Arte Ibérico y Tartésico: Influencias y Evolución
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Astarté del Carambolo
Siglo VII a.C. En las cercanías de Sevilla, se descubrió uno de los tesoros más importantes de la cultura tartésica: el del Carambolo, con evidentes influencias orientales, egipcias y fenicias. Se trata de una imagen completa de la Astarté venerada en la cueva de Cádiz, desnuda como diosa de la fecundidad y deidad marina, con una gran peluca de mechones escalonados de origen egipcio. El modelado es relativamente tosco y la postura rígida, pero el rostro corresponde a una buena imitación de los rasgos habituales en la iconografía fenicia, para lo que el artista local tuvo que contar con algún modelo directo, quizás una placa de marfil. Museo Arqueológico de Sevilla.
Bronce Carriazo
Bronce tartésico, siglo VII-VI a.C. Encontrado por Juan de Mata Carriazo, adopta un peinado hathor pero sin las orejas de vaca. Aparece representada con una túnica de mangas cortas adornadas con lirios entre dos aves, cuyas alas se unen por encima de su cabeza, con los brazos sujetando unos sistros. La parte posterior es lisa, la parte inferior tiene forma de nave con 7 agujeros de donde pendían unas campanillas. Los sendos sistros aparecen en otras diosas egipcias, lo que demuestra el sincretismo de la civilización tartésica. Pieza excepcional por su modelo iconográfico, posible finalidad de bocado de caballo u objetos de caldera. La representación de la diosa sujetando 2 patos indica su dominio sobre la naturaleza.
Tesoro del Carambolo
Descubierto hace 50 años en un cerro situado en las inmediaciones de la ciudad de Sevilla, este tesoro está compuesto en su totalidad por piezas de oro. Pertenece a la cultura tartésica, con una cronología imprecisa situada entre mediados del siglo VIII a.C y finales del VI a.C. Su finalidad era mostrar la autoridad de un personaje de elevado rango, casi un monarca, el rey de Tartessos al que aluden algunas fuentes escritas. De forma paralela a esos hallazgos, otros arqueólogos han venido a replantear la posible finalidad de las joyas del tesoro, proponiendo que los pectorales y las placas servirían para engalanar los lomos de los toros que iban a ser sacrificados en el santuario. Museo Arqueológico de Sevilla.
Estela de Ategua
Losa de piedra caliza esgrafiada, fue descubierta en 1968 y se conserva en el Museo de Córdoba. Data de los siglos X y VIII a. C., es decir, entre la última fase de la Edad del Bronce. Con trazos torpes y esquemáticos, su interés estriba en que representan con gran claridad las características de una sociedad compleja y jerarquizada. Representa, en la parte superior, a un guerrero de gran tamaño, vestido con casco de cimera y una coraza. Nos encontramos ante una escena de carácter funerario, típica de una estela, en la cual el difunto es representado simbólicamente como un héroe sobredimensionado. En el centro de la estela, dividiendo las dos mitades, se vislumbra al mismo guerrero yacente. El estilo geométrico y la forma de representar el carro son claros indicios de ello. El reino de Tartessos se erigió así como la primera gran civilización de la Europa Occidental, y se expresó a través de una cultura cada vez más compleja y sofisticada. La Estela de Ategua es un testigo extraordinario de ese proceso de civilización.
Ciudad Ibérica
Casas rectangulares adosadas, construidas en piedra, sillar ibero irregular. Tipo de enterramiento parecido al tholos pero cuadrado con un montículo natural, techo cubierto. Encontramos grabados esquemáticos.
Dama de Elche
Primer milenio a.C. Representa a una mujer ricamente vestida, la diosa Tanit, divinidad de la vida y la muerte. Tenía función funeraria, ya que era hueca en la nuca para guardar cenizas. Se trata de una escultura de bulto redondo, en forma de busto, aunque quizá fuera una escultura completa que se ha fragmentado. Es una talla de piedra caliza de tonos ocres y superficie pulida. Tuvo la pupila y el iris postizos hechos de materiales preciosos o semipreciosos. La composición es cerrada, presenta una gran frontalidad ya que está hecha para ser vista de frente. El modelado, aunque sigue siendo algo arcaico, se ha perfeccionado considerablemente respecto a otras obras, destacando el rostro y los paños. Fue una escultura policromada. En esta escultura ya se observa una búsqueda de la belleza idealizada y de la serenidad, utilizando un canon influenciado por la escultura arcaica griega y un fuerte hieratismo. Además, se observa un gran realismo en las joyas. La idealización del rostro y la exuberancia de su atuendo convienen a una divinidad. Mantiene las características de los artes arcaicos. Durante el I Milenio a. C., Hispania recibió numerosas influencias de las colonias griegas y los fenicios. Museo Arqueológico de Madrid.
Grecia
Esculapio de Ampurias
Siglo III a.C. El Esculapio hallado en el templo de Ampurias que le fue dedicado estaba esculpido en dos bloques de mármol: uno para el rostro y parte del torso semidesnudo, otro, mayor, para el resto del cuerpo, vestido con manto o himation, sesgado sobre el pecho. Va calzado con sandalias. A sus pies se enrosca una serpiente, símbolo de su poder curativo: sólo aquello que produce la enfermedad es capaz de curarla en un pensamiento medicinal que actúa por similitudes y por opuestos, por homeopatía o alopatía. Es un dios barbado, como el Asclepios Blacas de Melos y los filósofos del primer helenismo, como Epicuro. El cuerpo del dios se inclina suavemente hacia adelante para aproximarse y escuchar a los humanos. Lleno de grandeza de alma o megalopsychía, transmite serenidad y comprensión interior. Encarna un cierto poder mágico para los fieles: confianza y curación. Museo Arqueológico de Barcelona.