Conquista y Colonización de América: Impacto Económico y Social en España y el Nuevo Mundo

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Conquista y Colonización de América

Conquista

Entre 1492, año en que Cristóbal Colón llega al continente americano, y el momento en que Carlos I accede al trono, España dominaba las Antillas. En el siglo XVI se produce la gran expansión: se abre un periodo caracterizado por las expediciones empeñadas, en primer lugar, en conocer el nuevo espacio geográfico que se abría ante sus ojos y, en segundo lugar, en la conquista militar del mismo, sojuzgando a la población que hasta ese momento lo ocupaba con su propia organización política, social y económica.

La rápida conquista del vasto territorio americano por un puñado de hombres se explica gracias a la superioridad tecnológica de los europeos, a la debilidad de los imperios precolombinos, a la colaboración de algunas tribus con los conquistadores contra sus antiguos enemigos y a la actuación decidida y cruel de los españoles. Tampoco debemos olvidar el factor psicológico que supuso el choque entre las culturas precolombinas y unos extranjeros que, con sus barbas, caballos y perros, se les llegaba a considerar dioses y causaban terror.

Las expediciones de conquista no las organizaba directamente la Corona, sino que esta hacía una concesión o capitulación a un capitán que, de forma privada, organizaba un ejército con el fin de dominar un territorio. En la capitulación se pactaba que las tierras así conquistadas se ponían bajo la soberanía real a cambio de una serie de honores y ventajas económicas.

Entre las múltiples exploraciones destaca la llevada a cabo por Magallanes y Elcano, que dio por primera vez la vuelta al mundo entre 1519 y 1522. En el campo de las conquistas, las más importantes son la del Imperio Azteca, llevada a cabo por Hernán Cortés (1519-21), y la del Imperio Inca, realizada por Francisco Pizarro (1527-33). Los vascos Miguel Núñez de Legazpi y Andrés de Urdaneta conquistan las Filipinas, llamadas así en honor de Felipe II.

Colonización

A partir de mediados del siglo XVI, una vez completada la conquista militar de la mayor parte del territorio americano, se impone la labor propiamente colonizadora, que se encarga de organizar política, económica, social y administrativamente la explotación de los territorios recién incorporados a la Corona. Esta labor traerá como consecuencia la creación de un nuevo modelo de sociedad colonial con sus peculiaridades sociales, económicas y administrativas, que nacerá durante la segunda mitad del siglo XVI y se asentará durante las dos centurias siguientes.

Una Economía Colonial

Desde el principio se estableció una economía colonial caracterizada por la explotación de los recursos naturales de las nuevas tierras, tanto de metales preciosos (oro y plata) como de productos agrícolas de plantación apreciados en Europa (azúcar, café, cacao...).

En un principio se dificultó el desarrollo de una artesanía propia en las colonias y de la típica agricultura mediterránea (vid, olivos, cereales) para favorecer la dependencia con respecto a la metrópoli. Con el paso del tiempo, las colonias fueron creando su propia estructura económica, llegando a ser prácticamente autosuficientes.

El comercio se estableció en régimen de monopolio real, pero las sucesivas crisis económicas que se conocieron en España llevaron a que cada vez fuera mayor la intromisión de potencias extranjeras, como Holanda o Inglaterra, en el comercio colonial. Poco a poco, América fue ocupando su lugar dentro del comercio internacional.

Se crearon grandes latifundios en manos de la población criolla y que se explotaban con mano de obra esclava o india. En función de las condiciones climáticas encontramos desde grandes plantaciones de tabaco, cacao, café o azúcar, hasta las grandes cabañas de ganadería extensiva o los cultivos propios de Europa que terminaron aclimatándose en las nuevas tierras.

Una Sociedad Plural

Demográficamente, la llegada de los europeos al continente americano supuso una drástica disminución de la población indígena a lo largo de todo el siglo XVI, ocasionada no tanto por las guerras como por la extensión de enfermedades propias del Viejo Continente, que eran desconocidas en América y fueron las causantes de graves epidemias.

