. Aquellas que cambian.

Implicaciones de esta distinción entre sustancia y accidentes

Las sustancias cambian, pero dicho cambio está en función de lo que se es. Sócrates cambia, envejece, pues es humano; pero no puede cambiar de tal modo que llegue a transformarse en un árbol. Con la distinción entre materia y forma, sustancia y accidentes, Aristóteles allanó el camino para poder dar razón del cambio.

El Cambio: «Ser en Potencia» y «Ser en Acto»

Una semilla no es un árbol, pero puede llegar a serlo. Por el contrario, un coche nunca podrá convertirse en un árbol. Tanto en la semilla como en el coche están presentes lo que son y lo que pueden llegar a ser en función de su propia naturaleza. Hay, pues, dos maneras muy distintas de «no-ser»:

  • Un «no-ser absoluto», es decir, aquello que no es y nunca podrá ser.
  • Un «no-ser relativo», es decir, aquello que no es, pero puede llegar a ser.

El cambio o movimiento es imposible en el primero de los casos: un coche nunca podrá convertirse en árbol; sin embargo, sí es posible en el segundo: esa semilla que se convierte en árbol. Estas consideraciones aristotélicas resultan esenciales para poder dar razón del cambio o movimiento al quedar explícitas, en ellas, las nociones de «ser en potencia» y «ser en acto».

  • Ser en potencia: aquello que no es, pero puede llegar a ser. Posibilidad de la sustancia de adquirir nuevas actualizaciones.
  • Ser en acto: lo que se es. Determinación actual de la sustancia.

¿Qué es el cambio o movimiento?

El paso de la potencia al acto. Esta caracterización del cambio o movimiento enlaza con lo ya apuntado en cuanto a su teoría hilemórfica, la distinción entre sustancia y accidentes, los distintos modos de ser (ser en acto, ser en potencia). Todo cambio implica la pérdida de una forma y la adquisición de otra (teoría hilemórfica). Ejemplo: bellota que se transforma en árbol. Esta pérdida y adquisición se da siempre en un sustrato que permanece (teoría hilemórfica). Ejemplo: el sustrato (materia) de la bellota se mantiene en el árbol. Esa nueva forma adquirida supone la actualización de una potencialidad. Ejemplo: la bellota tiene la potencia de ser árbol. pasa de ser en potencia y ser acto.

En cuanto a la distinción entre sustancia y accidentes, Aristóteles distingue dos tipos de cambio:

  • Cambios accidentales: modificación accidental de la sustancia, bien por pérdida, bien por adquisición de un accidente.
  • Cambios sustanciales: modificación esencial de la sustancia, de tal modo que deja de ser lo que es para ser otra cosa. Este cambio sustancial puede darse por generación o por corrupción.

Causas del Movimiento

  • Causa eficiente: agente productor. Explica el porqué. Escultor de la estatua.
  • Causa material: aquello de lo que está hecho algo. Bronce de una estatua.
  • Causa formal: aquello que un objeto es. La estatua.
  • Causa final: motivo por el que se es o se tiende a ser. Explica el para qué. Decorar una ciudad.

La causa material y formal son intrínsecas a la sustancia. Causa eficiente y final son extrínsecas a la sustancia. Para Aristóteles, la causa final es determinante, ya que ninguna causa eficiente (agente) se pone en marcha sin atender a un fin. Esta afirmación resulta evidente en el ejemplo propuesto y cuando el agente interviniente es el ser humano. Si no hay motivos, no hay estatua. Sin embargo, se requiere una explicación más profunda cuando estos cambios no son artificiales, sino naturales, como el de la semilla que se convierte en árbol. Aristóteles solventa la cuestión al afirmar que todo en la naturaleza tiende al fin que le es propio. Este último está impreso en la propia naturaleza de las sustancias (en la forma) y coincide con el bien que le es propio a cada una de ellas. La semilla tiende a ser árbol.

Todo lo que se mueve es movido por otro. Al ser imposible una regresión infinita de motores que se muevan, se hace necesaria la existencia de un primer motor que mueva sin ser él mismo movido. Este primer motor es el motor inmóvil, origen último del movimiento y causa del movimiento del cosmos. El motor inmóvil, por el hecho de no moverse, carece de potencialidad y, a su vez, de materia. Por tanto, es también forma pura.

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