Consecuencias de la Guerra del Peloponeso: Fin del Imperio Ateniense y Hegemonía de Esparta
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La Guerra del Peloponeso: El Fin del Imperio Ateniense
El final del Imperio ateniense viene dado por la Guerra del Peloponeso (431-405 a.C.), que enfrentó a las dos grandes potencias del escenario político del momento: Atenas y Esparta. La Guerra del Peloponeso no fue un conflicto local, afectó a toda Grecia (continental e insular), se extendió a Occidente (Siracusa) y a Oriente (Persia). Es decir, fue un conflicto con carácter internacional. Fue una guerra larga, que se desarrolló a lo largo de casi treinta años, con breves intervalos de paz y que finalizó con la victoria de Esparta, dando fin al imperio ateniense y al sistema democrático que llevaba implícito.
El Dominio Espartano y sus Consecuencias
El triunfo de Esparta no inauguró una época de paz y prosperidad, sino que dio paso a un imperialismo lacedemonio que habría de pervivir con algunas transformaciones durante más de treinta años. El equilibrio modelado a lo largo del siglo V quedó destruido, pues Esparta no sabrá reconstruir ni en Atenas ni en el resto de las ciudades jonias una autonomía efectiva. No será tampoco capaz de anular la influencia e intervención de los persas e intentará sustituir el antiguo dominio ateniense por el suyo propio.
Con ello promoverá que la mayor parte de los griegos se dediquen a levantar sistemas de defensa que consumen las energías políticas y los medios económicos de casi todos los estados. Además, a la lógica crisis económica tras un conflicto semejante, hay que unir toda una serie de calamidades naturales: epidemias, terremotos y sequías prolongadas que afectaron al normal desarrollo de las poleis griegas y su evolución.
La Política Imperialista de Esparta
La política imperialista espartana se desplegará a través de su propia liga, la Liga del Peloponeso, heredera de las relaciones creadas antes de las Guerras Médicas entre Esparta y las ciudades de la península. Su actuación causó un gran malestar y temor en el mundo griego, alentó la formación de coaliciones antilaconias y provocó varias guerras que tenían como objetivo disminuir el poder espartano.
Por el método de imponer constituciones y gobiernos oligárquicos (decarquías, el gobierno de los Treinta Tiranos en Atenas) e imponer manu militari su observancia, Esparta pretendía la obediencia de miles de griegos, pero el resultado fue el odio, la repulsa hacia los espartanos y las quejas de las poleis griegas. El sostenimiento del sistema era costoso habida cuenta del escaso número de espartiatas, incluso añadidos los periecos e hilotas, de manera que los efectivos militares eran francamente insuficientes para establecer un sistema de dominio. Además, la contratación de tropas mercenarias exigía unos recursos económicos que los espartanos no poseían.