Conflictos y Transición en la España del Siglo XIX: Guerras Carlistas y Revolución de 1868

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Las Guerras Carlistas y la Revolución de 1868 en España

Las guerras carlistas representan un conflicto crucial en la transición entre el Antiguo Régimen y el sistema liberal en España. Este conflicto dinástico se originó por la sucesión de Fernando VII, enfrentando a su hija Isabel II y a su hermano Carlos María Isidoro.

Primera Guerra Carlista (1833-1840)

Los isabelinos o cristinos, partidarios del liberalismo, contaban con el apoyo popular, la mayoría del ejército y el respaldo de países como Francia, Inglaterra y Portugal. Los carlistas, antiliberales y defensores del Antiguo Régimen, encontraron apoyo en órdenes religiosas, la nobleza, parte del ejército, población y provincias del norte como el País Vasco y Navarra, además de Prusia y Nápoles.

La primera guerra se desarrolló principalmente en el País Vasco y Navarra, extendiéndose también a Teruel y Cataluña. Se inició con el Manifiesto de Abrantes de Carlos María Isidoro, quien reclamaba su derecho al trono desde Portugal. Los levantamientos en el norte, liderados por Zumalacárregui, se equilibraron tras su muerte en 1835. Las acciones carlistas fracasaron ante el avance de Espartero, quien fortaleció a los liberales. El general carlista Maroto firmó la paz con Espartero en el Abrazo de Vergara (1839), integrando al ejército carlista en el isabelino y negociando los fueros vascos y navarros. Carlos huyó a Francia, aunque los enfrentamientos continuaron en el Maestrazgo con el general Cabrera hasta 1840.

Segunda Guerra Carlista (1846-1849)

Esta guerra estalló debido al fracaso del enlace de la reina con un Borbón. Los carlistas se organizaron en guerrillas, asesinando a funcionarios y militares, pero finalmente fueron derrotados.

Tercera Guerra Carlista (1874-1876)

Inició con la caída de Isabel II. Los carlistas se organizaron como fuerza política (Comunión Católico-Monárquica). El nuevo pretendiente al trono fue Carlos VII (Borbón). Durante la Segunda República, fijó su residencia en Estella, centrando los enfrentamientos en el País Vasco. El intento de tomar las principales ciudades fracasó ante la campaña militar de Alfonso XII. Las consecuencias fueron una pérdida de democracia, ruina económica y un retraso en las reformas liberales. El carlismo evolucionó hacia corrientes políticas con tintes nacionalistas.

La Revolución de 1868

La Revolución de 1868, también conocida como la Gloriosa, se inició con un pronunciamiento contra el régimen isabelino y sus tintes represivos. Las muertes de O'Donnell y Narváez dejaron a la reina sin apoyos. Progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende en 1866, y Prim fue elegido presidente del Comité Revolucionario.

El pronunciamiento del almirante Topete en Cádiz y el manifiesto "España con Honra" reclamaron sufragio universal, libertad de imprenta, abolición de la pena de muerte y un nuevo sistema electoral. La crisis económica, las hambrunas de 1866 y el desempleo generaron un respaldo popular. Las tropas leales a Isabel II fueron derrotadas en Alcolea por el general Serrano, obligando a la reina a exiliarse a Francia.

Se formó un gobierno provisional liderado por Prim, Sagasta, Ruiz y Zorrilla. Se convocaron elecciones a Cortes por sufragio universal masculino. La Constitución de 1869 recogió la soberanía nacional, la separación de poderes, cortes bicamerales y una declaración de derechos y libertades. Serrano fue nombrado regente y Prim jefe de gobierno, quien tuvo que buscar un rey. Se eligió a Amadeo de Saboya, quien no fue bien recibido. A pesar de contar con el apoyo de 191 de 341 diputados, enfrentó la oposición de la iglesia, la nobleza, la burguesía catalana, los republicanos y los anarquistas. La crisis económica, la guerra carlista y la guerra de independencia de Cuba agravaron la situación. El asesinato de Prim provocó la división entre los monárquicos. La inestabilidad fue tal que Amadeo abdicó en 1873.

La Primera República y el Cantonalismo

El Congreso y el Senado asumieron la soberanía, instaurando la Primera República el 11 de febrero de 1873. La República enfrentó problemas como la guerra de Cuba, la guerra carlista, las insurrecciones obreras y la falta de apoyo social. Las fuerzas políticas se dividieron en federales, carlistas y reformistas conservadores. En el primer año hubo cuatro presidentes.

Estanislao Figueras fue el primer presidente, adoptando medidas populares pero poco resolutivas. Las elecciones de mayo de 1873 dieron la victoria a los republicanos, sustituyendo a Figueras por Pi i Margall. Se estableció un proyecto de Constitución Federal en 1873, que introdujo novedades como la soberanía popular, la separación de poderes y 17 estados federados. Los enfrentamientos por el modelo territorial llevaron al cantonalismo. Hubo intentos de imponer por la fuerza otros federalismos, como la insurrección en Alcoy, Cartagena, Málaga y Salamanca, que proclamaron cantones libres y separados. El principal foco fue Cartagena, donde hubo enfrentamientos bélicos. Se eligió a Salomón como presidente en julio de 1873, quien aplastó los levantamientos cantonales, excepto el de Cartagena. Dimitió y Emilio Castelar fue el último presidente, estableciendo una república conservadora hasta enero de 1874, cuando el general Pavía disolvió las Cortes, dando lugar a una república unitaria. El general Serrano pacificó el país con mano dura. En septiembre de 1874, Martínez Campos se pronunció a favor de la monarquía de Alfonso XII, con un reparto de tierras y demandas de cambios.

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