Arte Paleocristiano: Iconografía, Sarcófagos y la Emergencia de la Basílica

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Temas Iconográficos en el Arte Paleocristiano

Los temas del Antiguo Testamento (A.T.) en el arte paleocristiano provienen, sin duda, de la tradición judía, tanto de la decoración de sinagogas como de libros ilustrados. Ejemplos notables incluyen: Jonás y la ballena, los tres jóvenes en el horno ardiente, Daniel en el foso de los leones, y la resurrección de Lázaro. Del Nuevo Testamento (N.T.), destacan los temas de la vida de Cristo, la historia de los Evangelios, la Virgen y los Magos. Estas imágenes bíblicas se conocen como "paradigmas de salvación", posiblemente relacionados con una oración de origen judío que se rezaba en los oficios de difuntos: "Salva, Señor, el alma de [nombre del difunto] como salvaste a Daniel del foso, a los tres jóvenes del horno, a Jonás del vientre de la ballena...". Las imágenes, por lo tanto, representan la salvación del alma del difunto.

La técnica de estas pinturas es tosca, similar a las pinturas paganas contemporáneas. Las imágenes son expresivas, sin tercera dimensión ni intento de crear belleza; solo interesa el gesto y su significado. Son bastante abocetadas, con pinceladas pastosas y largas, y desproporcionadas. Están pintadas al fresco, previo estucado de las paredes. Algunos cubicula también presentan mosaicos. Las catacumbas más famosas se encuentran en Roma, destacando las de San Calixto, Vía Latina, Santos Pedro y Marcelino, y Domitila.

Escultura Paleocristiana: Los Sarcófagos

La escultura paleocristiana se limita principalmente a los sarcófagos y algunas representaciones del Buen Pastor. Los cadáveres enterrados en los loculi eran sellados con lápidas de mármol. Los sarcófagos de mármol, costosos, eran utilizados por personas adineradas y solían colocarse en los cubicula. La temática es similar a la de la pintura, con énfasis en temas bíblicos: Adán y Eva, Cristo como filósofo, el Buen Pastor, Jonás, el sacrificio de Isaac, Daniel en el foso, escenas de la Pasión, y símbolos como el Crismón y el pavo real. También son comunes los decorados con estrígiles, formando líneas onduladas a ambos lados de un tema central. Se decoraba con bajorrelieves la parte frontal y la cista (tapa). Uno de los más famosos es el de Junio Basso (mediados del siglo IV, Museos Vaticanos), que presenta dos registros de escenas bíblicas flanqueadas por arquitecturas clásicas. Los sarcófagos se fabricaban en serie en talleres especializados y, en ocasiones, incluían el rostro del difunto.

La Arquitectura Paleocristiana: La Basílica

Mientras el cristianismo fue una religión prohibida, no se desarrolló una arquitectura cristiana propiamente dicha. Los cultos se celebraban en casas particulares, las domus ecclesiae (o Tituli), donde se reservaba una sala para reuniones y otra para el baptisterio. La más famosa y mejor conservada es la de Dura Europos (Siria, mediados del siglo III). En su baptisterio se encuentran las primeras pinturas conocidas del arte paleocristiano: el Buen Pastor y otros temas.

El Edicto de Milán permitió a los cristianos salir de la clandestinidad. El primer problema fue encontrar un tipo de edificio que se adaptara a las exigencias de la nueva fe. Se necesitaban grandes edificios para albergar a la multitud de fieles que se reunían para la liturgia de la palabra y el sacrificio eucarístico. La solución fue cristianizar la basílica romana, adaptándola a las nuevas necesidades. La morfología de la basílica cristiana presenta una gran novedad con respecto a los templos paganos, y su estructura ha llegado esencialmente hasta nuestros días.

Partes de una Basílica Paleocristiana

  • Vestíbulo porticado y atrio: Delante de la entrada se sitúa un vestíbulo porticado que conduce a un atrio, un patio cuadrado rodeado por cuatro pórticos, con una fuente en el centro. Adosadas al atrio puede haber una o dos torres-campanario.
  • Nártex: A los pies de la basílica se encuentra el nártex, un espacio transversal destinado a los catecúmenos (aquellos que aún no estaban bautizados).
  • Naves: Sigue una gran sala longitudinal, formada por tres o cinco naves, separadas por arcadas o arquitrabes sobre columnas. La nave central suele ser el doble de ancha y más alta que las laterales, permitiendo la entrada de luz natural.
  • Matronium o triforio: A partir del siglo V, algunas basílicas incorporan un segundo piso, abierto a la nave central, para las mujeres: el matronium o triforio.
  • Transepto y crucero: Una nave transversal, el transepto, se cruza perpendicularmente con las naves de la basílica, formando una planta de cruz latina (símbolo de la cruz de Cristo), de gran importancia en la Edad Media. La zona de cruce se llama crucero.
  • Ábside: Tras el transepto se halla el ábside, de planta semicircular cubierto con una bóveda de un cuarto de esfera (a veces poligonal). En el centro se sitúa el altar.
  • Prótesis y diaconicum: En las basílicas orientales, a ambos lados del ábside, se encuentran la prótesis (preparación de las especies eucarísticas) y el diaconicum (sacristía).
  • Cubierta: La cubierta es plana o adintelada, como en las basílicas romanas, con un tejado a dos vertientes construido con armazón de madera. El techo se decora con casetones de madera.

Las basílicas más importantes fueron construidas por Constantino y sus sucesores en los siglos IV y V. Destacan la de San Juan de Letrán, San Pedro del Vaticano (destruida en el siglo XVI), Santa María la Mayor, San Pablo Extramuros y Santa Sabina (la mejor conservada), todas en Roma. En Tierra Santa se construyeron grandes basílicas con una estructura especial: en lugar del ábside, presentaban una rotonda abovedada llamada martyrium, construida sobre lugares sagrados para los cristianos. Por ejemplo, la Iglesia de la Natividad en Belén (siglo IV) tenía la rotonda sobre la cueva donde nació Cristo, y en Jerusalén, Constantino construyó una rotonda sobre la tumba de Cristo, adosada a una basílica (la Anastasis).

Los martyria son construcciones de planta central (cruz griega, poligonal o circular), a veces con cúpula, destinados a conservar reliquias de santos. Su forma deriva de los mausoleos paganos. El espacio central se rodea de una nave circular o poligonal, el deambulatorio, que permitía rodear la tumba. Es el origen de la girola románica. Un buen ejemplo es el mausoleo de Santa Constanza (Roma, 330 aprox.), hija de Constantino, de planta circular, con un interesante ciclo de mosaicos de tradición romana.

Los baptisterios, cuya forma deriva de algunas salas de las termas, son de planta central con una gran pila para bautizar a los neófitos por inmersión. Estaban adosados a las basílicas. Un buen ejemplo es el de San Juan de Letrán.

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