Crítica a la Sociedad Occidental: Perspectiva de un Samoano

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Reflexiones de Tuiavii de Tiavea sobre la Cultura Occidental

La Vestimenta: Expresión de una Cultura Compleja

En este capítulo, Tuiavii nos habla sobre nuestras ropas. No entiende por qué enseñar carne es pecado: “La carne es pecado… porque para ellos solo el espíritu cuenta”. Describe cada una de nuestras prendas, desde los zapatos, “especie de canoa con los lados altos, lo suficientemente grande para que el pie se ajuste”, hasta los sombreros de hombre, “recipiente para beber, negro y rígido, que es redondo y hueco”, y el de las mujeres, “grandes cesterías de mimbre o canastas invertidas, plumas, tiras de tela, cuentas y otras clases de abalorios”.

Las Ciudades: Un Laberinto de Piedra y Soledad

Tuiavii nos cuenta cómo son nuestras casas. Le sorprende que no conozcamos a todas las familias: “un aiga no sabe nada de la otra aiga”. Repite que en un bloque de edificios vive más gente que en su pueblo: “en la mayoría de estas cabañas vive más gente que en un poblado entero de Samoa”. También habla de nuestras oficinas y negocios: “los Papalagi dejan sus canastas privadas… para ir a una canasta donde hacen sus trabajos y no quieren ser molestados por la presencia de esposa y niños”. Luego, contradice la forma de pensar de las personas de esta época, porque él prefiere vivir en el campo en vez de en la ciudad: “su vida es mucho más saludable y hermosa que la de la gente de las grietas, pero no se dan cuenta. Están celosos de la gente de la ciudad”.

El Dinero: El Dios de los Papalagi

El tema principal, sin duda, es el **dinero** y el comportamiento que adquirimos conforme a la cantidad que poseemos. Tuiavii repite que “el dinero es su Dios… si consideras que Dios es lo que más amas”. Le sorprende que el dinero se pida por hacer casi todo: “tienes que pagar por el punto donde quieres construir tu cabaña…, por la luz que brilla en el interior de tu cabaña”. Y le sorprende que no se pida dinero por la cosa más necesaria para nuestra vida: “no se pide dinero por el aire para respirar. Pero sospecho que eso ha escapado meramente a su atención y no dudo en decir que… inmediatamente pedirán metal y papel tosco por eso también”. Luego, refiriéndose a las maneras en que podemos ganar dinero, dice: “no solo se pide el metal redondo y el papel tosco para casi todo; también puedes obtenerlo haciendo casi nada”. Y por último, nos describe la “**enfermedad del dinero**”, que es la que, desde su punto de vista, tenemos todos los blancos: <>.

La Obsesión por las Posesiones Materiales

En este capítulo, Tuiavii no entiende por qué tenemos tantas cosas, una para cada ocasión, momento y lugar. Ver tantos cachivaches le ha llevado a pensar: “cuantas más cosas necesites, mejor europeo eres”.

La Tiranía del Tiempo

En este apartado, nos cuenta que no entiende cómo tenemos que hacer tantas cosas, o cómo no nos organizamos bien nuestro tiempo: “hay más tiempo entre el amanecer y el ocaso que un hombre ordinario pueda gastar”. Luego dice que las personas que no tienen tiempo son felices, pero las que no saben qué hacer con el tiempo que les sobra son infelices: “ese hombre tenía tiempo, pero no era feliz”. Como no entiende el concepto de “tiempo”, no entiende que llevemos relojes: “llevan una máquina pequeña, plana y redonda, dentro de sus taparrabos, atada a una cadena de metal pesado, colgando alrededor de la garganta o alrededor de la muñeca”.

La Distribución Desigual de la Riqueza

Para comenzar, el concepto de “mío” y “tuyo” no lo entiende, así que dice que, como todo es de Dios puesto que lo ha creado él, no le entra en la cabeza que los objetos nos los hayamos repartido, y luego lo de que haya gente que tenga más que otros, ya es lo que menos entiende. Piensa que lo vamos a repartir. “Aquellos que tienen mucho deberían dar una parte, pero no quieren hacerlo; los que no tienen quieren también algo, pero no consiguen nada”.

El Poder de las Máquinas

No lo entiende, solo porque no entiende lo que es una máquina: “mi cabeza no es lo suficientemente fuerte para explicarnos qué es una máquina; lo único que sé es que come piedras negras y que a cambio da poder”. No todas las máquinas son así, así que, empezando por ahí, es lógico que no lo entienda. Dice que tenemos una máquina para cada cosa: “los Papalagi no han inventado aún la máquina que les proteja de la muerte”.

La Alienación del Trabajo

“El Papalagi tiene tantas profesiones como piedras hay en una laguna”. “La felicidad ha abandonado sus músculos, porque están condenados a muerte por su trabajo”. Cualquier cosa que hagamos la consideramos trabajo siempre y cuando la hagamos a menudo, y como es una tremenda monotonía, dice que los músculos se atrofian y nos convertimos rápidamente en viejos.

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