Arte y Arquitectura Romana y Bizantina: Retratos, Relieves y Cúpulas
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El Retrato y el Relieve Conmemorativo en la Antigua Roma
El retrato y el relieve conmemorativo en la antigua Roma tenían una función conmemorativa y propagandística, reflejando tanto la vida privada como los logros públicos de los individuos, especialmente los emperadores.
El retrato romano tiene sus raíces en la tradición funeraria de las imagines maiorum (máscaras de cera de los antepasados) y el retrato fisonómico griego helenístico. En la Roma republicana, estas imágenes eran exhibidas en las casas y durante los funerales, como una forma de honrar a los ancestros. Con el tiempo, los retratos fueron reproducidos en bronce y mármol, y se convirtió en una práctica común entre los romanos para perpetuar la imagen de sus antepasados y familiares, con un notable realismo, capturando incluso defectos físicos.
Con la transición al Imperio bajo Augusto (27 a.C.), el retrato se idealiza para reflejar la figura del emperador como un líder militar, sacerdote y héroe mitológico. Las representaciones del emperador se vuelven un medio de propaganda oficial, enviándose copias a las provincias. Ejemplos de esto son los retratos de Augusto de Prima Porta, que lo muestra en actitud heroica y militar, y el retrato de la Vía Labicana, donde aparece con una imagen idealizada de juventud y piedad.
A lo largo del Imperio, los retratos de los emperadores alternan entre naturalismo e idealización, como se observa en las dinastías Julio-Claudia, Flavia, Trajano, Adriano y los Severos.
El Relieve Conmemorativo como Propaganda
Además del retrato, el relieve conmemorativo fue una forma crucial de propaganda romana. Altares, arcos triunfales y columnas honoríficas fueron erigidos para celebrar victorias militares y perpetuar la memoria de los emperadores. El Ara Pacis de Augusto, por ejemplo, con sus relieves procesionales, destaca la paz alcanzada por el emperador. Los arcos triunfales (como los de Tito, Septimio Severo y Constantino) narran escenas de victorias militares, como la captura de los despojos del Templo de Jerusalén en el arco de Tito, o la victoria de Constantino sobre Majencio. Las columnas honoríficas como la de Trajano y Marco Aurelio presentan relieves continuos que narran las conquistas militares del Imperio. La columna de Trajano, en particular, cuenta la campaña contra los dacios con 155 escenas, mientras que la columna de Marco Aurelio relata las guerras marcomanas.
Estos monumentos no solo celebraban a los emperadores, sino que también educaban al pueblo romano sobre los valores cívicos y las glorias del Imperio.
Los Edificios Bizantinos y la Cúpula: Santa Sofía
Bizancio era una colonia oriental griega, que once siglos después restauraría Constantino con el nombre de Constantinopla. Tras la invasión de Roma por los bárbaros, heredará la legitimidad del Imperio, cimentando durante toda la Edad Media, su autoridad en tres pilares: la cultura griega, la estructura romana del Estado y la fe cristiana.
En el año 527, Justiniano, era elegido en Constantinopla Basileus ton Romaion, emperador de los romanos, permaneciendo 38 años en el poder e inaugurando la “primera edad de oro bizantina”. En el mosaico de San Vital en Rávena, Justiniano aparece coronado, acompañado del obispo Maximiliano y su corte, vestidos con lujo y ofreciendo tributos al santuario tras su victoria sobre los ostrogodos.
Justiniano buscó unificar sus territorios mediante grandes proyectos arquitectónicos, centrados en edificios de planta central con cúpulas. Este diseño, inspirado en los martyria de Tierra Santa, simbolizaba el cosmos, donde la cúpula representaba el cielo y la sala la tierra.
Santa Sofía: Emblema de la Arquitectura Bizantina
El emblema arquitectónico del gobierno de Justiniano será la iglesia de Santa Sofía, la “Santa Sabiduría”, iniciada en el año 532 y consagrada en el 537.
La rapidez en la construcción se debió a los recursos financieros y al eficiente sistema de los albañiles bizantinos, que alternaban ladrillos y mortero. Se usaron tejas porosas para aligerar la cúpula y mármoles importados para embellecer el monumento.
Los autores de esta, fueron dos científicos: Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, geómetras, matemáticos e inventores de ingenios mecánicos.
En el centro de un rectángulo plantaron cuatro pilares para sujetar, a 55 metros del suelo, una cúpula nervada sobre pechinas. Y aquí reside su originalidad: apoyar la cubierta sobre cuatro puntos en vez de sostenerla sobre un tambor circular.
El espacio interior, lujosamente decorado e iluminado por las cuarenta ventanas de la cúpula, producía en el fiel una ilusión óptica que lo envolvía.
Otras Iglesias con Cúpulas
Otras iglesias cerradas por cúpulas que ordenó construir Justiniano en la capital bizantina: Santos Sergio y Baco, Santa Irene y los Santos Apóstoles. Esta última iglesia, destruida por Mehmed para construir una mezquita en Estambul, tenía planta de cruz griega con una cúpula central y cuatro más pequeñas en cada brazo. Se replicó en pequeños objetos de plata y en libros decorados con ilustraciones y su diseño inspiró edificios en toda Europa, siendo la copia más fiel la de San Marcos en Venecia.