Aunque legalmente se consideraba a la población indígena como un súbdito más de la Corona, impidiendo su reducción a la esclavitud, lo cierto es que desde el principio se mantuvo una actitud de superioridad protectora y explotadora por parte de los colonos blancos, dando como resultado sistemas como la encomienda. El encomendero era un español al que el gobernador otorgaba bajo su tutela a un grupo de indígenas que trabajaban para él a cambio de protección en forma de un trato digno y educación cristiana.

El sistema pronto dejó al descubierto los frecuentes abusos que le asemejaban a una esclavitud encubierta, lo que se tradujo en protestas encabezadas por eclesiásticos como Fray Bartolomé de las Casas y leyes de protección al indígena.

Ante la escasez de colonos castellanos, que se calculan en medio millón a lo largo de este periodo y que nunca se encargaron de trabajos físicos, y de la disminución de indígenas, se planteó pronto el problema de la necesidad de mano de obra. El problema se solucionó importando esclavos de raza negra procedentes de África, que se adaptaban mejor a los duros trabajos agrícolas y mineros que la población americana.

Fruto de estas circunstancias es la creación en América de una sociedad con un fuerte mestizaje y una rígida estratificación social. Los blancos, tanto los peninsulares como los criollos, ocupaban los más altos puestos de la pirámide social y eran los grandes terratenientes, comerciantes y cargos políticos.

Cuando la raza blanca se mezclaba con la india, recibían el nombre de mestizos y cuando lo hace con la negra, el de mulatos, y ocupaban los puestos intermedios en la escala social. Los escalones más bajos los ocupaban los indios y, aún por debajo, los esclavos negros.

Impacto de América en España

Los nuevos territorios supusieron una importante fuente de ingresos para Castilla, y especialmente para la Corona, que controlaba el tráfico comercial y se reservaba la quinta parte de todos los productos importados: quinto real.

La conquista americana permitió un intercambio de productos agrarios que eran desconocidos hasta entonces en uno u otro lado del Atlántico. El maíz, la patata, el cacao, el tabaco, la calabaza o el tomate fueron las aportaciones más relevantes desde América, mientras los europeos introdujeron el cultivo de cereales, la vid, el olivo y muchos de los animales básicos para la alimentación humana.

El inicio de la colonización americana supuso una reactivación económica para España, pues dará pie a un activo comercio para abastecer a las nuevas colonias tanto de productos agrícolas como artesanales (textil, armas, cuero...). Como contrapartida, la entrada de minerales preciosos procedentes de América ayudaban a sufragar los cuantiosos gastos militares y burocráticos del reino.

Pero, sin ninguna duda, fueron el oro, y sobre todo la plata, los que dominaron la aportación del Imperio hispánico a la economía europea, aunque tuviera escasos efectos sobre la española. A lo largo de los dos siglos siguientes, el tesoro americano permitió que las existencias de este segundo metal en el Viejo Continente quedaran triplicadas, mientras las del primero aumentaron en un tercio. El rápido aumento de la cantidad de metal en circulación, tanto en España como en Europa, ante una oferta de productos que crecía más lentamente, fomentó el alza sostenida de los precios, dando lugar a un fenómeno conocido como la revolución de los precios.

El aumento de moneda en circulación produjo un efecto inflacionista, aumentando los precios hasta cuadruplicarse, pues nuestro anticuado sistema gremial fue incapaz de aumentar su producción en la misma medida que lo hacía la demanda. Como consecuencia, los salarios subieron y los productos españoles dejaban de ser competitivos. El elevado endeudamiento de la Corona española para financiar la expansión, primero, y el mantenimiento, después, del Imperio hizo que gran parte de este tesoro se gastara con tanta rapidez como fue adquirido.

El contagio de las enfermedades que los europeos llevaron consigo (viruela, tifus, fiebre amarilla, etc.) produjo un colapso de la población americana que produjo un gran impacto en la mortandad. Igualmente, vinieron enfermedades de las Américas como la en su día temida sífilis, que diezmó la población europea.

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