El Cristianismo y la Filosofía Griega: Un Contraste de Fe y Razón
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El Cristianismo frente a la Filosofía Griega
El cristianismo introdujo teorías nuevas para la mentalidad griega, aceptables no por la razón sino por la fe. Se contraponen dos actitudes: la de la filosofía, que recurre a la razón, y la de la religión, que acepta la fe como vía de conocimiento.
Concepto de Dios
- Concepto de Dios puramente explicativo del universo y movimiento, sin funciones morales. Ejemplos: NOUS (Anaxágoras), Demiurgo (Platón).
- Concepto más complejo: Dios entra en la historia y vida humana. Se necesita la fe para mantener la verdad cristiana. Tiene funciones morales y juzga los actos humanos.
Concepción del Tiempo e Historia
- Repetición cíclica del tiempo.
- Concepción lineal de la historia: creación (Génesis), final (Apocalipsis) ex nihilo.
Concepción de la Realidad
- Acostumbrada a un concepto múltiple de verdad, diálogo continuo en escalas diferentes (cada una con su verdad). No hay una verdad única, es múltiple y se busca mediante el diálogo.
- Una verdad para todos (única): verdad divina.
Dioses
Politeísmo vs Monoteísmo
Origen del Universo
Eternidad del universo y la materia vs Creacionismo (de la nada).
Bases
- Razón: Admitir hechos no explicables como milagros.
- Pecado: El ser humano actúa conscientemente de manera contraria al ordenamiento divino.
- Patrística: Textos elaborados por los primeros filósofos cristianos.
- Ortodoxia: "reunión de opinión" / Heterodoxia: "opinión diferente".
- Concilios: Reuniones específicas convocadas por cristianos para resolver problemas donde se mezclaba fe con filosofía.
Agustín de Hipona
Agustín desarrolla una síntesis entre la filosofía platónica y la doctrina cristiana, afirmando que Dios es la realidad suprema y el origen de las esencias eternas e inmutables. Rechaza algunas ideas de Platón, como la reencarnación y la reminiscencia, ya que no se alinean con la visión cristiana. Para Agustín, el mundo material es una copia imperfecta de las esencias, que no están en un mundo de ideas separado, sino en el pensamiento de Dios, lo que da lugar a su doctrina del ejemplarismo. Dios materializa estas esencias en el mundo sensible a través del acto de creación, donde introduce las razones seminales, consideradas las semillas de todo lo existente.
En la teoría de la iluminación, Agustín explica cómo los seres humanos pueden captar las esencias divinas. Estas esencias están en nuestro interior porque Dios las ha colocado allí. A través de la introspección, podemos buscar la verdad en nosotros mismos, pero esto no sería suficiente sin la ayuda de Dios, quien ilumina nuestro interior y nos guía hacia la verdadera sabiduría. Este proceso permite al ser humano acceder al conocimiento de las esencias y entender su relación con la realidad divina.
Agustín distingue entre distintos niveles de conocimiento. El conocimiento sensible es el más básico, relacionado con el mundo material y limitado en alcance. El conocimiento asociado a la creencia se ocupa de verdades universales y necesarias, mientras que el conocimiento racional superior aborda las esencias eternas y nos conduce a la verdadera sabiduría. Para Agustín, la fe y la razón son inseparables y forman una unión indisoluble. Aunque la razón es importante, la fe tiene prioridad, ya que permite comprender mejor las creencias fundamentales y aceptar la existencia de Dios como creador supremo.
En cuanto a la Trinidad, Agustín sigue las enseñanzas de las Escrituras y explica que Dios tiene una única naturaleza, pero se manifiesta en tres personas distintas. El Padre es el creador del universo, el Hijo es Dios encarnado en Jesucristo, y el Espíritu Santo es el espíritu divino que actúa en el mundo. Para definir el concepto de persona, Agustín retoma la definición de Boecio, quien describe a la persona como una sustancia individual de naturaleza racional, idea que sería adoptada más tarde por Tomás de Aquino. Esta visión de la Trinidad es central en el pensamiento de Agustín y busca explicar la relación entre la unidad divina y su manifestación en tres personas.
Según Agustín, el cuerpo es material e imperfecto y actúa como un instrumento que utiliza el alma. Esta visión responde a su dualismo antropológico, donde el alma es vista como la parte espiritual que aspira a la salvación eterna. Agustín rechaza la reencarnación de Platón, afirmando que el alma es creada por Dios de manera individual. Según la Biblia, el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios.
Además, Agustín ve una correspondencia entre las tres personas de la Trinidad y las tres facultades del alma. El Padre, que es el ser en su plenitud, corresponde con la memoria; el Hijo, que representa la máxima sabiduría, se relaciona con el entendimiento; y el Espíritu Santo, como la culminación del amor, se asocia con la voluntad.
En cuanto al amor, Agustín distingue varios tipos: el amor pasional (eros), el amor entre padres, hijos y amigos (philía), y el amor que el amante siente por el amado, anteponiendo el bienestar de este último al propio (ágape). Este último es el tipo de amor que debemos sentir hacia Dios, ya que es la fuerza capaz de acercarnos a Él. Este amor, llamado caridad, es un amor abierto y genérico que permite acercarnos a Dios al amar a nuestros hermanos, quienes también son hijos de Dios. Es un amor pleno y universal.
La ética agustiniana sostiene que el alma está manchada por el pecado original, lo que hace necesaria la venida de Cristo al mundo para redimirnos. Esto implica seguir los preceptos ordenados por Dios, como el amor a Dios y el deseo de unirnos a Él. El corazón humano, sin embargo, está inclinado al pecado, pues los intereses egoístas y particulares alejan a las personas de Dios. Para superarlo, es necesario el auxilio divino, un don que Dios otorga sin obligación alguna.
El pecado original, según Agustín, es un concepto central en su teología, y él se opone al pelagianismo, una herejía que sostenía que el pecado original solo afectaba a Adán y Eva y no se transmitía a sus descendientes, es decir, no habría mancha en el alma de las personas nacidas después de ellos. En cambio, Agustín argumenta que Dios transmite el pecado original a través de la humanidad, y que la pasión y muerte de Jesús tienen sentido como la redención de ese pecado original. Agustín también rechaza la teoría del traducianismo, que afirma que el pecado se pasa de generación en generación a través de la herencia genética o espiritual.
En cuanto al libre albedrío, Agustín lo ve como la capacidad de elegir entre el bien y el mal. El bien consiste en seguir los preceptos de Dios para alcanzar la salvación, mientras que el mal es buscar intereses egoístas y materiales, olvidando a Dios, lo cual nos condena. La libertad es el resultado de hacer buen uso de nuestra capacidad de elegir. Sin embargo, Agustín plantea un problema complejo sobre la libertad: Dios nos da la libertad de elegir, pero también sabe cuándo vamos a pecar y condenarnos, lo que genera una tensión entre el libre albedrío y la soberanía divina.
En relación al problema del mal, Agustín rechaza el maniqueísmo, que sostenía que el mal es causado por una lucha entre dos fuerzas divinas opuestas, una de luz y otra de oscuridad. Para Agustín, el mal no tiene existencia propia, sino que es la ausencia de bien, tal como lo concibió el filósofo Plotino. Existen dos tipos de mal: el mal físico, que es simplemente la falta de bien, y el mal moral, que surge del mal uso del libre albedrío. Según Agustín, solo los seres humanos son responsables del mal moral, ya que tienen la capacidad de elegir y, al hacer un mal uso de ella, se condenan. Para él, todo lo que Dios crea es bueno, y el mal es solo una distorsión de la voluntad humana.