El paso del tiempo
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Para E.S.R el paso del tiempo es constatado como algo doloroso. A través del
pasado consigue evadirse de la dolorosa realidad del presente. Es importante
destacar en su poesía la fugacidad del tiempo, el “tempos fugit” horaciano, tema
que recupera desde diversas ópticas, pero principalmente, desde la melancolía
confusa por la dicha que provoca recordar esos paraísos anclados en el pasado y
que hacen de su revivir un goce nostálgico, una autentica elegía (un autentico
dolor).
La explicación de la fugacidad del tiempo, del tópico clásico del “tempos
fugit” se manifiesta, en casi todos los poemas de La Vida, a través de la dualidad
opuesta entre aquí/ahora poblada por la vejez y la tristeza y allí/entonces
significativas de la juventud y la alegría. Es un único y mismo “yo” en dos etapas
diferentes de una misma trayectoria vital. Dicha dualidad se verbaliza en el poema
más corto del libro titulado “Hoy”:
Toqué entonces el mundo: lo hice mío, fue mío.
Han pasado los años. Ahora ya sólo soy
El que recuerda, el que vivió, el que escribe.
Dentro del tema del tiempo aparecen dos motivos inevitables que
acompañan el pase de éste: la vejez, ya mencionada, y la muerte (léanse los
poemas “Envejecer” e “Inscripción”), que traen consigo otros tópicos literarios tales
como: carpe diem (vive el momento) y el ubi sunt? (recurso retórico para
dramatizar la nostalgia), este último perceptible en el poema “Un jilguero”. Con
estos tópicos la idea que el autor quiere visualizar es la de capturar y perpetuar los
instantes dichosos, guardándolos siempre en la memoria, porque nada ya será
igual, el momento se pierde irremediablemente en el olvido. Cabe destacar la
presencia constante de la muerte en La Vida. Un poema capital sobre este tema es
“En mitad de la noche”, donde por primera vez aborda directamente el momento de
la muerte de un ser querido, lo cual hace que la muerte se convierta en algo que
repentinamente forma parte de él y que le ha robado para siempre algo que le era
legítimo.
Entonces no lo supe.
Pero hoy sé que esas horas en que tomé conciencia
Del tiempo y de la muerte arrasaron mi infancia:
Dejé allí de ser niño
La muerte, pues, aparece oculta en la propia vida: en la semilla / de cuanto
llega a ser / la muerte está escondida (“Melancolía”).
Frente a la perpetuación del pasado E.S.R. plantea la consideración del
presente cotidiano como una sutil condena que suele aturdirle. El vulgar acontecer
de los días de invierno se convierte en un símbolo negativo de un pesimismo
rebosante, una suerte de muerte en vida (véase el poema “Septiembre”).
Para evitar que el tiempo huya, el poeta acude al tiempo sincrónico.
Encontramos así saltos constantes en la secuencia pasado-presente-futuro;
alteraciones en el orden e incluso confusión y, en otras ocasiones, una ralentización
del pasado, los granos de arena caen lentos en el reloj del tiempo, para, unos
versos después, acelerarse vertiginosamente:
Un niño está sentado sobre esa alfombra; juega
Con sus juguetes; grita y hace palmas
Al contemplar la innumerable tropa
De fieros monigotes que ha dispuesto
Ante sí en rigurosa formación de combate
(…)
Pero en un solo instante se ha cerrado la noche;
Crecen las sombras y es invierno, y llueve,
Y no hay nadie en mi casa. ¿Qué ha pasado?
Retomando las inevitables influencias clásicas en nuestro autor y en su
intento de abarcar pasado, presente e, incluso, futuro en un solo instante vital
busca E.S.R. un locus amoenus, un refugio idílico que toma forma tanto espacial
como temporal: aquel lugar tiene sentido en un tiempo concreto, la infancia y la
adolescencia, y una estación(tiempo cíclico), el verano.
La preocupación por el inexorable paso del tiempo y sus consecuencias, a
veces, devastadoras, en la poesía de Eloy Sánchez Rosillo enlaza con la más
antigua tradición literaria hispánica. Desde Jorge Manrique que ya tratara el tema
de la brevedad de la vida y la caducidad de lo terrenal hasta principios del siglo XX
cuando la generación del 98 vuelve a retomarlo pasando por la época renacentista
en la que el tiempo no es un motivo para reflexionar sobre el más allá sino para
desarrolla el “Carpe diem”. No es conveniente olvidar la nueva obsesión existente
por este motivo en la poesía actual. Pero la preocupación por el tiempo en La Vida
de Rosillo no es exclusiva y novedosa de este poemario, se trata de un aspecto
desarrollado ya en sus obras precedentes. En el mismo título deposita el poeta el
rasgo de la brevedad del existir expresado en exacta correspondencia por un
significante (tres sílabas) también breve.
