Conjura de Catilina: Origen, Consecuencias y Figuras Clave
Enviado por Programa Chuletas y clasificado en Latín
Escrito el en español con un tamaño de 5,14 KB
La Conspiración de Catilina: Un Análisis Detallado
15. ¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia? ¿Cuánto tiempo todavía esta locura tuya nos burlará? ¿Hasta qué fin se precipitará tu audacia sin freno? ¿Acaso no te han hecho vacilar la protección nocturna del Palatino, la vigilancia de la ciudad, el temor del pueblo, la concurrencia de todos los hombres buenos, las caras y los rostros de estos?
16. ¡Oh tiempos! ¡Oh costumbres! El Senado se da cuenta de estas cosas; el cónsul las ve; sin embargo, este vive. ¿Vive? Sí, e incluso viene al Senado, participa del consejo público, señala y designa a muerte con sus ojos a cada uno de nosotros. Sin embargo, nosotros, hombres fuertes, parecemos hacer bastante por el Estado si evitamos la locura y los dardos de este.
17. Convenía hace ya tiempo que tú, Catilina, fueses condenado a muerte por orden del cónsul, que se aplicase a ti la destrucción que maquinas desde hace tiempo contra todos nosotros. El hombre más ilustre, Publio Escipión, siendo un simple particular, mató a Tiberio Graco, que había debilitado moderadamente la situación del Estado. ¿Nosotros, cónsules, soportaremos a Catilina, que desea destruir la urbe de la Tierra con muerte e incendios?
18. Lucio Catilina, nacido en una familia noble, fue un hombre con gran fuerza no sólo de ánimo sino también de cuerpo, pero con un carácter malo y depravado. Para este, desde su juventud, fueron gratos las guerras internas, las matanzas, los robos y la discordia civil, y allí pasó su juventud.
19. Su ánimo siempre deseaba cosas demasiado elevadas. Se atormentaba más y más cada día su ánimo impetuoso por la escasez del patrimonio familiar y por la conciencia de sus crímenes. Le incitaban, además, las costumbres corruptas de la ciudad, a las que perjudicaban males pésimos y distintos entre sí: la lujuria y la avaricia.
20. Si alguien todavía libre de culpa había caído en la amistad de este por el trato cotidiano y los halagos, fácilmente se volvía ilegal y semejante a los demás. Pero en mayor medida buscaba la intimidad de los jóvenes; los ánimos blandos e incluso vacilantes de estos eran cogidos no difícilmente por engaños.
21. Así pues, aterrados y dudando los demás, Gayo Cornelio, caballero Romano, y con él, el senador Lucio Vargunteyo, decidieron ir junto a Cicerón esa noche un poco más tarde con hombres armados, como para saludarlo, y de improviso en su casa atravesarlo desarmado.
22. Entonces el cónsul Marco Tulio, ya temiendo la presencia de este, ya llevado por la ira, hizo un discurso brillante y eficaz para el Estado. Pero cuando él se sentó, Catilina, como se había preparado para disimularlo todo, empezó a pedir a los senadores que no creyeran a la ligera nada acerca de él.
23. Otros afirmaban que Taquinio había sido enviado por Cicerón para que Craso no alterase al Estado, aceptada la protección de los malvados según su costumbre. Yo más tarde oí al mismo Craso diciendo públicamente que aquel tan gran ultraje le había sido impuesto por Cicerón.
24. Siendo vencido Sila, ordenó que fueran degollados Damasico y otros de esta clase. ¿Quién no alababa la acción de este? Decían que unos hombres malvados e integrantes que habían atacado al Estado con motines, habían sido matados merecidamente. Pero este hecho fue el inicio de un gran desastre.
25. Después de que Catón se sentó, todos los consulares y, asimismo, gran parte del Senado alababan el discurso de este, llevan hasta el cielo el valor de su ánimo, unos increpando a los otros les llaman cobardes. Catón es considerado brillante y grande. Se hace un decreto del Senado según aquel había opinado.
26. Después de que la ciudad fuera destruida por el lujo y la pereza, el Estado sostenía los vicios de los generales y los magistrados, y en mucho tiempo no hubo nadie en Roma grande por su virtud, pero hubo dos hombres de gran valor: Marco Catón y Gayo Julio César.
27. César era considerado grande por sus regalos y su generosidad. César había introducido en su carácter trabajar, vigilar, no preocuparse de lo suyo, no negar nada que fuese digno de regalo, deseaba para sí un gran poder, un ejército, una nueva guerra donde su valor pudiese brillar.
28. Pero Catilina, después que se ve encerrado por los montes y las tropas de los enemigos, las circunstancias adversas en la ciudad y ninguna esperanza ni de fuga ni de prisión, considerando lo mejor tentar la suerte de la guerra, decide librar la batalla con Antonio cuanto antes.
29. Mario y Fesulano mueren luchando entre los primeros. Catilina, después que ve sus tropas destruidas y, asimismo, abandonando con unos pocos, acordándose de su linaje y su dignidad anterior, se precipita contra los enemigos con formación cerrada y allí es atravesado luchando.
30. Catilina fue encontrado realmente lejos de los suyos entre cadáveres y enemigos, respirando todavía muy poco y manteniendo en su rostro la fiereza de ánimo que había tenido mientras estaba vivo. Finalmente, de entre toda la tropa, ningún ciudadano libre fue capturado ni en el combate ni en la huida.