El Bienio Reformista (1931-1936) y la Segunda República Española

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El Bienio Reformista. 1931-1936

El nuevo gobierno, formado por republicanos y socialistas, intentó reformar y modernizar el viejo estado y solucionar los viejos problemas, desde una ideología de izquierdas. El presidente de la república es Niceto Alcalá Zamora y el presidente del gobierno Manuel Azaña. Las principales reformas que se llevaba a cabo fueron:

Reforma agraria

Fue las más importantes, teniendo en cuenta el papel de la agricultura en la economía española y las que más influyó en la república. Se trataba de solucionar el problema agrario, buscando dos objetivos: terminar con la miseria de la mayor parte del campesinado y modernizar la economía.

El proceso consistía en expropiar los grandes latifundios mal explotados y repartir las tierras entre comunidades de campesinos, explotando las tierras individual o colectivamente, según decidieran ellos, creando para ello el IRA, que serviría para organizar toda la reforma. La expropiación se hacía con indemnización, salvo las tierras de los nobles.

Los resultados de la reforma fueron bastante limitados y conllevaron un considerable aumento de la tensión social, los campesinos sin tierras exigían urgentemente el reparto directo de las tierras. Al final acabaron expropiándose muchas menos hectáreas y menos campesinos asentados de los previstos.

Reforma del estado centralista

Se intentaba solucionar el problema de la estructura de estado, que se había agudizado con la aparición de los nacionalismos. El derecho a la autonomía había quedado reconocido en la constitución de 1931. El gobierno reconoció a la Generalitat de Cataluña como ente autónomo y se empezó a preparar el estatuto de autonomía, que fue aprobado en 1932. En 1936 se aprueba el estatuto de autonomía vasco, y ya iniciada la guerra, el de Galicia. El nacionalismo español radical reaccionó con mucha virulencia ante esto.

Reforma del ejército

Azaña era además de presidente del gobierno, ministro de guerra, y quería acabar con todos los conflictos que anteriormente había dado el ejército, profesionalizándolo, modernizándolo y democratizándolo. Para ello quiso reducir el número de oficiales y asegurar su obediencia al gobierno republicano. Por la ley elaborada por Azaña muchos oficiales del ejército podían pasar a la reserva con su sueldo íntegro. Sobre todo la república se ganó la animadversión de los africanistas por considerar las reformas como una agresión al estamento militar.

La cuestión religiosa

El gobierno republicano pretendía limitar la influencia de la iglesia en la sociedad española y secularizar la vida social. En el bienio se hicieron efectivos esos principios. También se permitió el divorcio y el matrimonio civil. Se disolvió la orden de los jesuitas y se prohibió la enseñanza a la órdenes religiosas. Gran parte de la jerarquía de la iglesia mostró su antagonismo hacia la república y movilizó a la opinión católica en su contra.

Reformas sociales

El socialista Largo Caballero, ministro de trabajo, fue el encargado de llevarlas a cabo. Se trataban de una serie de medidas que mejoraran las condiciones laborales. Se elaboró una Ley de contratos de trabajo, y se fijó la reducción de la jornada laboral, la ampliación de los seguros sociales y el reforzamiento del papel de los sindicatos en la contratación de las tareas del campo.

Reforma educativa

Su objetivo principal fue promover una educación mixta, laica, obligatoria y gratuita garantizando el derecho a la educación de toda la población. Se hizo un esfuerzo sobre todo en la educación primaria construyendo miles de nuevos colegios públicos y seleccionando a muchos más maestros. Se crearon las misiones pedagógicas y las bibliotecas ambulantes. El presupuesto de educación aumentó significativamente. Las reformas polarizaron la vida política española y los reformistas se toparon con la dura oposición de la iglesia, el ejército, los propietarios de tierras y las organizaciones patronales. Esto hizo que surgiera en 1932 la CEDA, dirigido por José María Gil Robles, que agrupó a los sectores católicos, tradicionales y de derechas. Además en 1933 se creó la Falange, dirigida por José Antonio Primo de Rivera, hijo del anterior dictador, un partido fascista que promovía la sublevación armada contra la república. Algunos grupos del ejército intentaron agrupar el descontento y dar un golpe de estado encabezado por el general Sanjurjo en 1932 pero fracasó. Los trabajadores más pobres, sobre todo en el campo, tampoco estaban satisfechos ya que la reforma agraria no llegaba a todos, por esto la CNT convocó varias huelgas y comunidades de campesinos ocuparon directamente las tierras latifundistas, especialmente en Andalucía. Produciéndose enfrentamientos con la guardia civil, el más duro de estos casos se produjo en Casas Viejas (Cádiz) en 1933 donde la guardia civil usó una violencia desproporcionada, muriendo 25 personas. El desgaste del gobierno atacado duramente por la derecha y perdiendo el apoyo de sectores de la izquierda llegó hasta tal punto en que Azaña tuvo que dimitir y Alcalá Zamora convocó elecciones para noviembre de 1933.

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