El Concepto Bíblico de Milagro: Interpretación y Significado en los Evangelios

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El Concepto Bíblico de Milagro

Definición de Milagro en la Biblia

El concepto bíblico de «milagro» difiere del entendimiento moderno. La Biblia, como interpretación religiosa de la historia, no se centra en la posible transgresión de las leyes naturales, sino en la manifestación de la ayuda salvadora de Dios.

Para la Biblia, un «milagro» es un acontecimiento sorprendente, que puede o no contravenir las leyes naturales, y que el creyente interpreta como una señal de la acción salvadora de Dios. Incluso la naturaleza misma puede ser considerada un «milagro» cuando se experimenta en ella la acción divina (Sal 136, 4-7), sin que esto implique la alteración de ninguna ley natural.

Lo esencial del milagro bíblico radica en la experiencia de que Dios favorece al hombre, siendo secundario el carácter extraordinario del suceso. Las señales, prodigios o actos del poder de Dios son, fundamentalmente, experiencias interiores intensas que revelan la voluntad divina de salvación. En el suceso milagroso, el creyente percibe de forma más clara la actuación de Dios.

Esta experiencia interior no es susceptible de comprobación objetiva, por lo que la ciencia no puede demostrar la inexistencia del milagro. Además, un mismo suceso puede tener diversas interpretaciones, como se refleja en los Evangelios (Jn 12, 28: la voz de Dios o un trueno).

La fe bíblica en los milagros no se basa en la omnipotencia divina, sino en la convicción de que Dios quiere y puede salvar a los hombres. Los «milagros» son señales de esta realidad.

La diferencia principal entre la concepción actual de «milagro» y la bíblica reside en la valoración de sus componentes: el hombre moderno se enfoca en lo extraordinario, mientras que el narrador bíblico se centra en lo divino.

Jesús y los Milagros

Interpretación de los Milagros de Jesús

Los cuatro Evangelios presentan a Jesús como un hombre que realizó milagros, los cuales, al igual que su persona, fueron interpretados de diversas maneras (Mc 3, 22). La clave para una correcta interpretación se encuentra en los propios Evangelios: Jesús no era un simple sanador, sino que la finalidad de sus acciones era proclamar que donde Dios reina, el hombre se salva. Los milagros son signo de la cercanía del reino presente en Jesús, que se extiende a la humanidad y al cosmos.

Esto se refleja en la terminología empleada. Rara vez se les llama “hechos maravillosos” (en griego, térata; Hech 2,22; Rom 15,19; 2 Cor 12,12) o “cosas prodigiosas” (en griego, paradoxa; Lc 5,26). Los términos más comunes son: “actos de potencia” (dynamis), “signos” (semeia) y “obras” (érga). La terminología bíblica indica que Jesús no era un mero hacedor de prodigios. Los milagros adquieren su significado en relación con la predicación de Jesús, su misión y el misterio de su persona: “El milagro está siempre al servicio de la Palabra, como elemento de Revelación o como testimonio de su autenticidad y de su eficacia”[1].

La primera comunidad cristiana no centró su predicación en los milagros, ni redujo la presencia salvadora del Señor a ellos. El núcleo de la buena noticia cristiana siempre ha sido la muerte y resurrección de Jesús (1 Cor 15, 3-11). La buena noticia no es simplemente que Dios hace milagros, eso sería una simplificación. Dios no es solo un poder que altera las leyes naturales, mientras todo permanece igual en el corazón de los hombres y en la sociedad.

Cuando un grupo cristiano se centra excesivamente en los milagros, desvaloriza la muerte y resurrección de Jesús, dejando de lado el centro del cristianismo. Jesús mismo era consciente de la facilidad de manipular a las masas con grandes obras (Jn 6, 26). Por eso, descalificó a quienes hacían milagros en su nombre, pero no se asociaban a la voluntad salvadora de Dios (Mt 7, 21-23).

Los Milagros como Pruebas

Los milagros no son pruebas irrefutables, ya que admiten diversas interpretaciones. Son indicios o signos que deben ser correctamente entendidos. Solo creyendo en la persona que los realiza y explica su sentido se puede comprender su auténtico significado.

Tipos de Milagros en los Evangelios

Los milagros narrados en los Evangelios se pueden clasificar en:

  • Curaciones
  • Exorcismos
  • Milagros sobre la naturaleza
  • Resurrecciones
  • Milagros concomitantes: aquellos que acompañan la vida de Jesús, pero no son realizados por él en otra persona.

Milagros fuera de la Biblia

Es importante recordar que no solo se atribuyen acciones milagrosas a Jesús, sino también a otros personajes bíblicos, como Elías. Además, las narraciones de milagros son frecuentes fuera de la Biblia.

Historiadores como Tácito y Suetonio narran milagros de Vespasiano. Cicerón alude a los poderes de Pompeyo. Flavio Josefo y el Talmud hablan de prodigios realizados por judíos. Filóstrato y otros relatan maravillas de Apolonio de Tiana. Tito Livio refiere portentos de Rómulo. Zaratustra, Buda y Mahoma también tienen una tradición de sucesos sorprendentes. Numerosas inscripciones en templos antiguos dan fe de curaciones milagrosas. Estos datos ayudan a contextualizar estas narraciones.

Descripción de los Milagros

Curaciones

Es indudable que Jesús realizó curaciones sorprendentes. Sin embargo, los relatos que poseemos combinan el núcleo histórico con un esquema literario propio de las narraciones de curaciones milagrosas, incluyendo detalles añadidos posteriormente según la finalidad del relato.

El esquema narrativo, común dentro y fuera de la Biblia, es el siguiente:

  1. Descripción de la dolencia, su gravedad y duración.
  2. Intervención curativa (contacto físico, saliva, palabras, sueño o cumplimiento de instrucciones divinas).
  3. Constatación de la curación, enfatizando su carácter instantáneo y alguna acción que la demuestre.

Exorcismos

Está bien documentado que Jesús liberó a personas de enfermedades que sus contemporáneos denominaban posesión diabólica. Estos relatos también siguen un esquema literario y se enmarcan en el mensaje evangélico.

Los exorcismos son conocidos en otras literaturas, y los propios Evangelios mencionan a otros exorcistas.

El esquema narrativo en este caso es:

  1. Descripción del estado del poseído.
  2. Encuentro con el exorcista.
  3. Intento de evasión del demonio.
  4. Orden del exorcista.
  5. Salida del demonio con demostración.
  6. Reacción de los espectadores.

En el caso de Jesús, se observan peculiaridades en la denominación de los demonios, la orden de silencio y la admiración de la gente. El Nuevo Testamento no resuelve la cuestión de la existencia del mal personalizado, pero sí afirma que el mal es vencido por Cristo.

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