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La crítica de la metafísica tradicional: Dios, yo y mundo exterior



El concepto de sustancia: un concepto clave de la tradición filosófica occidental


La idea de sustancia es una de las ideas más importantes de la tradición filosófica occidental. Tradicionalmente, la sustancia había sido considerada como una realidad existente que se caracteriza por poseer determinados atributos o cualidades.


La realidad de la sustancia se percibe con claridad en la estructura lingüística sujeto – predicado de las proposiciones: el sujeto hace la función de la sustancia, y el predicado la de atributo. Así, por ejemplo, cuando decimos que la “la rosa es roja” o que “yo estoy alegre”, estamos dando a entender que “la rosa” es una sustancia que tiene como uno de sus atributos “el ser de color rojo” , y que “yo” soy una sustancia que en determinados momentos se predica de ella que “está triste”.


¡! Para Aristóteles dicho concepto se utilizaba para hacer referencia a las cosas singulares compuestas de materia y forma.


¡! Descartes había hablado de la existencia de tres sustancias, cada una de ellas caracterizada por un determinado atributo: la mente, alma o yo, cuyo atributo es el pensamiento; la materia, cuyo atributo esencial es la extensión, y Dios, cuyo atributo es la perfección.


¡! En una línea similar a la cartesiana, el filósofo empirista del Siglo XVII John Locke había definido la sustancia como una especie de sustrato, sostén o soporte de todas las cualidades que predicamos de ella, y establecía una distinción entre dos tipos de sustancia: la sustancia material o materia, y la sustancia espiritual, alma o yo.  Según él, de esas cualidades tenemos experiencia,  pero no de su soporte  sustancial  (se  presupone  su existencia  pero resulta incognoscible). Cuando alguien nos pide que digamos lo que vemos al mirar al frente, decimos que vemos “una pared blanca”; hablando con rigor, sólo vemos “la blancura” pero presuponemos que ese color es una cualidad de la sustancia material “pared”. Algo similar ocurre con la sustancia espiritual, alma o yo: tenemos experiencia de sus cualidades anímicas (emociones, pasiones, etc.) y presuponemos que estas cualidades pertenecen a un yo espiritual.

La crítica de Hume a la idea de sustancia


Según Hume, si todo nuestro conocimiento se reduce a datos de experiencia (impresiones de sensación –color, olor, sabor, sonido...- e impresiones de reflexión –pasiones, emociones...-) no tenemos ninguna base empírica ni para afirmar que existe una sustancia material ni para afirmar que existe una sustancia espiritual.


Según Hume, no tenemos una impresión de la cual pueda derivarse esa idea que llamamos idea de sustancia.  Por tanto, hemos de desterrar del vocabulario filosófico y científico la palabra sustancia pues solamente nos puede acarrear confusiones y equívocos: la sustancia es una ficción y la palabra sustancia un mero nombre que no denota nada. Como vemos, el fundamento de la crítica humeana a la idea de sustancia es el mismo que el de su crítica a la idea de causalidad: ese fundamento es el principio de la copia y la tesis de que no está justificada ninguna idea a la que no podamos encontrar la impresión correspondiente de la que se deriva.


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