Falseamiento electoral y caciquismo
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El sistema del turno pacifico pudo mantenerse durante mas de 20 años gracias a la corrupcion electoral y a la utilizacion de la influencia y poder economico de determinados individuos sobre la sociedad (caciques). El caciquismo fue un fenomeno que se dio en toda España, aunque alcanzo su maximo desarrollo en Andalucia, Galicia y Castilla. La adulteracion del voto constituyo una practica habitual en todas las elecciones, que se logro mediante el restablecimiento del sufragio censitario, un trato mas favorable a los distritos rurales frente a los urbanos y, sobre todo, por la manipulacion y las trampas electorales. El triunfo del partido que convocaba las elecciones porque habia sido requerido para formar gobierno era convenido previamente, y se conseguia gracias al falseamiento de los resultados. Los caciques eran personas notables, sobre todo en el medio rural, a menudo ricos propietarios que daban trabajo a jornaleros y que tenian gran influencia en la vida local, tanto en lo social como en lo politico. Tambien podian ser abogados, profesionales de prestigio o funcionarios de la Administracion, que controlaban los ayuntamientos, hacian informes y certificados personales, dirigian el sorteo de las quintas, proponian el reparto de las contribuciones y podian resolver o complicar los tramites burocraticos y administrativos. Con su influencia, los caciques orientaban la direccion del voto, agradeciendo con sus "favores" la fidelidad electoral y discriminando a los que no respetaban sus intereses. Los caciques manipularon las elecciones continuamente de acuerdo con las autoridades, especialmente los gobernadores civiles de las provincias. El conjunto de trampas electorales que ayudaba a conseguir la sistematica adulteracion de los resultados electorales se conoce como pucherazo. Para conseguir la eleccion del candidato gubernamental, no se dudaba en falsificar el censo -incluyendo a personas muertas o impidiendo votar a las vivas-, manipular las actas electorales, ejercer la compra de votos, amenazar al electorado con coacciones de todo tipo e incluso emplear la violencia para atemorizar a los contrarios.