Descartes - Análisis - Discurso del método, cuarta parte
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Este fragmento de la obra “Discurso del método” del racionalista francés René Descartes trata sobre la duda, un mecanismo que el autor decide emplear para poder analizar desde cero todo el conocimiento que hasta ahora tenía como cierto, y así saber si alguno de ellos sigue siendo válido después. Para ello necesita de una duda universal, que rechace como falso todo aquello de lo que no posea evidencia o no esté seguro de su validez. Descartes propone para ello unas reglas que se conocen como la “duda metódica”. En primer lugar, rechaza toda la información que nos proporcionan los sentidos, porque éstos pueden darnos lugar a engaño como ya ha sucedido en varias ocasiones a lo largo de la Historia. En segundo lugar, también acepta que el ser humano puede ser propenso a errores de razonamiento, y por tanto, también duda de todos los razonamientos y demostraciones. Por otro lado, también reconoce la dificultad para diferenciar entre sueños y pensamientos, y que no hay nada que nos indique exactamente si estamos soñando o despiertos. Y por último, y aunque no aparece en este texto, Descartes también se hace idea de la existencia de un “genio maligno”, que nos hace ver como evidentes cosas que no lo son.
Esta duda, aunque es universal y rechaza por tanto todo conocimiento y verdad, no es una duda escéptica, sino todo lo contrario: un paso más de un método para alcanzar el verdadero conocimiento. Es más, mediante ella el autor deduce la primera verdad, absoluta e incuestionable, y que establece como la base firme de su nueva filosofía: “pienso, luego existo”.A partir de esta primera afirmación el autor deduce que, aunque su cuerpo y todo lo que le rodea no fuesen más que ilusiones y pudiese fingir que no existen, nunca podrá fingir que no piensa. Por ello, afirma que hay una parte de nosotros, que él identifica con el alma, distinta e independiente del cuerpo, y cuya misión en pensar. Es lo que él denomina como sustancia pensante. Además, también llega a la conclusión de que sólo puede justificar y demostrar esa primera verdad porque le es clara y evidente, y por tanto, afirma que sólo lo que se presenta de forma clara, evidente y distinta puede ser considerado como verdadero conocimiento. Este es el criterio de verdad que utilizan los racionalistas para decidir si un conocimiento es verdadero o no: la evidencia.
Por otro lado, el autor también se da cuenta de que al dudar, deja de ser un ser perfecto, pues la duda es una imperfección del ser, la perfección está en conocer. De ahí deduce que esa idea de perfección sólo podría haber sido introducida por un ser más perfecto que él mismo, pues de algo que es imperfecto no puede surgir nada perfecto, y de la nada tampoco puede surgir. Descartes identifica al ser que ha puesto esa idea perfecta en él con Dios, y le asocia un nuevo tipo de sustancia: la res infinita. Es así como el autor supera el solipsismo, una postura que defiende que sólo se puede conocer el yo y nada más. Esta demostración de Dios guarda gran relación con el argumento ontológico de San Agustín, pues ambos parten de la idea de que no se puede negar la existencia de Dios como ser que reúne todas las perfecciones, pues nos llevaría a contradicciones. También guarda gran relación con la cuarta vía de Santo Tomás, aquella que establece una jerarquía de valores y la necesidad de un ser que los reúna todos en su grado máximo.
Además de las dos sustancias anteriores, la pensante y la infinita, Descartes afirma la existencia de una tercera sustancia que forma el resto del mundo: la sustancia extensa, que es imperfecta y finita, aquella que forma parte de los cuerpos, la materia. Por último, el filósofo también identifica los tres tipos de ideas que forman parte de la sustancia pensante: las ideas adventicias, que son aquellas que provienen de la experiencia y los sentidos, y que pueden ser erróneas; las ideas facticias, ideas inventadas que no provienen de la experiencia sensorial; y las ideas innatas, que son aquellas cuyo origen está implícito en el mismo entendimiento, dotadas de evidencia y que son base para la certeza de otros saberes.