Para finalizar podemos decir que el tiempo en E.S.R. está presente de dos
formas: lineal y cíclico; que el presente está relacionado con la madurez y el
invierno y que el pasado lo está con la infancia-adolescencia y el verano y que todo
ello lleva a la nostalgia, a una auténtica elegía.
pasado consigue evadirse de la dolorosa realidad del presente. Es importante
destacar en su poesía la fugacidad del tiempo, el “tempos fugit” horaciano, tema
que recupera desde diversas ópticas, pero principalmente, desde la melancolía
confusa por la dicha que provoca recordar esos paraísos anclados en el pasado y
que hacen de su revivir un goce nostálgico, una autentica elegía (un autentico
dolor).
La explicación de la fugacidad del tiempo, del tópico clásico del “tempos
fugit” se manifiesta, en casi todos los poemas de La Vida, a través de la dualidad
opuesta entre aquí/ahora poblada por la vejez y la tristeza y allí/entonces
significativas de la juventud y la alegría. Es un único y mismo “yo” en dos etapas
diferentes de una misma trayectoria vital. Dicha dualidad se verbaliza en el poema
más corto del libro titulado “Hoy”:
Toqué entonces el mundo: lo hice mío, fue mío.
Han pasado los años. Ahora ya sólo soy
El que recuerda, el que vivió, el que escribe.
Dentro del tema del tiempo aparecen dos motivos inevitables que
acompañan el pase de éste: la vejez, ya mencionada, y la muerte (léanse los
poemas “Envejecer” e “Inscripción”), que traen consigo otros tópicos literarios tales
como: carpe diem (vive el momento) y el ubi sunt? (recurso retórico para
dramatizar la nostalgia), este último perceptible en el poema “Un jilguero”. Con
estos tópicos la idea que el autor quiere visualizar es la de capturar y perpetuar los
instantes dichosos, guardándolos siempre en la memoria, porque nada ya será
igual, el momento se pierde irremediablemente en el olvido. Cabe destacar la
presencia constante de la muerte en La Vida. Un poema capital sobre este tema es
“En mitad de la noche”, donde por primera vez aborda directamente el momento de
la muerte de un ser querido, lo cual hace que la muerte se convierta en algo que
repentinamente forma parte de él y que le ha robado para siempre algo que le era
legítimo.
Entonces no lo supe.
Pero hoy sé que esas horas en que tomé conciencia
Del tiempo y de la muerte arrasaron mi infancia:
Dejé allí de ser niño
La muerte, pues, aparece oculta en la propia vida: en la semilla / de cuanto
llega a ser / la muerte está escondida (“Melancolía”).
Frente a la perpetuación del pasado E.S.R. plantea la consideración del
presente cotidiano como una sutil condena que suele aturdirle. El vulgar acontecer
de los días de invierno se convierte en un símbolo negativo de un pesimismo
rebosante, una suerte de muerte en vida (véase el poema “Septiembre”).
Para evitar que el tiempo huya, el poeta acude al tiempo sincrónico.
Encontramos así saltos constantes en la secuencia pasado-presente-futuro;
alteraciones en el orden e incluso confusión y, en otras ocasiones, una ralentización
del pasado, los granos de arena caen lentos en el reloj del tiempo, para, unos
versos después, acelerarse vertiginosamente:
Un niño está sentado sobre esa alfombra; juega
Con sus juguetes; grita y hace palmas
Al contemplar la innumerable tropa
De fieros monigotes que ha dispuesto
Ante sí en rigurosa formación de combate
(…)
Pero en un solo instante se ha cerrado la noche;
Crecen las sombras y es invierno, y llueve,
Y no hay nadie en mi casa. ¿Qué ha pasado?
Retomando las inevitables influencias clásicas en nuestro autor y en su
intento de abarcar pasado, presente e, incluso, futuro en un solo instante vital
busca E.S.R. un locus amoenus, un refugio idílico que toma forma tanto espacial
como temporal: aquel lugar tiene sentido en un tiempo concreto, la infancia y la
adolescencia, y una estación(tiempo cíclico), el verano.
La preocupación por el inexorable paso del tiempo y sus consecuencias, a
veces, devastadoras, en la poesía de Eloy Sánchez Rosillo enlaza con la más
antigua tradición literaria hispánica. Desde Jorge Manrique que ya tratara el tema
de la brevedad de la vida y la caducidad de lo terrenal hasta principios del siglo XX
cuando la generación del 98 vuelve a retomarlo pasando por la época renacentista
en la que el tiempo no es un motivo para reflexionar sobre el más allá sino para
desarrolla el “Carpe diem”. No es conveniente olvidar la nueva obsesión existente
por este motivo en la poesía actual. Pero la preocupación por el tiempo en La Vida
de Rosillo no es exclusiva y novedosa de este poemario, se trata de un aspecto
desarrollado ya en sus obras precedentes. En el mismo título deposita el poeta el
rasgo de la brevedad del existir expresado en exacta correspondencia por un
significante (tres sílabas) también breve.
Para finalizar podemos decir que el tiempo en E.S.R. está presente de dos
formas: lineal y cíclico; que el presente está relacionado con la madurez y el
invierno y que el pasado lo está con la infancia-adolescencia y el verano y que todo
ello lleva a la nostalgia, a una auténtica elegía.